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THE AVALANCHES – WILDFLOWER

Para hablar del fenómeno de los Avalanches uno debe andar de puntillas recorriendo lo cultural y lo social de lo que llevamos de Siglo XXI. La banda australiana que en el 2000 realizase el hito de componer Since I Left You con “más de 3500 samples” se ha pasado nada menos que diez años trabajando en su segundo álbum, mientras su mito se creaba y apoyaba sobre el delicado castillo de naipes de su debut. Los que ahora quedan en The Avalanches -sólo dos miembros de entonces- han luchado por no verse influidos por la mitomanía que recorría su único disco, y por trabajar sobre las licencias de otro mar de samples, limpieza y edición de los mismos.
Así nos llega Wildflower, con un concepto más bien antiguo, unas formas imperecederas y a pesar de las vueltas que da la vida: sin pérdida de identidad en el sonido. Otra cosa es lo confuso de una parte del mismo. The Avalanches hablaban de la idea del LP como un recorrido por su Australia natal, con referencias a su infancia (más que constantes) y un sonido como si de un road-trip-álbum se tratase. Pero Wildflower es un caldo revuelto y enredado, sobre todo a partir de la mitad, en la cual se pierde casi cualquier atisbo de coherencia plantado en la media hora inicial. De todas formas ya en si la idea de lanzar un disco de 21 canciones y 60 minutos era atrevida, pero más si no había una intención total en cada corte, interludio o mezcolanza de samples a caballo entre el hip hop clásico o anuncios de cereales infantiles. El álbum además incluye instrumentación en directo, lo que acaba por generar un batiburrillo de sonidos aún mayor, que en ocasiones suena perfectamente alineado y en otras no tanto.
Wildflower abre con todos los hits en fila de a uno (todos los singles incluidos), y desde el comienzo aparece la indecisión que poco a poco va apoderándose del álbum. En Because I’m Me lo que parece una apertura tremenda de música disco con instrumentación de jazz acaba como una base para Camp Lo, que bien podría haber producido MF Doom o podría haber sido rapeada por Jay Z hace eso, 15 años. A pesar de lo orgánico de la transición, seguir con otro rapero (en este caso Danny Brown) no hace más que confirmar que había intenciones de hacer un disco más orientado al hip hop, uno que suena obsoleto, como si The Avalanches no hubieran escuchado ningún álbum del género de los que salieron a partir del propio lanzamiento de su debut, como el de Madvillain o cualquiera de Outkast. Entre Subways y If I Was a Folkstar es donde los australianos parecen jugar como locales, con un sonido reluciente, concreto y divertido, que hace delicias de cualquier oído atraído por el Italo disco o el funky más marchoso. Incomprensible que después de un momento tan lúcido se zambullan en la psicodelia de Colours -que primeramente suena bien-, la cual además acaba siendo el otro mal vicio del álbum (junto con la música negra más moderna). El tema recuerda a Animal Collective –de nuevo a trabajos que salieron mientras ellos parecían haber sido abducidos- y da paso a esta sección de interludios que se mezclan con canciones poco contundentes. Primero escuchamos un sampler que utilizó How To Dress Well hace 4 años, y en Noisy Eater (otro tema de hip hop) nada más y nada menos que a los Beatles, aun así este tema tiene grandes momentos entre eructos y demás sonidos guturales, que parecen querer crear esas reminiscencias infantiles entorno a las que gira Wildflower.
Pero para referencias psicodélicas queda enmarcado el hermoso Harmony, uno de los cortes triunfantes, que aparece después del que da nombre al disco, absolutamente innecesario. Le sigue Live a Lifetime Love, con coros a lo Kid Kudi en el que está Ariel Pink (¿seguro?), y da paso a otro par de momentos confusos con referencias a baterías dub, ambient y juegos folk o voces al más puro estilo janis Joplin hasta la segunda colaboración con Danny Brown. La construcción rítmica de The Wozard of Iz es seguramente la más lograda y la más desaprovechada en todo el álbum, aquí un aficionado a la música de Brown acaba deseando que se calle, que deje espacio a la capacidad instrumental de los Avalanches, que parecen ceder protagonismo con demasiada facilidad. A partir de este instante se repite esta dinámica en la que los de Melbourne no parecen querer sacar a relucir todas sus armas, con canciones rotas en pos de samplear más elementos y dejar espacio para una técnica narrativa que no logra calar en el oyente. Saturday Night Inside Out, que actúa como cierre en un guiño a sí mismos, es el último corte que se salva, gracias a la recitación o Spoken Word, de Tillman y Berman, que le dan un toque sofisticado e interesante.
Wildflower es un disco bueno, interesante, y con varios temas con los que quedarse, pero no llega a cumplir las expectativas, ya fueran generadas por la red o por la propia banda, que ha dejado correr 16 años para hacer un disco que se pierde en sí mismo y no termina de encontrar su propósito. Otra cosa es que ni aquí el que escribe sea capaz de elucubrar como debería haberse orientado, pero esto no quita la falta de madurez y concisión de The Avalanches en su notable segundo álbum.

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