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THE WEEKND – BEAUTY BEHIND THE MADNESS

Algunos encariñados de toda la vida (corta o larga, dependiendo de cada un@) de la música negra recordamos que en 2010/2011 el R&B se convirtió en el nuevo pop, entrando mucho más en nuestras vidas a pesar de que, según el sentido purista del género, estuviese muerto desde más o menos el año 2000 (Voodoo, D’Angelo). Incluso en la radio nacional podíamos escuchar cosas que antaño se hubieran considerado marginales gracias a su globalización mediática. En estos mismos años surgía con ello la segunda ola de música negra más importante de las últimas décadas, con inagotables nombres y algunos protagonistas que aún disponían de cierta exclusividad para la crítica, de los que se destacaron dos alumnos extremadamente precoces tanto en 2011 como en 2012, que fueron The Weeknd y Frank Ocean.
En 2011 fueron los mixtapes, con Nostalgia U.L.T.R.A para Ocean y ni más ni menos que tres por parte de Abel Tesfaye, los cuatro lanzamientos aclamados por la crítica. En 2012 llegó el sobresaliente Channel Orange de Frank Ocean y Trilogy de The Weeknd, como recopilatorio en forma de álbum físico de todo lo lanzado en 2011 y tres temas nuevos. A partir de aquí sus caminos –que nunca estuvieron unidos como tal- se separaron, Frank Ocean se fue de gira y desapareció del mapa (y aún no ha aparecido, a pesar de sus múltiples anuncios raros de nuevo álbum y vaciles a sus ya desesperados fans) y Abel Tesfaye tardó menos de un año en hacer otro disco más, rompiendo un poco con los cánones y los tics que se había atribuido a lo largo de su corta carrera, y dividiendo un poco la figura de sus letras de la que realmente mostraba de puertas a fuera, a lo que se unió que Kiss Land fue un álbum mediocre en comparación con sus predecesores.
Esta especie de paso en falso de The Weeknd pareció alejarle del éxito mundial durante el posterior año, a pesar de tener un elenco bien grande de seguidores por todo el globo. Pero de alguna forma él mismo recogió los frutos de lo cultivado tres años atrás con más paciencia en un camino que parece fríamente calculado, lanzó un par de singles sensacionales a lo largo del año pasado y consiguió formar parte de la banda sonora del éxito 50 Sombras de Grey, lo que le generó una exposición inédita para él. Esta exposición en 2015 ha sido brutal, y Tesfaye ha pasado en unos meses de ser el chico malo pero sensible de la música negra a una estrella de pop, y más todavía después del single I Can’t Feel My Face (que recuerda de forma casi melancólica a Michael Jackson), su primer número uno en EEUU. Este Beauty Behind The Madness pretende el movimiento final, el jaque mate de The Weeknd a la industria, con el que se convertiría en un claro aspirante al trono masculino del pop universal, y no está tan lejos de conseguir su objetivo.
En nuestro año, un artista que cale en la juventud tiene que hablar sin tapujos de sexo, violencia, falta de amor, ser accesible, medianamente divertido y tener un toque nihilista que caracterice el sobre-desarrollo social. En el álbum está todo esto y, además, al cóctel se unen colaboraciones de artistas que generacionalmente surgieron con él en la rama alternativa y que últimamente han saltado al mainstream, como son Lana del Rey y Ed Sheraan. Con esto hecho, Tesfaye sólo necesita de una buena producción y empezar a utilizar su maravillosa voz con esas letras de “bad boy” a lo “mama called me destructive, said it’d ruin me one day” que darán a todas las adolescentes ganas de perderse junto a él. Lo curioso y que no sabemos cómo calará en el público que lo entienda es que definitivamente él mismo trata de “monstruificarse” para luego exponerse en sus videoclips y apariciones como un tipo con el ego más grande del planeta, amante de los culos gordos y con una inquietante postura que roza la falsedad.
Si entramos en materia del álbum, el tracklist es excesivamente largo, cosa que nunca ha parecido preocupar al cantante, pero 65 minutos de gorgoritos pueden resultar muy cansinos para personas que “están tratando de darle una oportunidad”. Los singles The Hills, Earned It, Often y Can’t Feel My Face (este último especialmente) son carne comercial total, acertadísima selección de hits que sin embargo dejan un poco coja el resto de la escucha. Tell Your Friends, producida por Kanye West, es bastante más parada de lo esperado y recuerda de forma demasiado familiar al sampleo de Ryderz de Hudson Mohawke. In the Night es el otro ataque al pop que puede triunfar o estamparse, y las colaboraciones se llevan a partes separadas el reconocimiento.
El mayor hit de las tres es la colaboración con Labrinth, que sin embargo peca de monótona (un radio edit podría meterla en la radio, aunque en la nuestra nunca), pero la que seguramente triunfe será el Dark Times con Ed Sheraan, en la que el peso está perfectamente repartido, y la mezcla de estilos resulta muy acertada a pesar de no adaptarse el uno al otro. Prisoner es el más compensado pero el menos atractivo al oído, y nos deja con la sensación de que a Lana del Rey se le puede sacar más partido, y con ganas de volarle la cabeza a la cantante si vuelve a decir «Hollywood» otra vez o a ponerse pesada con ese spoken word tan monótono que hace. El cierre sobra, no aporta nada al álbum ni a lo que ha hecho The Weeknd hasta la fecha, en plan balada ochentera, con seis minutos que podrían ser cuatro y Tesfaye poniéndose tierno para que le cojas cariño.
Beauty Behind The Madness es casi todo lo que quiere ser, aunque necesita algún arma más para alcanzar la gloria que pretende. Como movimiento artístico aporta poco a la carrera de Abel Tesfaye, que parece haber muerto en 2012, pero como movimiento mediático sí que puede resultar esencial para convertirle en la estrella que ¿pretende ser? Si te gusta la música de la radio o un R&B un poco por encima de los cánones comerciales, lo puedes escuchar una y varias veces (tiene canciones realmente buenas) pero como exigencia de cara a reivindicar algo no se le puede coger por ningún lado (dejemos ese trabajo a D’Angelo o Kendrick Lamar).
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