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Brendan Benson y su «a new kind of world» en directo en Madrid

BRENDAN BENSON

El viernes 18 de mayo volvía Brendan Benson a Madrid, con expectación añadida desde que su último concierto en Barcelona tuviera que ser suspendido, merced de una nevada que ningún guiri espera encontrar en la península donde, ya se sabe, todo es sol, sangría y flamenco.

No sabemos cuál sería la estadística de asistentes al Moby Dick que fue a ver a Benson por su éxito junto con Jack White en The Raconteurs y cuántas personas irían por su ya consolidado recorrido en solitario, lo que está claro es que el público era, cuanto menos, ecléctico. Si los gafapasta empiezan (o empezaran/empezasen, es solo una hipótesis) a estar hartos de ser considerados tales, solo diremos que había otro sector importante de veinteañeros en plena explosión hormonal y otros cuantos más entrados en edad y sin etiquetas más allá de la neutralidad. Dejando las vicisitudes generacionales, en realidad es fácil intuir solo con mirar las bocas de unos u otros para entender quién se sabe solo los coros a lo castizo (“lararirogüachupino, beiibeeee”) y quién, al menos, ha consultado una y dos veces el gran aliado Google para esto de las lyrics.

El caso es que Brendan Benson se mostró abierto a este público, dirigiéndose cada poco a él con alocuciones del tipo “You guys ‘enjoying?”, sus bromitas sobre las “deliciosas” tapas madrileñas y mucha sinceridad, como cuando cambió de guitarra en mitad del concierto y confesó que “no era fácil”, excusándose por si no le salía del tirón. De hecho, luego se equivocaría – levemente- y reiría después de un dubitativo “I don’t know”, un amago… (“Mmmm…Nope…”) y un definitivo “Here it goes” con el que retomaba el tema. Estallido de aplausos. El cantante, entonces, aprovechó para interactuar con uno de los fans, dedicarle la canción e incluso pasarle el micrófono desde el escenario a su “nuevo amigo Diego” quien, por lo visto, se había fabricado una pedalera “really cool”. Y, para proseguir con lo que parecía ser una inyección intencionada de buenrrollismo, Benson se marcó unas palabritas en español preguntando a la masa cómo estaba y agradeciéndole su presencia.

Después de sus notables discos The alternative love (2005) y My old, familiar friend (2009), Benson defendía esta noche su nuevo What a kind of world, producción conjunta de sello estadounidense –Readymade– y europeo- británico –Lojinx– que, tal vez caiga en la complacencia pero resulta, desde luego, efectivo. La colaboración de Young Hines -megáfono aparte, tan de moda que ya empieza a ser un recurso fácil- fue de lo más interesante de la velada. Aunque las canciones que más coreó la audiencia fueron otras: Cold hands, warm heart, What I’m looking for o Bad for me, que nos trasladó al pop de los noventa. Durante esta última se hacía patente que las letras tópicas, si con The Raconteurs pueden pasar desapercibidas porque se compensaban con, entre otras cosas, la presencia de Jack White, tienen un límite. Los “Cause I’m always wrong and you’re always right”, “I can’t wait to take you (baby)” –sic- o “I try but I don’t believe her” son recurridos en caso de emergencia pero no dan más de sí cuando se vuelven el contenido central y el fondo tampoco dice nada nuevo.

Aunque si un buen mood rockero acompaña se puede cantar casi lo que sea, como demostró Benson con su Whole lot better que, y salvando todas las distancias, remite inevitablemente al título de la canción de The Byrds. En este caso, la gente incluso se arrancó a corear sola. También triunfó Metarie, de la que Benson consigue sacar jugo sin caer en lo empalagoso y comercial de otros temas del último disco, empezando por el hit que le da nombre. Quizá el hecho de casarse y tener a su primogénito durante la preparación de este nuevo álbum le ha hecho pasarse a este rock pegadizo y de estribillos fáciles. Pero se compensa con Light of day, con toques de blues y country, o Keep me, que agradará a quienes esperen el estilo raconteur.

Ya llegando al ecuador del concierto, un Young Hines ataviado a lo Lennon vuelve a subir modestamente al escenario, pasando de ser espectador de primeras filas a coger el micro. Él y Benson consiguen hacer un dúo con más fuerza, sin que los varios acoples de sonido les impidan proseguir. Un tema más y se ausentan del escenario para volver con lo que el propio Benson tildó de “experimento”. “No sé ni cómo agararra esta guitarra” y, alguien con don de la oportunidad y acento británico, le grita desde abajo: “¿Quieres una taza de té?”. Con Hines a la guitarra, tocan Jet lag, entre un leve fallo, otra sonrisa, y un “Gracias por perdonarnos” a un público, en ese momento, entregadísimo. Después, la dedicatoria que no podía faltar (“This is for you all, Madrid”) para cerrar con un Hines esta vez a la pandereta y el tono fronterizo de Pretty Baby que, ojalá, hubiera estado más presente.

En fin, que vuelvo a casa pensando en la letra de uno de los temas más radiofórmula de Benson: “No sé lo que estoy buscando, pero sé que quiero buscar un poco más.” Aunque musicalmente agradecida por este último: “Got a hole in my head ‘cos of you and the blood is running red”.

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