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AZKENA ROCK: Blue Rodeo, Cheap Trick y Queens of the Stone Age se exhiben en la segunda jornada del Azkena Rock

Tras una primera jornada tremendamente concurrida, y con el poderío vocal de Glenn Hugues y el brioso repertorio de Black Country Communion aún disfrutándose en la memoria, sin despreciar brillantes arrebatos de The Cult, Ozzy o Kyuss Lives!, la segunda jornada del Azkena 2011 se presentaba con un cartel algo más heterogéneo que en el día anterior, y a juzgar por la respuesta del público, algo menos apetecible, ya que la afluencia de espectadores descendió ligeramente. Pero, una vez más, acercarse a Mendizabala volvió a ser la mejor opción posible para cualquier amante de la música más real. Y no hubo que esperar mucho para percibir que una banda se encargaba de devolver, a bocajarro y corazón abierto, el importe de todas y cada una de las entradas. Ese instante llegó tras el concierto de los vizcaínos Riff Truckers, mediada la tarde. Ese glorioso obsequio cayó del cielo vitoriano con una exhibición de los canadienses Blue Rodeo.

El año pasado, esta veterana banda de country-rock, considerada (merecidísimamente) fuente de inspiración para referencias actuales del género como Wilco o The Jayhawks sonó un poco a medio a gas en su gira por España. Y era comprensible, uno de los dos líderes no pudo tocar en esos conciertos, y el repertorio y la ejecución de los temas se resintió, inevitablemente. Ayer, en cambio, sí pudo acompañar al otro cerebro y alma de la banda, Jim Cuddy, y la mejoría fue ostensible. Hubo más riqueza, más registros, más hondura. Til I Am Myself Again fue una delicia de rock atemporal, ojalá todas las canciones de regusto americano que proliferan en la actualidad se pudieran sentir tan honestas, tan cálidas. No faltaron, además de los lances melódicos habituales del grupo, pasajes de mucha garra rockera. Pero el broche se erigió como el episodio a recordar de por vida de la actuación, y quizá también de todo el Azkena. No ha existido hasta el momento en esta edición una ejecución tan emocionante, tan hipnótica, como la que cuajó esta banda con la última canción del concierto, Lost Together, una joya que te envuelve, te desarbola, y que en un mundo justo debería ser un himno, un clásico, como el Himno De La Alegría, la Novena Sinfonía o La Marsellesa. Aunque a su forma, habitando en las entrañas de muchos fans, quizá lo sea.

Tras el precioso concierto de Blue Rodeo, golpe de timón con el rockabilly desencajado de Reverend Horton Heat. Fue decepcionante. La actuación no capturó ni la tercera parte de la abrasión sonora de este grupo. El sonido fue bajísimo, de una languidez desesperante, y tampoco se percibió un excesivo entusiasmo en el trío. Su trallazo Galaxy 500 es tan sumamente bueno que se disfrutó, pero con muchas reservas. Ni la trillada Folsom Prisom Blues, de Johnny Cash, elevó mucho el termómetro. Afortunadamente, y tras un intenso concierto de Atom Rhumba, el Azkena deparó otro de los grandes momentos de la jornada, quizá el que más histeria (comprensible) desató hasta Queens Of The Stone Age. Y es que ojalá todo el pop adrenalínico sonara con el filo, con el espíritu rockero, que exhiben Cheap Trick. Los de Chicago se metieron en el bolsillo al público desde el primer aldabonazo, Hello There, donde Rick Nielsen ya instaba a los fans a rockear hasta el final. Y así fue la actuación, dulce pero explosiva, como una bomba envuelta en terciopelo, como el repertorio de esta pintoresca y magnífica banda. Surrender, evidentemente, provocó el delirio. La canción más vitoreada del festival, seguramente. El sonido de que dispusieron fue tremebundo, por cierto.

Bad Brains, desbocados, y Primus, con una puesta en escena maravillosamente extravagante, también convencieron a sus fans, aunque sus apuestas sean de digestión complicada para los no iniciados. Primus, en particular, con esa mezcla tan personal e insobornable de funky y rock dejó en la retina de muchos, por encima de todo, el virtuosismo de Les Claypool con su bajo, es insólito ver a alguien tocar ese incomprendido en muchas ocasiones instrumento como si fuera Jimi Hendrix con una guitarra, sacando petróleo y sangre de sus cuerdas.

Y, sin desdeñar el epílogo de Clutch, con su polvoriento stoner haciendo las delicias de sus adeptos, el último capítulo memorable de este segundo día lo protagonizó Josh Homme al frente de Queens Of The Stone Age. No resultó tan espectacular como el de 2005, concierto que está en el pedestal de la mayoría de los asiduos a Vitoria, pero el ex guitarrista de Kyuss volvió a destaparse como uno de los grandes pesos pesados, en toda la extensión de la expresión, de la música actual. Toca la guitarra desmesuradamente bien, canta con bastante menos talento pero con magnetismo, con cierta personalidad, y posee carisma. Pocas bandas actuales suenan con tanto nervio y vida, con tanto esplendor. A veces se enfangan en composiciones huecas, desnortadas, pero cuando dan en la diana el clamor es absoluto, y justificado. Eso sucedió con Feel Good The Hit Of Summer, el momento álgido del show, quizá la canción más mortífera de su repertorio. Song Of The Dead, Better Living Through The Chemistry o Mexicola fueron otros lances abrasadores a rescatar de una segunda jornada que volvió a satisfacer al público y a agrandar la leyenda vitoriana.

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