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Cuchillo. Hechizo. Ballena. Encanto con copa de vino. Cuchillo

CUCHILLO

Jueves 25 de octubre. Sala Moby Dick. Madrid. «Más vale dormir con un caníbal sobrio que con un cristiano borracho», decía Herman Melville, autor de Moby Dick. No seré yo quien le contradiga.

Sobre las 21:30 horas, hora zulú,  la ballena blanca abrió la boca y nos devoró con sus grandes fauces. Dentro había Cuchillo(s) de los que cortan y no te das cuenta. Solo lo notas después. Más tarde.

Ella bebía una copa de vino.  Y la cogía mal. Alguien debería decirle que si la sostiene así la copa se calienta. Pero no seré yo. No esta vez. Ella no escuchaba. Él le dijo Encanto, al oído. Ella no respondió. Se quedó hechizada. Como en otro mundo. Con la copa en la mano. Sentada en una silla al final. Él  se fue. La letanía psicodélica de absorción similar a licores y espirituosos varios le había afectado. A su conducta. A su moral. A su forma de mirar y escuchar. La música había trascendido de la mera escucha. La música le inspiraba.

Cuchillo tiene el control. Poner un cuchillo  en la boca y sonreír. Hacerlo. Vuestro  rey se llenará de orgullo y satisfacción. Ellos tienen el control. De la sala. Del sonido. De la copa de vino que ella bebía. De su pensamiento. Cuchillo transforma la canción y la maneja. Se han ido lejos. Noruega, Tucson, Seattle, L.A. Y han vuelto con la llave. La llave de la jodida trascendencia. El ir más allá. Sonar más. Allá. De la mera canción. Del mero disco. Aunque sea un encanto y beba vino sin saber coger una copa.

Los cortes no se veían. Quizás alguien hable de madurez. De conocimiento. De ejecución. De improvisación. Quizás sea la voz de Israel Marco. La batería de Daniel Domínguez. El bajo y los teclados de Henrik Agren. O la capella que se marcaron de David Crosby. O la versión de los Doors. Quizás ella bebía con su copa de vino dentro de la ballena.

Y quizás ella pensaba que el Encanto sonaba muy bien. Un bajo de quiropráctico. Unas letras de neurólogo. Una guitarra desgarrada. Dibujando.escribiendo y borrando sobre el sonido. Mas allá de la canción. Mas allá del encanto. El encanto volaba. El hechizo. Con su copa posada en una mesa y escribiendo en una pequeña libreta. Hora Bruja. San Pol de Mar. Duat. Escribe: mar mediterráneo en otoño.  Levanta la mirada y él estaba en la pista. Ellos en el escenario. Pero sonaban muy arriba. Casi en un jodido cielo. Un cielo psicodélico estroboscópico e íntimo. Dios bendiga la psicodelia íntima y personal. O en otra dimensión. Una dimensión B de esta realidad. Una dimensión de Cuchillo. Un grupazo que se confirma. Y que seguro que se suma a la lista de talento musical que se exportará en muchas ocasiones.

Ella escribía dentro de la ballena. Como volando. Hechizada.

 

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