Foto: D.A.
Tanned Tin Viernes y Sábado
El domingo por la mañana el Tanned Tin 2012 bajó la persiana de una edición en la que se ha podido comprobar que sigue siendo un festival con buena salud y una idiosincrasia propia que lo hacen único en el país y que le permite seguir ofreciendo noches (más dos matinales) con actuaciones muy atractivas, eclécticas y, por momentos, bastante arriesgadas.
Un festival donde se pueden descubrir valores de futuro como The History of Apple Pie, grupo de jovenzuelos formado por dos chicas y tres chicos a cada cual con más apariencia de haber salido de un cómic de instituto, dueños de un sonido y una actitud que nos hizo pensar en el noise pop y shoegazing de grupos como Ride y otras bandas de melodías suaves y guitarras afiladas (a lo Catherine Wheel) que despuntaron a principios de los noventa. Sus certeras y potentes descargas de indie-pop fueron el soplo de aire fresco que necesitaba la noche del viernes tras el decepcionante paso de los blanditos Papercuts, que parecieron no estar demasiado cómodos sobre el escenario, dejando patente que atesoran mejores canciones que soltura en directo.
Antes, Nat Baldwin hizo suyo el teatro con la magia que crea con el contrabajo y la calidez de su voz, en una muestra de que el free-jazz que practica no huye de la accesibilidad. Grata sorpresa. Dejó paso a Oh Pears!, el combo de Corey Duncan, que convenció al personal alternando en su propuesta influencias variadas (de Tchaikovsky a Grizzly Bear) que se tradujeron en piezas con personalidad propia muy bien defendidas. Como una especie de Beirut con sonido lo-fi, Duncan sacó partido de su garganta a base de convincentes armonías y de paso, se llevó la amistad del dúo barcelonés Za!, auténticos agitadores de la noche y de lo que se les puso por delante. En su pase del viernes despertaron a los que ya se estaban quedando en modo off, tras el turno de los sintéticos y bailables Like a Stuntman, con un espectáculo que descolocó a más de uno, llevándose honores de triunfo una vez finalizado. Za! fueron un tsunami de ideas que los hizo ser arrebatadores e infalibles frente al mismo público que dos horas antes bostezó con la sosa pieza de los electrónicos y abstractos MAIN, proyecto de Robert Hampson, otrora líder del reivindicable grupo Loop. Visto lo visto, no estaría mal un Loop play Heaven’s End para una nueva ocasión.
Saliendo después del activista folk Pete Dale, Elle Belga dieron el sábado una lección de saber estar sobre las tablas gracias a su dominio de los silencios, las voces y, sobre todo, a la majestuosidad con la que defienden unos temas que van cayendo sin apenas darte tiempo para asimilarlos. Su folk intimista y slowcore a la española estremeció gracias a esa mezcla de música misteriosa, tradicional y letras que pueden recordar a las mejores Vainica Doble. Unos minutos más tarde, Fair Ohs acabaron con el sosiego que se había instalado en el teatro con una declaración sorprendente: “Welcome to the funeral of our band”, y se dedicaron a despachar una tras otra, píldoras de rock sucio, atolondrado y, en ocasiones, imbuido de un tropicalismo que los hace ser una especie de Vampire Weekend en su versión nerd, o unos Wavves con ritmos world music.
Lo mejor de The 99 Call fueron los rescates que hicieron de la banda anterior de Paul Anderson, Tram, joyas del slowcore melódico como Painful Education, o Three Years que la nueva formación toca con elegancia pero sin llegar a tocar la fibra como lo hacían en los discos. Un lujo, de todas formas, que los jóvenes Patterns no refrendaron ni por asomo, quedándose a medias en un set en el que sobró mucho efectismo y épica sin alma. Al contrario, destacó la veteranía y talento compositivo que demostraron The Orchids, uno de los grupos puntales del sello mítico de Bristol Sarah Records. Los de Glasgow levantaron a la platea, que los jaleó a gusto, surtiendo al personal con una colección de bellísimas canciones de pop inmaculado (Peaches emocionó) y estribillos a lo Grant McLennan (The Go-Betweens), derrochando frescura pese a los años que llevan en el negocio. Se llevaron, con merecimiento, la mayor ovación del festival.
Tomaron el relevo unos correctos The Hidden Cameras. Animosos y festivos, comandados por un frontman con hechuras de estrella (Joel Gibb), se echó en falta alguna canción más de su mejor disco Smell Of Our Own (2003), y dio la sensación de que han escapado de él durante una década mediante temas que no cuajan como lo hacían Ban Marriage, Boys of Melody o Shame. También gustó Matt Elliott y su folk experimental, en otra muestra de su virtuosismo a la guitarra. Finalmente salió Kites, nombre bajo el que Chris Forgues crea cortes de folk psicodélico, para apagar las luces de un festival que no las volverá a encender hasta la edición de 2013 que, con los consabidos rumores y problemas financieros mediante, volverá a celebrarse en la capital de La Plana, pequeña ciudad que se ha acostumbrado desde hace años a acoger artistas de una calidad por encima de la media.
Jacinto Fernández
Los Matinales del Tanned Tin
Por la mañana, el Tanned Tin ha celebrado pequeños conciertos en el museo de entrada gratuita tanto el sábado como el domingo. Sin luces de colores que lo animaran y en ocasiones con gran parte de la música grabada, ya que es un lugar pequeño, ambos días gozó con una abundante presencia de público, algunos con niños, otros procedentes del Tanned Tin nocturno.
El sábado destacaron la actuación de Azure Blue, de Estocolmo, en esta ocasión dos personas sobre el escenario aunque todo basado en la creatividad de Tobias Isaksson, anterior componente de Laurel Music y los suecos Irene. Con reminiscencias ochenteras, se lució con ese pop norteño que esta ocasión nos hizo retroceder tiernamente en el tiempo. También la actuación de The Black Swans, solamente el cantante con su guitarra, su blues y su armónica y la vasca Mursego, haciendo gala una original concepción de las actuaciones en directo, grabando y reproduciendo los distintos instrumentos que iba tocando periódicamente con resultados dispares.
El domingo los más sobresalientes fueron Toby Goodshank, vocalización soberbia y la mayoría de las canciones de base country evolucionadas del modo más sugerente y conmovedor, al que en alguna canción acompañó la que siempre iba con él con su banjo y coros. Norman Palm, él solo con su guitarra consiguió meterse al público en el bolsillo con sus fantásticas canciones acústicas y una versión de Boys don’t Cry que hechizó del todo al personal.
Otros de los participantes en las mañanas Tanned Tin del sábado y el domingo fueron el venezolano Algodón Egipcio, Phoebe Kreutz, y The Marzipan Man.
Olga Font