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Anna Calvi en la Sala Wah Wah, Valencia

ANNA CALVI

Fotos: Christian Bertrand

Empieza el concierto igual que empieza el disco: con Rider to the Sea. Anna Calvi en su máxima expresión, deslizando frenéticamente los dedos de la mano izquierda por el mástil de la guitarra y, con la mano derecha, acariciando las cuerdas como nunca habíamos visto hacerlo a nadie. Los ojos azules –cerrados- miran hacia el techo, con una expresión tensa en la cara, el pelo perfectamente recogido en un moño y esta vez vestida de negro, no de rojo. Y con el amplificador sonando a todo volumen delante de nosotros se nos pone la piel de gallina, nos estremecemos y no podemos dejar de mirarla. De repente se acaba la canción, y las 200 pesonas que estamos en la sala Wah Wah empezamos a aplaudir histéricamente.

 ¿Y qué sabemos de Anna Calvi? Pues bien, Anna Calvi es esa inglesa de padre italiano que el año pasado sacó un disco al que puso su nombre. Anna Calvi es esa chica que cada vez que sale al escenario alguien dice «anda, pues es más bajita de lo que pensaba». Personas como Nick Cave o Alex Kapranos admiran a Anna Calvi. La primera vez que la vi en concierto fue el pasado verano en el FIB, al aire libre, de día y a veinte metros de distancia. Ahora la tenemos a menos de un metro de distancia, en una sala minúscula y con los focos dándole en la cara. Francamente, teníamos mucha curiosidad por saber cómo sería esto, por cómo ella, con toda su elegancia, iba a meterse en un antro como este. Y nuestras expectativas se ven cumplidas: Anna Calvi es mucho más espectacular de cerca, su voz parece que va a salirse de la sala echando la puerta abajo, así de brutal es. Y sí, es brutal, pero de una brutalidad contenida y delicada. En una ocasión dijo «Quiero que quien venga a mi concierto vea la música», y con ese objetivo sale al escenario.

Después de Rider to the Sea continúa con No More Words, y si con Blackout se te ocurre mirar alrededor, ves a todo el mundo en la sala con la boca abierta. En I’ll Be Your Man volvemos a comprobar el dominio de Anna Calvi sobre la guitarra. Ella no toca la guitarra, ella utiliza la guitarra, la eleva a otro nivel.  Empieza First We Kiss y, aunque sea ella quien concentre nuestra atención, tampoco podemos olvidarnos de Mally Harpaz al harmonium, ese instrumento que es como una caja y que ella toca como en una especie de trance, y Daniel Maiden-Wood, el tío que parece sacado de un capítulo de Buffy Cazavampiros y que sabe encajar perfectamente su batería con la voz de Anna Calvi. Ahora nos sorprende con una versión de Elvis: Surrender, después vienen Morning light, Suzane and I y Moulinette, con la que nos quedamos con la boca abierta por enésima vez.

Con Desire vemos un fenómeno que suele repetirse en todos sus conciertos: la gente intenta cantar la canción, pero es imposible hacer algo con tus cuerdas vocales que suene mínimamente a Anna Calvi, así que el público parece un rebaño de ovejas a coro. Y con la explosión de aplausos que produjo Love Won’t Be Leaving, se despiden y abandonan el escenario. Minutos después, el público sigue aplaudiendo así que salen a por el bis dejándonos Jezebel.

Después de una hora de concierto, después de una hora con los pelos de punta, vamos a la puerta del camerino, y ahí está Anna Calvi, rodeada de gente haciéndole fotos y pidiéndole que firme cosas. Ojalá la volvamos a ver pronto.

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