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Crónica Dcode Festival: Suede y otras historias

Amaneció el día en Madrid grisáceo, pero bastante propicio para ir de festival. A medida que pasaban las horas, el cielo se abría, la culpa seguro que la tenía la música.

Gracias a la maravillosa experiencia brindada por Heineken y su propuesta de Heineken Live Access pudimos disfrutar de la experiencia Dcode con toda la intensidad esperada. En general hacemos un balance positivo de esta quinta edición, salvo algunos aspectos a pulir, pero que apostamos que se tendrán en cuenta en nuevas ediciones.

Nuestra llegada al recinto fue motivada por los murcianos Neuman que, aunque lucharon pero bien contra la luz verspertina, supieron sacar partido con un repertorio muy luminoso con piezas como la hipnótica Battle Starship, donde este punto ochentero y la base melódica lo hacen casi todo, esa forma de crecer, uniéndose a la voz de Paco, algo más misteriosa que en otras canciones.

Tuve la fortuna de oír entre el público extranjero que fue al festival comentarios totalmente favorables respecto a su directo y es que no es para menos: Nunca fallan.

Posteriormente nos fuimos al escenario Heineken, que ha acogido grandes conciertos, donde nos esperaba alguien fuera de contexto si analizamos la tendencia musical del festival, pero que encajó perfectamente por hora: Natalia Lafourcade.

La cantante mexicana se mueve entre los ritmos bossa nova, medios tiempos y en alguna ocasión, guitarras más osadas, pero todo es desde la calma y dejando que su voz dulce acompase al resto, creando un clima cálido y amable. Gracias Dcode por apostar por otras figuras y dar la oportunidad de presentar Hasta la raíz por nuestros parajes.

Gracias a un retraso en el vuelo pudimos ver a Hinds en el escenario Dcode. En el fondo nos despierta una cierta ternura su forma de expresarse y hasta un punto de envidia sana que hagan lo que hacen en directo sin que nadie las someta a un juicio de valor. Sus canciones nos diviertes, su habilidad musical es cuestionable, pero tienen toda la gracia del mundo.

Nos sabemos si tendrán una larga trayectoria en la música pero cumplieron expediente, causaron buena sensación, nos dieron buen rollo. Si esto viniera de otro país nos parecería lo más así que les damos nuestro punto positivo. Yo también quiero ser una Hinds.

Nos movimos de nuevo al escenario Heineken porque aparecían en directo The Vaccines. La ejecución del directo fue notable pero su trasmisión hacia el público fue muy baja salvo en las cuatro últimas canciones, que parecieron movilizar un poco más a las masas. Es una pena porque parecía un concierto muy prometedor y no dejan de ser una gran banda pero les faltó brío y quizás algo menos de ego en escena. Sonaron canciones como Handsome, Teenage Icon o I Always Knew pero no sonaron clásicos como Post Break-up sex, pero no se puede pedir tanto en una hora. Les perdonamos porque nos gustan mucho pero queremos más vitalidad para la próxima porque tienen canciones maravillosas para lucirse en directo.

Tocaba turno para L.A que aunque estuvieron ya encima de las codiciadas tablas del festival en 2013, traían un buen puñado de canciones para tocar en directo en esta edición. En directo son espectaculares y no creemos que alguien pueda sacar punta al concierto ya que hubo tiempo para la tranquilidad y para la energía. Voz perfecta, instrumentación óptima. Nada que objetar, muy vibrante.

Y no salimos de las bandas nacionales, que han cubierto buena parte del cartel en esta edición y en esta ocasión salían Supersubmarina a escena, banda que estuvo en la presentación del Heineken Live Access. El grupo jienense ha crecido exponencialmente en éxito y sus directos, con el paso del tiempo, han adquirido algo más de personalidad. Damos las gracias a los técnicos de sonido que estuvieron finos y no provocaron desastres como en otros conciertos del verano. El set list, si has visto otro concierto, se puede recitar con los ojos cerrados. Pero estuvieron acertados y agradecidos, y esas cosas nos gustan.

No os lo vamos a negar: Veníamos a ver a Suede. Estamos curtiditos.

El concierto de Suede fue, al igual que hace dos años, una auténtica delicia para los fans del pop de los 90. Con un Brett Anderson en plena forma, y me reitero en lo dicho en aquella ocasión en La Riviera de que da gusto envejecer como él lo ha hecho, tuvieron un comienzo con un sonido un poco dubitativo pero que fue cogiendo fuerza según avanzaron con algunos de sus grandes hits.

Aunque tienen previsto sacar disco a principios del año que viene, la banda londinense es consciente de que su potencial está en sus clásicos, y por eso no se dejaron ninguna bala en la recámara. Canciones como Trash, Animal Nitrate, Everything Will Flow, So Young o una The Beautiful Ones que se guardaron inteligentemente para el final de la actuación nos hicieron recordar a todos porque los 90 fueron de dominación británica. Además, también tuvieron ocasión para canciones acústicas, y un broche final con una preciosa Saturday Night que llenó de magia los escenarios del Dcode. Ojalá el nuevo disco sea merecedor del resto del legado que nos ha dejado Suede a lo largo de su carrera.

Después de dejarnos la piel en el concierto previo, vino Izal. Parecían el cabeza de cartel en la sombra ya que miles de personas se agolpaban para ver a lo que parece el fenómeno musical del año (muy cuestionable y no los queremos desprestigiar). Entre su habitual repertorio sonó Copacabana, primer single de su inminente próximo álbum ya que parece que no quieren dejar correr el tiempo entre disco y disco. No sabemos muy bien de donde viene el crush entre público y banda pero algo tendrán cuando mueven a hordas allá donde pisan. Nosotros lo seguiremos intentando.

Aún nos quedaba un gran concierto internacional. No tenía unas grandes expectativas y justo cuando voy un poco escéptica, me encuentro maravillas como el directo de Foals. Los ingleses directamente molaron demasiado, un sonido increíble, una atmósfera idílica, unas guitarras de esas que hacen casi llorar. Un set list de órdago donde My Number sonó pronto pero avanzó a joyas como Inhaler o las magníficas canciones de What went Down. Yannis es el alma, pero su séquito musical acompaña a la perfección. Sospechamos que muchos y muchas salieron borrachos de la emoción de vivir algo tan auténtico y guerrero en concierto, ¡Bravo Foals!

El potente cierre vino de la mano de Crystal Fighters, banda muy querida por el público y cuya afinidad parece mutua ya que su actuación provocó que el recinto no se vaciara hasta muy entrada la noche. Si los habéis visto previamente, no pasa nada, porque el concierto sigue unos patrones similares pero son un chute de alegría y positivismo, la banda más feliz del planeta. Hacen sonreír a la gente con su LA Calling o Love Alight. El mejor broche que podíamos tener tras la maratón de conciertos sobre nuestras espaldas.

Haciendo balance, ha sido una buena edición en cuanto a conciertos, siempre mejorable, pero se esfuerzan por traer cosas originales, dar visibilidad a las potencias nacionales. Nos gustaría que revisaran el tema de los precios en el recinto, no se puede pensar en una rentrée universitaria ofreciendo agua a 3€ cuando es un bien universal.

Un último apunte: Sam Smith no vino, pero él se perdió más que todos nosotros juntos. Compartimos vuestro dolor de no verle en directo y lo respetamos pero todos hemos vivido este tipo de bajas de cartel de última hora, incluso mucho más dramáticas. Algún día lo entendéis, con perspectiva y tiempo.

Aunque la gestión de la comunicación por parte de Dcode pudo ser más acertada, no podemos dejar de ponernos en su piel y pensar en la dificultad que lleva dar un titular así de dañino para el festival.

Dcode 2016, nos veremos las caras.

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