Pues ya tenemos aquí el ¿esperado? retorno discográfico que da continuidad a las sucesivas giras de reunión que el dúo lleva realizando desde 2007: Damage and Joy.
Un medio retorno, hablando en sentido estricto, ya que varias de las canciones del disco ya han sido publicadas anteriormente y/o son relecturas de antiguos temas de los Reid en solitario. Ahí encontramos temas como ese Amputation con el que abren que no es más que una nueva aproximación actualizada a Dead End Kids, Black and Blues que cuenta con el apoyo de Sky Ferreira, Song for a Secret con Isobel Campbell aportando la voz femenina, Facing up to the Facts, recuperada del EP que Jim sacó bajo el nombre de Freeheat, The Two of Us, que salió tanto en el EP anterior como en el disco de Sister Vanilla, o lo que es lo mismo, Linda Reid recuperada desde ese trabajo y aportando temas de su disco en el que colaboraron los otros dos miembros de la casa de los Reid, y de la que también retoman ese Can’t Stop the Rock.
¿Y era necesaria esta semivuelta? Pues lo cierto es que ningún retorno está más o menos justificado, sino que depende siempre de la recepción de los antiguos fans, la capacidad de hacer un ejercicio de reactualización de sonido que pueda atraer a nuevos aficionados que se acercan a la banda por el aura de misticismo que sobrevuela siempre a las bandas de culto que se reúnen de nuevo. Pero, sobre todo, la necesidad de alimentar egos en señores mayores que quieren volver a sentir la chispa de la juventud y que usan los retornos como manera de subirse de nuevo a los escenarios y tocar temas nuevos que sirvan para aumentar la motivación ante el hecho de convertirse en una banda de tributo a tu propia banda. Aunque siempre está ahí rondando el motivo económico como ya dijeron los Sex Pistols.
De este modo, los escoceses que se marcharon discográficamente con un Munki que pese a la calidad de sus temas no despertó demasiada admiración en los seguidores de la banda de una fórmula que ya dio lo mejor de sí en los tres primeros discos, apuestan por hacer un ejercicio de estilo que es más un intento de reivindicarse ante el nuevo shoegaze y el nuevo retorno a la mezcla de ruido y melodía de bandas como Nothing, Whirr, DIIV, No Joy y tantos otros que se han convertido en abanderados de lo que hacían The Jesus and Mary Chain en Psychocandy o Darklands. Damage and Joy no aporta nada nuevo a The Jesus And Mary Chain, todo lo que son, han sido y serán parece que está ya hecho. Y parece que bastante ha conseguido el Killing Joke, Young, con lograr un sonido estable y unificado al disco dándole una sensación de unidad. Pero el problema esencial del disco es la ausencia de alma.
Porque las canciones no están mal en sí, escuchas Amputation, Always Sad, Los Feliz (Blues and Greens) (nada que ver con la banda de Miguel Costas), Facing Up The Facts (con esa manifestación pública del odio y de la enfermiza relación fraterna entre William y Jim), The Two of Us y ves la fórmula que consiguió definir un estilo y una atmósfera de la que bebieron posteriormente desde My Bloody Valentine a The Smashing Pumpkins pasando por los daneses The Raveonettes a las nuevas bandas ya citadas. Melodías que sobrevuelan capas de ruido, aros de sonajas que acompañan a las percusiones, ritmos minimalistas y atmósferas etéreas, guitarrazos que rompen armonías y voces suaves que navegan entre cantos y susurros. Pero no hay nada especial en ninguna de ellas más allá de eso, del ejercicio de estilo. Hay una evidente ausencia de algo que las haga destacar, de algo que las convierta en temas que se sostengan por sí mismos y no como una mera revisitación nostálgica. Damage and Joy se convierte de este modo en una excusa La excusa para seguir girando. La excusa para una eterna adolescencia.