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Veronica Falls – Waiting For Something To Happen

De entre la maraña de grupos con ascendencia sesentera y setentera, reunidos bajo las etiquetas shoegaze, twee pop, C86 y demás, se hace difícil destacar un grupo, en parte porque las influencias que manejan tienen un sonido muy concreto, y al quedar el terreno tan delimitado no queda mucho terreno para la innovación. Por otra parte, esta limitación hace difícil en ocasiones desbrozar el grano de la paja, tal es la similitud del sonido, y puede hacer extraviar a grupos interesantes del radar. O, lo que es peor, colarnos equivocadamente a los mediocres.

Este no es el caso de Veronica Falls, desde luego: Waiting For Something To Happen (Bella Union / Slumberland, 2013) supone un trabajo firme y decidido en la consecución de ese concepto tan huidizo como puede llegar a ser el sonido propio. Limando el lo-fi de su disco debut, cuya urgencia otorgaba (a pesar de que factores externos jugasen un papel decisivo en su ejecución) al grupo el encanto de la ingenuidad juvenil, el sonido diáfano que imprimen en este segundo largo despeja de forma exponencial el camino a la construcción de la melodía pop perfecta. Veronica Falls suenan aquí asentados: las canciones fluyen con la naturalidad y la sencillez pop tan difícil de conseguir, la que engrana los elementos como un motor bien engrasado, tal como si el ansia típica de la carrera al éxito, auténtica fuerza entrópica en la evolución de los grupos, no existiese, y tuviesen claro su lugar y el camino a emprender.

El disco se abre con un gran fresco eléctrico como es Tell Me, tarjeta de presentación y paradigma del tono de este Waiting For Something to Happen. Con una introducción reposada (no en vano es la segunda canción más larga del disco, una de las pocas que superan la marca de los tres minutos) con ecos tanto del surf rock como de las aristas made in Velvet Underground, toma impulso hacia una exposición diáfana que recuerda a los mejores momentos de los primeros Beatles. La voz de Roxanne Clifford brota (que no irrumpe; imposible con una voz tan melodiosa) cristalina, nítida y, aun así, supeditada a su papel melódico en el desarrollo, mientras que su guitarra y la de James Hoare despliegan un duelo de punteos que haría las delicias de George Harrison: sencillez, chispa y precisión.

Como precisos son los disparos en Shooting Star, Broken Toy, Waiting For Something To Happen o el single Teenage: todas ellas recuperan esa magia del pop como la expresión más franca del espíritu de nuestra cultura pop, desnudándolas de pesadez y suciedad en el aspecto rítmico para despojarlas de lastre, y poniendo el foco con la tensión entre las guitarras de sonido afilado de Clifford y Hoare, que dentro de los límites del sonido que comentábamos anteriormente expanden la paleta cromática con certero resultado. Sencillez melódica y el nervio eléctrico. Melodía y garra. Teenage comparte con la canción que da nombre al disco el estribillo más pegadizo del trabajo; sin embargo, se sitúan en polos narrativos opuestos: la primera incide en la ilusión del primer amor; la segunda, en el escepticismo de una relación estancada, la duda y la demanda de romper con la perplejidad.

Waiting For Something To Happen deja de lado, por otra parte, el desencanto y el cinismo del debut. Sin abandonar del todo las contradicciones y los pesares de eso que se hace llamar amor, sí que se han desembarazado de esa imagen “gótica” que parecía haberse instalado en el imaginario colectivo. Canciones como la queda balada Shooting Star o la aparentemente insustancial My Heart Beats despejan cualquier duda. Bueno, si excusamos el caso de Buried Alive, cuyo tono socarrón sería capaz de hacer que PJ Harvey se marcase un bailecito a lo Lotus Flower.

Aun con las sensaciones positivas que ofrece el conjunto del disco, sí que pasado el ecuador se nota una cierta homogeneización del sonido y una ralentización del tempo, tal como si las composiciones más brillantes las hubiesen acumulado en la cara A. Así, So Tired, Daniel y Last Conversation ya nos encuentran con la atención dispersa, y echando de menos el arranque tan brillante con todo un póker de éxitos. Quizá una reordenación dejaría un trabajo más sostenido.

En definitiva, un brillante segundo disco y un firme paso en la carrera de Veronica Falls, que si no cejan en el camino emprendido los ha de llevar, esperemos, muy lejos.

PUNTUACION CRAZYMINDS: 8,5/10

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