Iciar Bollaín, mujer todoterreno, actriz, directora, guionista… Vuelve a la carga con el que es ya su sexto largometraje: Katmandú, un espejo en el cielo. La cineasta nos presenta a Laia, un personaje cuya vida se inspira en la de la maestra catalana Victoria Subirana, Vicky Sherpa. Una vida llena de retos, una historia de superación… Años 90, Laia, a quien da vida la actriz Verónica Echegui, viaja hasta Nepal con un solo objetivo: quedarse y crear una escuela para los niños más necesitados. Iciar Bollaín construye todo su argumento en torno a este personaje tan rico. Crazyminds tuvo el placer de charlar con la directora sobre esta heroína en la pantalla, sobre la heroína en la vida real, Vicky Serpa, y sobre ese viaje tan maravilloso que nos propone hasta Katmandú.
CrazyMinds: Has dejado claro en numerosas ocasiones que Laia no es Vicky Sherpa, pero sí es verdad que Vicky ha estado alrededor del rodaje, que ha visto la película, ¿cuál fue su reacción cuando le mostrasteis el resultado?
Iciar Bollaín: Pues ella está en Nepal, trabajando en un proyecto nuevo. Entonces el productor, Larry, tenía que ir para allá a verla a ella y a hacer otras cosas. Fue entonces cuando le enseñó un dvd del montaje, pero ni siquiera tenía música, ni tenía la fotografía tratada… ¡Ella me mandó un mail y me dijo que estaba entusiasmada! Efectivamente no es su vida pero sí que recoge mucho el espíritu con el que arrancó aquel proyecto educativo. Pero por ejemplo vino al rodaje y vio la escuela y decía, ‘¡pero si las clases no eran así!’, y yo, ‘Vicky que ya te lo he explicado que no iban a ser así’ -risas-. Ni el método Montessori sale como es el método Montessori, ni su método sale… Los colores, por ejemplo, los materiales Montessori tienen unos tonos muy chillones y eso visualmente en cine es muy agresivo, los transformamos… Además una clase Montessori es súper organizada y en la película, ¡los niños se lanzan los materiales! Por eso, me he inspirado en ella, pero el que quiera encontrar la vida de esta mujer y su método tendrá que ir a buscar en un documental. Yo le decía: ‘tú no te preocupes porque lo que estamos transmitiendo es el valor de la educación por otros caminos. Esto es una interpretación’. Como sí que vio que se muestra la educación de los niños y tal pues se quedó muy tranquila.
CM: Queda claro entonces que no vamos a ver una biopic de Vicky Sherpa en ‘Katmandú, un espejo en el cielo’.
IB: No es una biopic, esta mujer ha tenido una trayectoria muy larga, sigue trabajando, las cosas evolucionaron. Esto realmente recoge el principio, un principio que se parece pero que no refleja cien por cien lo que le pasó. Por ejemplo ella sí tuvo hijos y Laia no los tiene… Hay muchas cosas que no coinciden.
CM: Hablando del personaje de tu película, de Laia, ¿crees que es válida socialmente una obra tan personal? ¿No es un poco omnipotente?
IB: Yo creo que el personaje es un poco naíf. Se hace el planteamiento de montar una escuela con sus ahorros y va encontrándose con problemas. Es una persona que no responde a ninguna ideología política, no pertenece a ninguna organización, no tiene tampoco una motivación religiosa… Entonces claro, se aproxima a esto de una manera absolutamente personal, kamikaze, por una conexión que hace con los niños. Ella también ha sido ‘paria’ de alguna manera y conecta con esos niños. Lo que a mí me parece bonito es cómo se va dando cuenta de que sola no puede, necesita ayuda. Tú como espectador ya dices ‘sola no va a poder’, y lo que ves es cómo ella se da cuenta. Es que querer cambiar toda una situación tú solo… Es muy naïf. Tiene una parte de inocencia, pero esa inocencia tiene una doble cara: tiene por otra parte una energía y una vocación muy bonita, la de querer cambiar cosas. Otra cosa es cómo lo haga y si no lo haría mejor acompañada. Desde luego yo también me lo pregunto.
CM: ¿Por qué esa obsesión de meter a los españoles en otro contexto?
IB: ¡A mí me fascinan los españoles por el mundo! -ríe-. Siempre que me los encuentro me encanta que me cuenten qué hacen allí, cómo viven… Españoles o lo que sean, podría ser también un holandés en Senegal. Yo creo que mostrar la gente en otro lugar es muy interesante, te obliga a muchas cosas. Piensas a veces, de forma un poco prepotente, que tu cultura es mejor, te encuentras con la otra, tienes que entenderla, tienes que aprender a no juzgarla. Yo creo que ese proceso es apasionante. Pero estas dos últimas películas la verdad es que me han encontrado a mí, no es que yo las haya pensado a priori. El guión anterior de Paul Laverty –También la lluvia-, me lo propuso, me pareció fabuloso, una aventura de película que valía mucho la pena. Y cuando estaba terminando También la lluvia, me vino el productor Larry Levene con esta propuesta, con el libro de Victoria Subirana, para hacer una adaptación, una inspiración, lo que quisiera… ¡Y me fui a Nepal! No había estado nunca, no se me había ocurrido nunca ir a Nepal, pero de repente me pareció muy atractivo.
CM: El productor, Larry Levene, ha producido sobre todo documentales, ¿eso se nota en la elección de localizaciones, en el trabajo de arte, el documental y en definitiva, en la calidad final?
IB: Larry conocía Nepal de hacer documentales pero yo creo que él pensaba que iba a ser más fácil de lo que ha sido. Porque para un documental van cinco o seis personas, no hay apenas qué tocar, la realidad no la tocas en un documental. Creo que esto ha sido un poco una sorpresa para él, el ver hasta qué punto era complejo. Para empezar había que cambiar las cosas, había que encontrar localizaciones que representaran ese Katmandú de hace 20 años. El casting yo creo que él tampoco se había imaginado que iba a ser tan complejo. Allí hay una industria pequeña y en seguida vimos que algunos de los perfiles que buscábamos no estaban entre los actores. Pero por otra parte ha sido muy útil su conocimiento del Himalaya. Él conocía el pueblo donde hemos rodado, de hecho está preparando una cosa nueva allí, en Mustang.
CM: No has optado en el rodaje por el tema cromático sino por una estética más asemejada al documental, ¿no hay una tentación de mostrar esa belleza de forma más vistosa?
IB: Es una película muy realista, trata sobre alguien que va allí y se encuentra con una realidad. Si tu esa realidad la decoras… Sí hay una tentación, pero más que mía, que yo soy más parca siempre, hay una tentación quizá del equipo, que de pronto tiene delante un lugar bello y lo quiere mostrar bello. Eso me ha pasado toda la vida en el cine y aquí quizá era más evidente. Pero creo que vas contra ti si intentas decorar la realidad. Por ejemplo, hubo un momento en el que teníamos que hacer una cremación que se podría haber hecho muy decorada, pero no se ajustaba a la realidad de allí. Allí solamente las cremaciones de reyes y altos cargos llevan flores, llevan una especie de tenderete de tela blanca que visualmente es precioso. Sí que había una tentación por parte del operador, que es más estético. Me decía, ‘pongámoslo así’, y claro, la responsable de arte y yo le decíamos, ‘es que así solamente queman a los reyes’. Decía él, ‘pero esto es una película’. Es una película pero, ¿qué quieres contar con tu película? Lo puedes hacer, pero a mi siempre me parece que si te mantienes más pegado a la realidad que estás contando vas a ganar más. Para mí el paisaje humano de la película, aquellas mujeres que viven en las chavolas, aquellos niños… creo que eso llega más, que las caras de la gente y las cosas como son tienen mucha belleza. Me pasó también en Bolivia, son ellos, son sus caras, son sus voces. Eso tiene mucha riqueza, no hace falta adornarla. Este es un debate que tengo en cada película porque cuando ves algo bonito tiendes a sacarle lustre.
En la película se refleja muy bien ese choque cultural, el sistema educativo… Con la crisis estamos muy sensibles al respecto. Viendo la realidad de allí, ¿se valora de otra forma nuestro sistema?
IB: Una de las consecuencias, de las muchas que está teniendo la crisis, es que se recorte en educación y en sanidad, que son dos logros. El no tener una sanidad pública y una educación pública lo único que hace es abrir más la brecha. Porque al final el que puede paga, y el que no puede, ¿qué? Se queda atrás. Es terrible que a costa de la crisis también perdamos esto que se ha conseguido, es un logro de la sociedad, del estado de bienestar. Yo creo que hay que defenderlo con uñas y dientes, porque es un derecho y porque además es la única manera de que un país progrese, de que haya igualdad. Y más cuando vienes de un país como Nepal… Aquí tienes un centro de salud al que tienes derecho a ir en cualquier momento, porque tu madre está mal, tu hijo está mal, tú estás mal… Eso tiene un valor. Cuando ves allí que la gente no solamente tiene una mala sanidad sino que además la tiene que pagar, no solamente tiene una mala educación sino que tampoco es gratuita… Eso es una brecha insalvable, eso va a dejar atrás a una gran parte de la población, y el país tampoco va a salir de esa situación, siempre va a haber una masa que no pueda avanzar. La palanca de cambio social desde luego es la educación.
Después de tanto esfuerzo por parte del equipo, ¿no esperabas más candidaturas a los Goya de este año?
IB: Para poder entrar en estos Goya hemos hecho un pequeño ‘estreno’ en el año 2011. La gente de la Academia ha tenido un montón de pases, pero nunca tienes el mismo eco que cuando estrenas de verdad. Entonces me pareció difícil, a pesar de que había habido seis o siete pases, que sin acompañarte de un estreno, de unas críticas, de un poco más de ruido, tener más nominaciones. Así que dos me parecen muy bien. Lo que pasa es que te da pena porque hay un trabajo, un esfuerzo, el ir hasta Nepal… Es una película de época, porque está contada en los primeros 90. Eso supone que Katmandú es otro Katmandú, lleva una trabajo de arte, de vestuario… Por eso te gustaría que la gente que se ha metido contigo en la aventura tuviera su nominación, pero todos sabemos que esto es unos años sí y otros no.