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El advenimiento del ángel Emmy

Fecha: 26 de Enero de 2012

Lugar: Teatro Lara (Madrid)

Hay conciertos que es mejor sentir que escuchar. El lleno que registró el madrileño Teatro Lara el pasado jueves se justifica por esa sensibilidad oculta en voces con encanto y personalidad, en letras ingeniosas y en esa atmósfera única de los viejos teatros y su acústica perfecta que te envuelve desde el primer compás. La música nos provoca estas cosas; una hora de retraso deja paso a un encuentro entre el cielo y nuestro infierno.

El advenimiento del ángel Emmy se produjo, Dios mediante, a las 23 horas de una fría noche madrileña, muy acorde con ese tratado de teología actual que es su nuevo disco Virtues. Los asistentes al milagro describen el hecho como un caso extraño de química entre dos personas, entre tú y un artista con una dulzura tan cercana que te hacía olvidarte de tantas cosas que pasan a tu alrededor y de todas esas pequeñas cosas que debe mejorar una cantante con 27 años y dos discos en el mercado. Emmy apareció con tal sencillez que se ganó al público de forma instantánea abriendo el concierto con su Eastern María, todo un Ave María post-moderno. Silencio sepulcral, la gente recostada en sus cómodos asientos de cuero, encantada con la propuesta. Y a partir de ahí… poesía. Un carisma que llenaba un escenario teatral como si de una Ópera barroca se tratase, con letras de una sensibilidad extrema. Y todo ello sin apenas moverse del micro más que para sorber de su taza quien sabe qué elixir y para cambiar de guitarra. Esa sencillez y su cercanía encendió al público involucrándole en su viaje por ese antifolk que ella misma negó encabezar. Mitad diva, mitad súcubo, Emmy embelesó a todos; con sus bromas, sus vaciles con el público y a través de una naturalidad innata muy en la línea de la calidez de su voz.

La desnudez de la propuesta de la autora de uno de los mejores discos de 2009, según The New York Times, te involucraba profundamente en la presentación de su nuevo Virtue, del que no faltaron Dinosaur Sex o Iris que se entremezclaban tímidamente con material de su primer álbum, First Love. Las aurículas y los ventrículos empezaban a resentirse cuando Emmy se nos fue del escenario a la escasa hora de directo, hasta en tres ocasiones la gente con su aplausos dejó latente que querían seguir en ese estado hipnótico que provocaba la hongkonesa afincada en Londres desde los 12 años. Y ella volvió para continuar su catarsis una vez más, hasta que con su presencia solitaria interpretando Two Steps Forward nos dimos cuenta que no se podía poner mejor broche a ese encuentro del más allá con nosotros, tristes mortales.

Pido disculpas a los lectores diabéticos por estas líneas cargadas de edulcorante pero creo que lo descrito es común a todos los asistentes. Pocas veces ves como el cielo escupe un ángel en medio de Madrid.

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