Hoy analizamos el regreso del trío escocés Young Fathers, tan acelerado como necesario y acertado. Con dos EPs en la calle en 2012 y 2013, los de Edimburgo se lanzaron el año pasado a publicar su álbum debut; Dead, el cual comentamos aquí, y fue bien recibido por la crítica, pero peor por el público en comparación con sus trabajos anteriores. Aun así, Dead les llevó a ganar el Mercury Prize (Alt-J, Arctic Monkeys, PJ Harvey…) como mejor álbum de Reino Unido, por delante de trabajos como el de FKA Twigs o Kate Tempest.
Una de las cosas que personalmente más me asustaron fue lo poco que han tardado (estando de gira además) en continuar su primer álbum. Parecía un movimiento casi comercial, dejando a la banda en una posición poco favorable. Pero escuchando este White Men Are Black Men Too, podemos adivinar o pensar que simplemente se trata de un momento de inspiración. Este segundo álbum es otro movimiento hacia adelante en la carrera del trío, cosa que su predecesor no fue. En este caso, la crítica no ha tardado en jactarse y comentar lo pop que es este disco, llegando a calificar a Young Fathers directamente fuera del género del hip hop, pero lo que han hecho va más allá, vienen mucho tiempo mezclando géneros y en este nuevo ejercicio han sido capaces de combinarlos de manera mucho más acertada que en cualquiera de los anteriores, creando un compuesto misceláneo de géneros postmodernos y, para gusto de muchos oyentes, dejando estéril la clasificación genérica.
Es interesante que después de pulir su sonido en Death, limpiarlo y dejarlo accesible, vuelvan de cabeza al lodo con otra grabación lo-fi y sucia, repleta de distorsiones y sonidos bastos, pero cuando se salta la primera barrera todo resulta mucho más convincente. Young Fathers crean una atmósfera oscura pero divertida, contagiosa y bailable (su directo debe ser muy interesante) con un sonido maléfico y profundo, mucho más impredecible de lo que solemos oír saliendo de su país. Este White Men Are Black Men Too es un álbum experimental repleto aun así de hits y canciones que disfrutar individualmente, entre ellas la apertura, 27, Feasting, Sirens, Nest o Get Started… Si se escucha con un mal equipo, al igual que toda grabación lo-fi, quedará en un sonido plano y que no aporta nada, a pesar de sus beats salvajes y coros seleccionados de manera magistral, pero en cuanto se escucha con el suficiente alcance, los detalles y las pocas pistas desprenden una riqueza estilística muy por encima de la media, a pesar de sonarnos conocidos, de sonarnos típicos, la experiencia que por momentos roza el rito tribal acaba siendo única, y es que mola pasar un rato invocando algún tipo de espíritu o criatura junto a estos tres de Edimburgo.
A pesar de todo lo comentado anteriormente, lo mejor de este álbum es escuchar y contemplar la ¿celebración? de los Young Fathers, que por momentos parecen eufóricos en sus canciones, aceptando influencias gospel, poperas y de soul entre cutres sintetizadores y ese ruidito de fondo que casi echamos de menos al final del disco. Podemos suponer la euforia que llevarán encima y la emoción que les producirá el estar girando por todo el mundo, recibir premios, estar inspirados y ganar fans todos los días, y con ello entender que este White Men Are Black Men Too es más una celebración racial que un ataque en sí, y que tampoco les sienta tan mal ese toque fresco a toda su oscuridad, incluso suena al final hasta coherente.
Young Fathers han conseguido darle un mismo sonido a 40 minutos de música, unificar lo mejor de su estilo y convertirlo en algunos hits, celebrando con un muy buen álbum su estado de gracia, que esperamos no acabe, pero siga mejorando, porque parece que los escoceses tienen fondo de armario para rato.
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