InicioConciertos - ArchivoAzkena Rock Festival (II): Ozzy Osbourne, tropezando con la misma piedra

Azkena Rock Festival (II): Ozzy Osbourne, tropezando con la misma piedra

OZZY OSBOURNE

Un año después se repetía la jugada. Ozzy Osbourne volvía a subirse al escenario de Mendizabala como cabeza de cartel del Azkena Rock Festival. Tras la cancelación de la mayor parte de la gira de Black Sabbath ha sido el propio Osbourne el que ha recogido el testigo y bajo el rótulo de Ozzy & Friends ha retomado sin ningún rubor el repertorio de la banda. Una excusa perfecta para tapar que, lo pinten como lo pinten, hace tiempo que el viejo rockero británico debería haber engrosado las listas del Inserso. Tres canciones duró el despliegue de feria de Osbourne que, en cuanto pudo, abandonó el escenario dejando que fueran otros los que llevaran el timón del concierto. Suerte que Ozzy sabe rodearse bien. Zakk Wylde y Geezer Butler (bajista original de Black Sabbath) fueron la gran atracción de un directo que amenazaba constantemente con naufragar. Este último protagonizó el momento nostálgico de un set que había comenzado con la proyección de imágenes sacadas del baúl. Pura naftalina audiovisual que sirvió para que muchos confirmáramos que, visto lo visto, quizá fuera mejor que Black Sabbath nunca volvieran a reunirse. A veces es mejor la nostalgia del recuerdo que comprobar que los ídolos de tu adolescencia se han hecho viejos y son incapaces de mantenerse en pie.

Sobre todo teniendo en cuenta que, apenas una hora antes, Zakk Wylde se había marcado el concierto de la jornada y, posiblemente, del festival con su banda, Black Label Society. Calaveras, bocinas, plumas de indio, amplificadores Marshall, guitarras afiladas y hasta un ejercicio de guitar hero que se alargó durante diez minutos y que, a pesar del despliegue virtuosístico, mantuvo el pulso de un concierto impecable. Pocos peros se le pueden reprochar a un Zakk Wylde convertido a estas alturas en uno de los guitarristas con más talento del universo heavy.

Otros que triunfaron a pesar de ser relegados a primera hora de la tarde fueron Lisäbo, banda revelación de los últimos meses en la escena independiente nacional. Su propuesta destructiva y árida fue capaz de dejar sin aliento a los cientos de personas que se congregaron frente al escenario principal de Mendizabala. Con una formación simétrica compuesta por dos bajos, dos baterías y dos guitarras, la banda vasca avasalla, penetra poco a poco provocando una hemorragia en el oyente difícil de tapar. También en el escenario, que acabó convertido en un amasijo de cables y platos rotos mientras el cantante apuraba un concierto que, de no haber sido por algunos problemas con una de las guitarras, hubiera sido para enmarcar.

Algo parecido les ocurrió a la otra apuesta nacional del día. Los madrileños Lüger coincidían en horario con la atracción del día, Ozzy y compañía. Quizás por ello salieron sin presión, dejando que el paso de los minutos terminara de domar su sonido. Canciones como Monkey’s Everywhere o Dracula’s chauffeur wants more se sumaron a la montaña rusa de esta banda que, a ratos juega con ecos floydianos, a ratos levanta un muro de kraut-rock instrumental.

La cuota experimental del día se completó con los norteamericanos The Mars Volta. Su set, centrado en su última referencia (Noctourniquet), resultó irregular, mostrando a unos Omar y Cedric sobrados de talento, aunque con falta de criterio para empalmar un concierto trenzado. Algo que no parece ser un problema para Danko Jones, que repitió una y otra vez la misma fórmula punk-rock durante su hora de concierto. Simple, sencillo y tremendamente efectivo; sobre todo, a esas alturas de la noche en el que uno quiere un buen chute de energía.

Él fue el encargado de cerrar una jornada que tuvo su dosis de elegancia con las actuaciones de Charles Bradley y Rich Robinson. El primero abrió la programación de la vitoriana Plaza de la Virgen Blanca con un soul que recuerda al Marvin Gaye más reposado, pero que cuando se sube a las tablas recoge la energía del funk. Poder negro para un superviviente de la música que, con más de sesenta años, acaba de editar su primera referencia discográfica. Sólo una más tiene en solitario Rich Robinson, viejo conocido de los azkeneros por ser guitarrista de los Black Crowes. El norteamericano aprovechó su paso por Vitoria para descorchar con gusto su último disco. Blues-rock de traje que sabe desmelenarse cuando la ocasión lo merece. Puede que algunos echaron de menos algo más de entrega, un pero que Robinson solucionó con una revisión de un tema clásico de Neil Young. Un aviso de lo que llegaría al día siguiente con Lynyrd Skynyrd y compañía.

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