De mucho le ha servido al gran cantante y bajista británico una gira durante más de tres años con su mayor obra, Roger Waters: The Wall. 25 años han sido necesarios para escuchar material nuevo de esta leyenda del rock progresivo que se presenta con un nuevo LP conceptual.
Waters ha lanzado al mercado un trabajo que, si bien se caracteriza por sus narraciones sobre instrumental, refleja su insatisfacción ante la realidad (marca personal del compositor). Bombas de control remoto, una humanidad cruel, la elección de nuevos presidentes o incluso Dios son algunos de los protagonistas del trabajo. Este proyecto cuenta con la colaboración de Nigel Godrich, productor de bandas como Radiohead, y David Campbell, compositor y arreglista de artistas como: Phil Collins, Bon Jovi, Billy Joel o, más recientemente, Of Monsters & Men (entre otros muchos).
Este disco es una prolongación del sonido y el entramado conceptual de Pink Floyd y de discos como el, ya mencionado, The Wall o The Final Cut. Es mejor que las composiciones previas de Waters y es, sin duda, una respuesta a The Endless River (el álbum que lanzó el Pink Floyd de Gilmour en 2014) y a Rattle That Lock (trabajo publicado por su ex compañero en solitario en 2015). Es una declaración de intenciones ante un duelo de titanes y es un regalo para los fans de la banda, así como de sus fundadores en solitario.
Suena a Mother, al clásico Comfortably Numb, a la esencia que Pink Floyd perdió. Habrá quien añore la clásica Stratocaster de Gilmour, que se intuye en varios momentos y nunca llega, pero nadie puede negar que Waters ha añadido un apéndice al sonido que los hizo grandes y que tanto le caracteriza. Habrá quien piense que las comparaciones son odiosas, y más si son dos proyectos paralelos, pero es que nunca fue una comparación pues el alma máter se aprecia entre las guitarras acústicas de Déja Vú, los gritos y efectos de sonido de temas como Smell The Roses o The Last Refugee, los tres temas lanzados como presentación. Eso sí, que nadie esperé melodías psicodélicas, variaciones sorprendentes o cambios notables.
Is This The Life We Really Want? Mantiene una línea por lo general medio-lenta en la que predomina la historia frente a la musicalidad, que funciona como un colchón en gran parte del disco. Cabe destacar el último tema de las doce pistas, Part Of Me Died, el cierre decadente que todos esperábamos de este melancólico británico. Según ha declarado el propio Waters, sus compañeros nunca le entendieron, pero el público sí y por eso un día llegó donde llegó con ovejas balando, sintetizadores disonantes y estribillos para la historia. La leyenda de la música psicodélico-progresivo ha vuelto con paso firme tal como era de esperar.