Más de 160 conciertos tienen a su espalda María Arnal i Marcel Bagès, acumulados en la gira de presentación de un disco –su primer LP, 45 Cerebros y Un Corazón– que, inicialmente, había sido pensada para un año, pero que finalmente se ha extendido al año y medio de duración.
Una retahíla de conciertos -«unos tres a la semana«, me indica María por teléfono–, que han servido a la catalana para «hacer tablas» sobre el escenario y aprender «sobre la marcha«, especialmente tratándose de alguien que, hasta entonces, no había tenido un proyecto musical profesional.
«Mi familia siempre ha estado muy relacionada con la música; yo no lo había hecho de forma profesional pero sí había cantado en el coro de la escuela, por ejemplo». Arnal estudió literatura y traducción en la universidad, y posteriormente un máster de traducción y dramaturgia, así como un año de antropología. Pero fue a causa de una rotura de fémur, que la inhabilitó para trabajar durante un tiempo, por la que comenzó a plantearse hacer de la música algo profesional. Entonces conoció también a Marcel Bagés, comenzó a indagar en grabaciones de campo y archivos sonoros de la Península Ibérica y empezó a estudiar música y canto.
«Desde ahí, todo ha ido muy rápido», confiesa. Primero fue el EP Remescles, Acoples i Melismes (2015, autoeditado), seguido de Verbena (2016, Compartir Dóna Gustet-Fina Estampa), que plantaban ya la semilla que florecería en su primer largo: 45 Cerebros y Un Corazón (2017, Fina Estampa), un trabajo en que sonidos de la tradición ibérica –jotas, fandangos, flamenco– se funden con la electrónica para rescatar poemas populares y crear nuevas melodías o letras que hablan sobre la memoria, la sociedad e incluso el amor. Dos idiomas, catalán y castellano, conviven también en el álbum, algo que «surgió así, sin intención».
La buena acogida de las letras catalanas en sitios como Madrid fue, de hecho, «una sorpresa total» para el dúo. «El año pasado ha sido muy duro en términos de nacionalismo, y fue maravilloso poder ir a Madrid y que la gente se supiese de memoria la letra de canciones como ‘A La Vida'», tema nacido a partir de un poema del cantautor valenciano Ovidi Montllor.
«Esto nos hace darnos cuenta de una realidad que no se ve, absolutamente contraria a lo que nos muestran los medios de comunicación» y que, a juicio de Arnal, demuestra la riqueza innegable de la diversidad lingüística.
Entre archivos y fonotecas
El archivo sonoro y la reflexión sobre la realidad son las herramientas de las que parte este proyecto, para moverse hacia diversas direcciones sonoras y conceptuales –la canción tradicional, los samples y loops de voz y guitarra, el spoken word británico…–.
Arnal descubrió el mundo de las grabaciones de campo mientras trataba de realizar una genealogía familiar. Así se topó, entre otras fonotecas, con el trabajo del musicólogo Alan Lomax (1915-2002), quien dedicó gran parte de su vida a viajar por el mundo para recoger muestras del folklore musical de numerosos países, entre ellos, España en los años cincuenta.
María Arnal y Marcel Bagés no trabajan el archivo desde un prisma «nacionalista, etnográfico o antropológico». Ellos se sitúan en una posición distinta, desde la que «aprender del archivo» y quedarse con aquellas canciones, aquellos giros sonoros, ritmos o formas de cantar que les gusten para ver cómo pueden usarlas desde el presente.
45 Cerebros y Un Corazón se nutre del folklore más allá del flamenco, que «muchas veces» copa la noción de la música tradicional en España. En este sentido, sin ser «intención premeditada» del grupo, el álbum puede llevar a un replanteamiento de la cultura tradicional y desvanecer prejuicios existentes sobre el folklore, «que aún se relaciona como algo casposo, muy presente durante la dictadura y que se trató de negar durante la apertura posterior en los años 70 y 80».
«Hay tantas cosas a las que uno se puede amarrar en este proyecto, que es posible que haya quién pueda conectar con esa parte del archivo y la música tradicional para decir: ‘Oye, ¡qué raro esto que suena a flamenco, pero es en catalán!’, o ver la lengua catalana de otra manera», reflexiona la cantante.
De España a Kazajistán, pasando por América
Durante este año y medio de promoción, Arnal i Bagés han llevado su propuesta más allá de las fronteras españolas, llegando a distintos puntos de Sudamérica, Estados Unidos, Rusia o Azerbaiyán, algunos de los cuales aparentemente distantes de la tradición ibérica que permea el disco: «Damos mucha importancia a las letras de los temas, y nos dimos cuenta de que la música puede llegar anteponerse. Muchas veces, de hecho, era la intención o el sentimiento lo que hacía que funcionasen. En Perú o en Paraguay, la acogida fue espectacular. Nueva York también fue súper bien, con muchos españoles, que trajeron a sus amigos; incluso en Kazajistán, nos sorprendió la acogida: al terminar, una señora pidió un micro para decir que no había entendido nada pero que le habían tocado el alma las canciones«.
En su origen, «los temas no pretendían llegar más allá de nuestra pequeña comunidad en Barcelona», algo que han logrado «sin nunca hacer campañas de promoción, ni comunicación super ‘jartas’, ni una multinacional detrás metiendo dinero», lo que demuestra que «todo el mundo que está ahí, y a quién interesa este proyecto, se implica de verdad«, concluye Arnal.
Al terminar, una señora pidió un micro para decir que no había entendido nada pero que le habían tocado el alma las canciones.
Los directos del dúo completan, como una capa más, la experiencia de escuchar el álbum. En ellos, la melismática voz de Arnal es arropada por la guitarra y elevada entre los pedales de Marcel Bagés, y entre canción y canción, la cantante aprovecha para presentar los temas: esas historias, esos archivos y esas motivaciones que se pueden conocer rascando a través de ellos.
Se trata de una forma de afrontar el directo que «tiene que ver con el trabajo de presentación» de lo que son Maria Arnal i Marcel Bagés en este 45 Cerebros y Un Corazón: «en vez de esconder las referencias de nuestro trabajo, estas nos sirven para situarnos en un lugar distinto de aquél en que ‘a priori’ nos podría ubicar quien nos escucha».
Además, a nivel de puesta en escena «permite crear una dinámica», que Arnal concibe en un lugar limítrofe entre el espectáculo y el concierto, donde la explicación de las canciones se integra como un total con la interpretación de las mismas: «es una forma de hilar todos los caminos que se abren con las canciones, las conexiones que se establecen entre ellas, sus historias creativas y enganchar con el público también». Un amalgama de sonidos, letras e inquietudes que comienza desde la propia carátula del álbum, concebida como un «rasca-rasca» que invita a descubrir su título.
Y cada uno de los más de 160 bolos que han dado en el último año y medio han sido especiales, según reconoce la cantante de Badalona. «En ellos, la gente entra en una suerte de hipnosis. Hay algo muy especial y potente en lo que ocurre ahí, y mira que nosotros no hacemos música de baile».
A medida que se acerca el final de este proceso, Arnal reconoce, cada vez más, «lo especial que está siendo». El pasado 1 de noviembre, el Día de los Muertos, dieron «el cierre simbólico» a su gira, en un concierto en la fosa común de La Pedraja, en Burgos, donde en 2016 se encontraron decenas de cuerpos y un corazón conservado de manera única –«cual cuerpo de Faraón»–: un hecho que dio pie al título del álbum y la letra del tema homónimo, 45 Cerebros y Un Corazón.
Valencia, Oviedo, Girona, Madrid, A Coruña y Sevilla son los próximos y últimos pasos de la gira del dúo catalán, que ya tiene ganas también «de volver a la caverna», donde gestar nuevas fórmulas sonoras, para luego volver a la superficie y mostrar lo que han hecho. Si bien ya tienen algunas canciones entre manos–¿quizás el tema Big Data, presentado en alguno de sus últimos bolos?–, «hace falta aún una rutina de trabajo que permita volver a grabar cosas y producir material de forma más continuada», asegura Arnal.
Parece que la indagación en el archivo sonoro peninsular ya no centrará el próximo proyecto de los catalanes, «al menos de la manera en que se ha abordado hasta ahora», aunque Arnal no descarta mantener el poso crítico y reflexivo que han mostrado sobre la realidad. Sin embargo, todos son supuestos y posibilidades aún, y la cantante de Badalona prefiere mantenerse en la sorpresa: «cuando uno esta creando, el resultado puede ser infinito».
Yo le pregunto si seguirán, al menos, explotando esa mezcla de folk y electrónica, que cada vez parece ocurrir más tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, pero María Arnal no deja nada claro: «podría ser una idea, trabajar toda la parte rítmica, pero vamos a ir viéndolo», concluye antes de despedirse con un «hasta la próxima».
La próxima, para mí como otros muchos, será en el Teatro Apolo de Madrid el próximo 12 de noviembre. Y la siguiente, esperemos, a la salida de esa caverna creativa y con nuevo –y prometedor, ya lo digo– disco entre manos.