InicioDiscos – ArchivoSoleá Morente y Los Evangelistas - Encuentro

Soleá Morente y Los Evangelistas – Encuentro

Varias semanas de retraso en la entrega, con una plétora de notas dispersas en el ordenador, decenas de escuchas acumuladas y horas de documentación, y aún no tengo claro cómo abordar la reseña de Encuentro. Desconcertado, sentado ante la pantalla en blanco, las manos llenas de mechones de pelos y con el jefe de Crazyminds atacado de los nervios, no me queda más remedio que descartar los borradores que había escrito hasta el momento e intentar analizar cuáles son los problemas con los que me tropiezo, a ver si así saco algo en claro. Veamos, ¿por qué me cuesta esto tanto? Será por:

  1. Miedo escénico. Sí, lo reconozco. Me pregunto cómo puedo criticar un disco que cuenta con el quehacer y la producción de J, Florent y Antonio Arias, nombres de peso en el noise (y el flamenco más heterodoxo) español, y no quedar como un patán en el intento; más aún, la perspectiva de comentar un disco sobre el que flota el nombre de Enrique Morente, padre de Soleá y mentor de los más arriba mencionados —sí, aunque Omega fuese un proyecto de aquellos, sin duda fue el genio de Morente el motor, tal como documenta Bruno Galindo en Omega: La historia oral del álbum que unió a Enrique Morente, Lagartija Nick, Leonard Cohen y Federico García Lorca (Lengua de Trapo, 2011), que consiguió que se materializase aquella obra maestra, que revertió en beneficio de aquellos, aparte de enriquecer el panorama musical y cambiar el paradigma del terreno entre el arte tradicional y el contemporáneo— suscita no poco respeto. Teniendo en cuenta, además, que si la crítica ha de ser honesta, se debe de invertir un esfuerzo considerable para evitar preconcepciones y prejuicios, tanto a favor como en contra, tanto para planetas y lagartijas como para el clan Morente, e intentar mantenerse en la cuerda floja de la imparcialidad cual funambulista sin red;
  2. Homenaje a Enrique Morente. Disco nacional del 2012. Y si no lo fue en ninguna publicación, en el top personal de quien esto escribe lo es; esto es así, y toca apechugar con ello. Porque al esfuerzo del punto anterior, hay que añadir el de ejercer una separación necesaria entre el impacto de aquel disco y la valoración de este; además, Encuentro no se trata de una continuación de Homenaje, y tampoco se trata de la misma formación: el concepto es radicalmente diferente, a pesar de que aún mantiene algunos aspectos de homenaje a Enrique, así como su intención, por lo que no sería justo equipararlos. Y, aun así, Homenaje pesa mucho.
  3. Encuentro. El disco en sí es un enigma que hay que desentrañar. Cierto: para eso se escriben reseñas. Pero véase los dos párrafos anteriores y téngase en cuenta que todavía no he entrado en materia… directamente. Aunque quisiera hacer notar que es escurridizo: Encuentro no se deja definir con facilidad. Y eso es una cualidad a destacar. Pero déjenme señalar otro punto antes de seguir:
  4. Soleá Morente. No, no Soleá en sí, sino el halo que la rodea. Echando una ojeada a la prensa cultural, parece que existe unanimidad a la hora de otorgarle un talento tal como si el de su padre, el maestro del Sacromonte, formarse parte del genoma de los Morente (una idea muy propia y querida en el flamenco, por otra parte) heredado de generación en generación. Y esto conduce al punto más delicado: evitar caer en el consenso general, que desde mi punto de vista es bastante sospechoso. No dejarse llevar por la indulgencia, pero tampoco enrocarse a la contra. Pero claro, ¿no sospecharíais de alguien de ya de entrada señala que Soleá no tiene la voz (evidente) ni el talento expresivo (eso ya no lo parece tanto) de su hermana Estrella? ¿No es caer en los riesgos en que incurren las comparaciones, en los riesgos que señalaba que quería evitar? ¿No es empezar desde el sesgo? Puede, pero no queda otra que hacer acopio de serenidad y adentrarse en Encuentro con los oídos bien abiertos, la atención bien dispuesta y confiando en el propio criterio. No va a resultar fácil.

Sin embargo, ya hay parte del recorrido hecho. ¿Por qué sacar a relucir dicha comparación? Recordemos los puntos anteriores y partamos de la premisa: Si Soleá no tiene el timbre hondo y bien formado con el que Estrella emociona en obras como Mi cante y un poema y Autorretrato, bien que tendrá que forjar su expresividad en otros terrenos y experimentar hasta encontrar su voz (metafóricamente hablando). En este caso, la benjamina de los Morente ha optado por arrimarse a la frontera de la música pop desde un terreno alejado de la tradición flamenca, pero también de las coordenadas más apreciadas del indie: a través del ambient (de origen electrónico, pero mal simulado con las texturas de las guitarras de Florent y el remedo de unos teclados que suenan fuera de época), una comarca musical áspera para ortodoxos de ambos mundos en la que la jovencísima cantante intenta hallar un nicho en el que pueda desarrollar la soltura y la seguridad que le faltan. Por desgracia, por estas tierras Soleá pasa un poco de puntillas. Sí, su voz suena etérea y sugerente, pero falta de emoción y de carácter; y no es que pidamos un desgarro ni un quejío, pero sí lo que se necesita en estos casos: modulación, volumen, intención. Pasa demasiado tiempo pasa algodonada entre ecos y reverbs, perdida en unos paisajes lisérgicos que tampoco encajan muy bien con la garra que Los Planetas mostraban en sus últimos trabajos, como La leyenda del espacio y Una ópera egipcia. ¿Es este el nivel que esperamos de ellos?

En este entorno, frágil no sólo en sonido sino en consistencia, el nivel compositivo de Soleá (ya que del de los otros componentes se antoja más bien funcional) se sustenta inevitablemente en la letra. Sin embargo, la que plantea mayor enjundia, la más completa, parece ser la escrita por J, Malagueñas de la Trini. En líneas generales, los poemas que desgrana Soleá con su etérea voz suenan ingenuos, repletos de lugares comunes con algunos destellos muy loables de contemporaneidad (como ese “entre móviles ando perdida” que dibuja en Dormidos una imagen realmente potente), pero con resultados en ocasiones sonrojantes. Por otra parte, la candidez de la artista dota algunos rincones de una encantadora naivité que, sin tener la trascendencia de otros artistas, no deja de desprender dulzura. Nos habla de un mundo mágico, un mundo que bebe de la tradición y la mitología flamenca, de la rendición y adoración de mitos y de talentos (Morente, García Lorca, la Granada mitológica) que impregnan un imaginario común en estos primeros pasos de la artista. Encuentro se concibe como un primer paso, pero también se vende como un concepto: el encuentro entre la tradición y la modernidad, entre una generación joven y el recuerdo del gran Morente. ¿Es este el resultado? Más bien no, a tenor de la ingenuidad desprendida. Esperamos y deseamos que, con el tiempo y la experiencia, Soleá alcance esa madurez a la que apunta con tanta ilusión y pueda firmar obras grandes y ricas en matices. Encuentro, de momento, encierra más promesas que logros.

Por otra parte, aunque sepamos que Soleá no es Estrella pero le reconozcamos su esfuerzo, no sabemos qué estaban pensando Los Evangelistas al querer emular sónicamente a El Perro del Mar. Aquí pesa el recuerdo de Homenaje, cierto es, pero hagamos el ejercicio: ¿Este ambient descafeinado demuestra el talento de Los Planetas y de Antonio Arias? Quizá se deban y se sometan al proyecto de Soleá y le respeten su búsqueda de voz propia, pero no parecen ir más allá de cumplir el trámite con una rendición tosca de su concepto de ambient, más allá de una psicodelia descafeinada, con el pie levantado del acelerador y la cabeza en el mismo lugar en que el que la dejaron durante el último Primavera Sound.

Es una lástima, porque el conjunto deja un regusto amargo a decepción. En sí mismo, en no alcanzar el potencial que todos sabemos que tienen. Aquí, Soleá le gana por goleada a sus mentores en espíritu y en devoción. Pero el mundo más íntimo de Encuentro no quedaría tan diluido si en la producción, J y los suyos hubiesen puesto la mitad del saber hacer que volcaron en Homenaje. Además, aunque intentábamos evitar la comparación entre los dos discos, el hecho de que los hermanen a nivel de diseño gráfico obra en detrimento de Encuentro. Aunque, por otra parte, ¿existiría Encuentro sin Homenaje?

En definitiva, parece que la leyenda y la liturgia alrededor de Enrique Morente, Los Evangelistas y Homenaje ha pesado más en el lanzamiento de Encuentro que los méritos en sí; que en esa labor, hasta suena un poco mezquino que se hable de continuamente de él y, de una forma u otra, le reste mérito al trabajo de Soleá. Que, en realidad, este es insuficiente para un aprobado, pero que con el tiempo puede encontrar un camino satisfactorio. Y que, por favor, Los Evangelistas se desprendan de Homenaje para seguir explorando nuevos caminos, porque es en la experimentación, y no en repetir esquemas, donde hallan la tensión adecuada para la música.

spot_img