La pantalla se convierte en un lienzo en blanco y negro, con el regusto del acento francés y la presencia de un actor de la talla de Jean Rochefort. Fernando Trueba construye en su nueva película, El artista y la modelo, un universo que no precisa del color para dibujar un cosmos en el que el hastío por la rutina que experimenta el artista se convierte en una luz cada vez más cegadora reflejada en las pupilas de Mercè, la joven campesina que interpreta con maestría Aida Folch, actriz que el mismo director descubrió en El embrujo de Shanghái, donde debutó la joven.
En un largometraje que rinde homenaje al mundo creativo de los artistas, tomando como modelo la figura de Marc Cros, un viejo escultor de 80 años, Trueba regala al espectador una historia que convierte cada segundo del metraje en poesía visual y narrativa en lo que podríamos denominar como el otoño de la vida de un ser humano que ha visto pasar ante sus ojos varias guerras, refugiándose siempre en sus figuras, en el arte.
La Francia de los años 40 tocada por la II Guerra Mundial sirve de contexto en esta historia inspirada en el vínculo entre el escultor Aristide Maillol y la modelo Dina Vierny.
Sensible, pausada y carente de música hasta los planos finales, El artista y la modelo toma como escenario principal el taller del escultor, rincón en el que la relación entre los protagonistas se irá afianzando a golpe de trazos del cuerpo de la mujer y de diálogos tan sencillos como exquisitos, al mismo tiempo que tiene lugar una evolución interior en los personajes que, irremediablemente, lo cambia todo. Nada desdeñable el papel de Chus Lampreave, que hace sonreír al público cada vez que aparece en la pantalla.
La vida y la muerte, la pérdida y la recuperación de la inspiración y la necesidad del arte para sentirse vivo son algunos de los temas de un filme que, según su director, busca rendir homenaje al cine francés, algo para lo que ha contado con la colaboración de Jean-Claude Carrière, guionista habitual de artistas de la talla de Buñuel y Polanski.
Lo que comienza presentándose como la mirada de un hombre que ha dedicado su vida a buscar la belleza y a transmitirla mediante su trabajo se convierte, en su desenlace, en una sorpresa envuelta en un intercambio de papeles en el que la joven será la que le explique al artista, con su presencia y poses, cómo debe mirarse el arte y la naturaleza que le rodea.
Enternece que la cinta esté dedicada al hermano escultor del director, Máximo, fallecido en 1996, que sirvió de gran inspiración para que Trueba se dedicase al mundo del cine. Desde donde le mire, estará orgulloso.
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