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Bob Dylan. 50 años de su debut

BOB DYLAN

Es uno de los mitos vivos de la música. A principios de los sesenta, Bob Dylan era un chico de 20 años recién llegado a Nueva York que deambulaba por los locales de música folk con una guitarra, una armónica, y su voz. Su inconfundible voz. Una voz por la que aparentemente, nadie en la escena discográfica apostaba un duro. Hasta que llegó John Hammond con un contrato de Columbia Records debajo del brazo. Hoy hablamos de la primera época de uno de aquellos tipos que cambió el rumbo de la historia de eso que hoy en día llamamos música pop.

En aquella época, el Greenwich Village neoyorquino era un ir u venir de bohemia. Los artistas, músicos y poetas más variopintos poblaban Washington Square y los locales de música en vivo de la zona. Uno de esos músicos era un tal Robert Zimmerman, un joven extrañamente carismático y oportunista que se hacía llamar Bob Dylan. Procedía de un pueblo de paso llamado Hibbing, en el estado de Minnesota.

Aunque él solía falsear y hacer más interesante su biografía, la realidad es que su lugar de procedencia era uno de aquellos sitios poco interesantes, uno de aquello lugares donde casi nunca pasa nada. “Allí no podías ser rebelde. Hacía tanto frío que no podías ser malo” recuerda el músico en el documental No Direction Home de Martin Scorsese. “Empecé a escuchar la radio y me aburrí de seguir allí”.  Cuando aún era adolescente, había descubierto la música country, el folk y el rhythm’n blues a través de las ondas hertzianas, justo cuando el rock and roll empezaba a impactar en la cultura juvenil americana. Como muchos otros jóvenes del país pero pocos jóvenes en Hibbing, Minnesota, Bob comenzó a tocar la guitarra y a juntarse con otros de su misma calaña.

Fue en su breve época universitaria (donde no se dejaba mucho ver en las aulas de la Universidad de Minnesota) cuando se enamoró de las canciones y la figura del mítico cantante folk Woody Guthrie. Dylan, en aquel momento, no destacaba por ser el mejor. Tampoco era el peor. Pero su ambición era grande: quería estar entre los mejores, acumular experiencias, canciones, historias que contar… y Woody Guthrie era un manantial para una mente inquieta apasionada por las canciones tradicionales de su país, esas que pasan de boca en boca y de generación en generación, con la simple ayuda de una voz y una guitarra.

Pronto decidió largarse y probar suerte en Nueva York. Era el año 1961.

Empezó a tocar de inmediato. Sin duda había acudido al lugar adecuado;  a los pubs del Village, en el corazón de Nueva York. Efectivamente, allí había muchos de su calaña, tanto jóvenes promesas como perros viejos de vuelta de todo. Todos ellos enamorados de la música y las canciones populares.

Tras muchísima insistencia, convenció al dueño de uno de los locales más importantes de la zona, el Gerdes Folk City, para que le dejara actuar dos semanas de prueba. Durante esos días, tuvo el honor de compartir escenario con John Lee Hooker. “No tuve ninguna ambición hasta que empecé a trabajar más y más”, recuerda Dylan en la cinta de Scorsese. “Me preguntaba cómo se grababa un disco, cómo llegaba la gente a hacer eso. Siempre había cazatalentos en los clubs, pero nadie había hablado conmigo directamente sobre grabar discos. Así que pensé que no querían grabar mi música”.

Las producciones de la época estaban pobladas de canciones con voces melódicas y agradables al oído… y no, la de Dylan no era una de esas voces. La discográfica especializada Folkways Records rechazó de plano un contrato con él, por mucho que su amigo Izzy Young (el mismo que le había dado la oportunidad de tocar en el Gerdes Folk City) insistiera. Las gestiones de Izzy Young tampoco funcionaron a la hora de recomendar el fichaje de Bob Dylan a los chicos de Vanguard Records, el sello en que militaba Joan Baez. En Vanguard Records no fichaban a tipos raros. “El mundo de la canción folk era comercial, para públicos jóvenes. Tenían discos en las listas de discos”, recuerda Dylan. “Y luego estaba el lado intelectual, donde la gente se quedaba sentada a escuchar. Yo no encajaba en ninguno de esos lados”.

Todo cambió con la llegada a escena de John Hammond, descubridor de Billie Holiday, Blind Boy Fuller y Lena Home, entre otros. Había leído una crítica muy positiva en The New York Times del concierto que Bob Dylan había ofrecido la noche anterior. Hammond se interesó por el joven cantante y le preguntó si quería entrar en el estudio para grabar un disco con Columbia Records. Así, de sopetón. “Me pareció casi irreal” comenta Dylan en No Direction Home. “Quiero decir, nadie pensaba que ese tipo de música folk podría grabarse para Columbia Records”. Cuando Mitch Miller, director y A&R de Columbia Records, escuchó el nuevo descubrimiento de su amigo John, no podía dar crédito a lo que veían sus ojos. Aquel tipo no tenía nada en especial, era un chico raro, ataviado con una armónica y una guitarra y que encima, estaba dotado con una voz poco agradable al oído. Aparentemente, no había nada especial en él. Pero había que confiar en John Hammond.

Hasta que no pisó los estudios de grabación, Bob Dylan jamás le dijo una palabra a sus colegas más cercanos. Al principio, ni él mismo se llegó a creer que estaba a punto de grabar un disco para Columbia Records. Su primer álbum, de título homónimo, se grabó en seis horas, en tomas seguidas de guitarra y voz. Curiosamente, las canciones finales no eran muy típicas en su repertorio. Las conocía, pero no las había tocado demasiado en directo. Ejemplo de ello es su versión del clásico tradicional The House of the Rising Sun, una de esas canciones tradicionales que pasan de mano en mano. Los arreglos de Dylan eran una copia de los de su amigo Dave Van Rock, que tuvo que dejar de tocarla en directo porque el público lo acusaba de plagiar a Dylan. Unos años después, The Animals popularizarían la misma canción con esos mismos cambios de acordes y Dylan también se vería obligado a dejar de tocarla en directo, víctima de la misma acusación. Cosas del karma y del destino.

Pero el primer disco del Bob Dylan veinteañero está a años luz de lo que vendría por llegar en sucesivas ediciones. “Cuando recibí el disco y lo puse, quedé trastornado, quería olvidarme de él y hacer otro inmediatamente” comenta Dylan. “Me pareció que había elegido las canciones incorrectas y ya había compuesto algunas canciones propias que pensé que debería haber incluido”. El torrente creativo del músico americano acabaría por estallar. Poco después, llegarían clásicos del folk y de la canción protesta marca de la casa, como A Hard  Rain’s A-Gonna FallBlowin in the Wind, o The Times are A Changin. O la gran revolución  del pop (y del rock) gracias a la electrificación de su sonido, uno de los pilares fundamentales de la música de los años sesenta.

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