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THE MACCABEES – MARKS TO PROVE IT

Después de tres años, el sexteto londinense (conocido como quinteto hasta el año pasado) The Maccabees han sacado su nuevo disco y nos ha vuelto a regalar otra oportunidad para pelearnos entre puristas y modernetes, gente que no entiende qué narices están haciendo estos tíos y si es bueno o no. Y no es que esta banda sea experimental en absoluto, ya que su sonido clásico ahonda en las raíces del rock británico y engancha una amplia gama de referencias de la paleta internacional postmoderna, hasta el punto de aburrir, emocionar, y no-se-sabe-muy-bien-qué por igual.
A lo que vamos, Marks to Prove It es el cuarto álbum de estudio de los británicos, continuación de Given To The Wild, uno de los discos del año en la NME y un 4/10 en Pitchfork (por poner dos referencias internacionales muy plausibles para el lector), y personalmente mi álbum preferido de la banda. El sonido melancólico, semionírico y melodramático de su predecesor era un gancho que recordaba a lo mejor y lo peor del dreampop, y en este caso tampoco se han quedado cortos cogiendo cosas de fuera, y se meten en un extraño fregado que huele a Arcade Fire por todos lados y que, obviamente, resbala de narices. Entre riffs de guitarra de Foals, saxofones, trompetas, coros muy épicos y estructuras extremadamente clásicas, uno no sabe si todo esto resulta en algo bello o qué, y por más vueltas que le da tratando de ser objetivo sólo se encuentra con que este disco podría ser “una continuación conformista de The Suburbs” (que ahora digan los detractores de Reflektor que querían algo así).
En este pantano hay secciones también de agua pura y bastante potable, la energía a lo Rebellion (Lies) de Spit it Out –en la que la voz de Orlando Weeks se torna enfermizamente similar a la de Win Butler– o el portentoso saxo de River Song son momentos a mitad del álbum bastante reseñables que le hacen a uno pensar que está escuchando algo más que suficiente. Y si hay algo que nos gusta de The Maccabees es el dramatismo, un dramatismo que reparten siempre en sus álbumes y del que nunca sacan suficiente partido, dejando siempre canciones repletas de belleza pero ausentes de espíritu, memorabilidad, o gancho alguno. Además, el álbum dura 10 minutazos menos que el anterior, mostrando de forma evidente una de sus principales debilidades: ¿dónde están las canciones largas? Sabiendo lo que les gusta a estos tipos regocijarse en el sufrimiento con crescendos bastante interesantes, ¿a qué esperan? Si no tienen algo que les haga unánimemente especiales, ¿por qué no abusan de la fórmula? Parecen cansados de hacer algo que hasta ahora no han hecho de forma evidente, como es trabajar en cosas demasiado conocidas para atraer a más público. Así es como nos volvemos a encontrar con un buen disco de buenos músicos con ideas sin definir, cosa que ya empieza a oler mal después del cuarto álbum.
Marks To Prove It se empieza a esfumar entre geniales melodías que rozan lo casposo y se pierden en algún lugar desconocido, como la que podría ser una fantástica canción Something Like Happiness, de la que se olvida uno a los 15 minutos, o la WW1 Portraits, que por momentos es innecesaria. Así llegamos al final del disco una, dos, tres e infinitas veces, y este nuevo intento de hacer algo concreto de The Maccabees vuelve a ser un gatillazo, con como siempre 3 o 4 canciones interesantes y una horda de fans amantes del sonido más clásico de Gran Bretaña que los apoyarán incondicionalmente por más que no logren encontrarse. Orlando Weeks y los suyos parecen casi cansados. Después de 11 años divirtiéndose y haciendo buena música, pero sin llegar nunca hasta el final, suenan ya desengañados (un buen sentimiento para la redención) y vacíos, pero siguen teniendo el talento que mantiene la esperanza de muchos intacta.
Escúchalo aquí:

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