Fecha: 7 de diciembre de 2011.
Lugar: Sala La Riviera (Madrid)
Esa es la conclusión que podríamos extraer del concierto que ofreció Billy Corgan en la sala La Riviera de Madrid. Hablo de él y no de The Smashing Pumpkins porque lo que queda de aquel grupo que conquistó los noventa es él, y siempre lo fue.
El espectáculo que ofreció solamente está al alcance de megalómanos crecidos en su autocomplacencia, ya que el abuso de solos de guitarra, riffs y temas de ayer y más de hoy hacen del músico norteamericano una referencia de culto. Empeñado en triunfar sobre el escenario sin tirar de clásicos, se agarró a su guitarra y la usó como sólo los elegidos desearían.
El hecho de no tener que dar cuentas a estas alturas de quién eres y a dónde vas hizo posible que Corgan repasase en exceso su próximo álbum Oceania con Quasar, Panopticon o My Love is Winter, pero que también encontrara hueco para reconocer a ese grupo de inicio de los noventa donde la alineación de músicos era perfecta con Iha, Chamberlin y D’arcy. Para ello nos sirvió Siva, Geek USA o Cherub Rock. Pero esa edad de oro, al igual que los noventa, ya no volverá, ni si quiera en directo donde obvió la mayoría de los himnos de la divina juventud. Esos años cuando grababas dos cintas para poder abarcar Mellon Collie and The Infinite Sadness.
Es ahora cuando Billy Corgan hace y deshace a su antojo y en directo más aún, por eso la música brotó por sí sola para los más elitistas. La recreación máxima a la que llegó con el sonido y las canciones fue tal, que en ocasiones, pareció estar ofreciendo un concierto para su propio placer que para los que estábamos en busca de la nostalgia perdida. Como colofón final sonó Tonight, Tonight, para recordarnos a todos que The Smashing Pumpkins siguen ahí, reinventándose a cada golpe de viento y que lo que los hace grandes son esos pequeños momentos de nostalgia como éste, pero que en esta noche, fueron insuficientes.