Mad Richard, con ese apelativo era conocido Richard Ashcroft a principios de los 90. Un tipo ciertamente singular, tan espigado que su amigo Noel Gallagher se inspiró en él a la hora de escribir Cast No Shadow, ya que siempre le decía que estaba tan delgado que no proyectaba ni sombra. Mesiánico, pasado de vueltas, a veces ridículo en su pretendida grandilocuencia, pero también uno de las mejores cantantes y compositores de su generación. The Verve siempre fueron él y las guitarras espaciales de Nick Mccabe.
Durante sus primeros años, los excesos con la química tiñeron las melodías de Ashcroft, siempre ocultas en una maraña sónica que cautivó a la crítica pero que no acabo de granjearles el favor del gran público. Fueron años de rupturas, ingresos en hospitales por sobredosis de éxtasis y giras interminables. La hora parecía no llegarles nunca, el britpop estaba en su cenit y ellos, víctimas de sus excesos, apenas se habían comido nada del pastel. Y cuando ya nadie les esperaba, llegó Urban Hymns.
Como salidas de la nada llegaron Sonnet, The Drugs Don´t Work, Space and Time… las guitarras lisérgicas marca de la casa y la psicodelia seguían presentes a lo largo del disco pero tan solo como telón de fondo para unas canciones que encontraban en la melodía y la voz de Ashcroft su verdadero sentido. De alguna forma, habían encontrado el equilibrio perfecto entre la experimentación de sus inicios y la accesibilidad que les abriría las puertas del éxito comercial. El manto acústico y las orquestaciones de muchas de las canciones, con la emocionante The Drugs Don´t Work a la cabeza, descubrían el verdadero potencial de Richard como compositor y cantante.
The Bittersweet Symphony, que hacía que el titulo del disco, «himnos urbanos«, cobrase aquí su máximo sentido, se convirtió en un éxito a nivel planetario, con ese video genial en el que Ashcroft andaba por la calle con aquella ACTITUD. Que levante la mano quien en su día no escuchó esta canción mientras caminaba por no sé, pongamos la Gran Vía, sintiéndose así. Como dijo el mismo Ashcroft después de perder los derechos del tema (The Verve usó un sampler de cuerdas de The Last Time de los Rolling Stones), «The Bitersweet Symphony es la mejor canción que han escrito Jagger y Richards en los últimos 20 años». Y luego estaban los singles redondos (Sonnet, Lucky Man), las canciones largas y lisérgicas (Catching the Butterfly, The Rolling People, Weeping Willow), los temas melódicos empapados en guitarras envolventes (One day, Space and Time, Velvet Morning), canciones siempre excesivas, sinuosas, bellas y apabuyantes.
Urban Hymns fue el gran disco de The Verve y también su canto del cisne. No supieron soportar la fama y es que siempre llevaron en sus genes una irrefrenable tendencia a la autodestrucción. Quizá por ello el legado del disco sea aún más potente, porque (dejando a un lado recientes reencuentros más o menos afortunados) despedirse con uno de los mejores discos de todos los tiempos es algo sólo al alcance de un genio, o un loco, Richard el loco.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 10/10