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RADIOHEAD – THE KING OF LIMBS

RADIOHEAD - THE KING OF LIMBSLos miembros de Radiohead están decididos a revolucionar la industria del pop. Si hace poco más de una semana apenas teníamos noticias sobre su nuevo disco, hoy todas las redacciones y emisoras están llenas de las nuevas canciones de la banda. Poco importa si el nuevo disco de los británicos es mejor o peor que los anteriores, lo importante es que ‘hay’ un nuevo disco de Radiohead.

Desde hace unos años, pocos han sido los grupos que han conseguido movilizar de manera tan unánime a la nación indie. Radiohead sólo puede mirarse desde el prisma de Radiohead, porque sólo ellos han logrado crear todo un mundo musical propio. Si en la década de los noventa abanderaron la gran revolución alternativa con dos discos de la talla de The Bends y OK Computer, con el inicio del milenio se impusieron la tarea de revolucionar la música del siglo XXI.

Capaces de distanciarse radicalmente de su pasado, Radiohead ha sabido convertirse con los años en un grupo único. Claro que en el camino quizás hayan perdido parte de su conexión con el público. Kid A fue el salto al vacío de una banda empeñado en abrazar el nuevo siglo, al tiempo que los álbumes que le siguieron vinieron a confirmar la deriva electrónica y minimalista del sonido de la banda. Y, con ella, el progresivo alejamiento del grupo de sus propias composiciones. Como si no hubiera nadie detrás de ellas.

Si OK Computer, su obra más aplaudida, parecía un manifiesto humanista frente al final del milenio, The King of Limbs -y, en menor medida, In Rainbows– parece hecho casi por una máquina. Bien engrasada, pero, en definitiva, una máquina. Hasta las guitarras han parecido desertar de la mezcla de este nuevo álbum. Sólo en el tema Give Up The Ghost, una balada casi acústica, las podemos intuir de manera clara. El resto de cortes están compuestos sobre grandes bases electrónicas, genialmente construidas, pero con un protagonismo tan exagerado que terminan por borrar el resto de matices.

Apenas la voz de Thom Yorke parece sobresalir, hasta tal punto que alguno podría pensar que nos encontramos ante un álbum en solitario del cantante. Al menos esa es la impresión que deja The King Of Limbs en un primer giro. Aunque, si algo ha quedado claro, es que los álbumes de Radiohead no pueden valorarse ya desde las coordenadas habituales. No están hechos para un amor a primera vista, sino que crecen con cada nueva escucha. Un mandato que se cumple, si cabe más, en este octavo disco de la banda.

Con una primera cara musculosa, dejando que el ritmo lleve la voz cantante, el termómetro sonoro del disco se mueve entre la orquestación clásica de Bloom y el exotismo de Little By Little. Pequeños matices que parecen rellenar los huecos entre Idioteque y Morning Bell, dos temas que muestran todo el espectro electrónico del que fueron capaces los chicos de Oxford en el pasado.

Seis cortes tenemos que esperar hasta que aparece Codex, un tema que nos devuelve la mejor versión de los británicos. Con Thom Yorke capitaneando la canción al piano, la melodía recupera el aroma de viejas conocidas como Pyramid Song o You And Whose Army?, dos temas incluidos en Amnesiac. El arrebato sentimental, marca de la casa, consigue lo que no ha hecho el resto del disco: ponernos los pelos de punta. Como Give Up The Ghost, el corte que le sigue. Pero no es más que un espejismo.

Apenas treinta minutos después de ponerlo a girar, el álbum finaliza con Separator, una canción que bien podrían haber firmado los norteamericanos Yo La Tengo o los mismos Radiohead en comunión con su tema Morning Bell. Dejándonos ese regusto, esa sensación de que los británicos son capaces de más.

No es este un mal disco, ni siquiera un disco mediocre. Sin embargo, echando la vista atrás, se nos queda corto ante el currículum musical que atesora Radiohead. Uno se queda con la sospecha de que la música no consigue atravesar la barrera del público, que el disco comienza a subir en intensidad cuando llega a su final. Quizás una paleta de sonidos monocromática, quizás demasiado protagonismo del cantante Thom Yorke; la mezcla termina siendo plana, pinceladas redondas pero sin terminar de transmitir lo que quieren.

Al final, una cosa queda clara: Radiohead sólo puede ser valorado desde las coordenadas de Radiohead. El espectador es eso: puro espectador, sin mucho que decir. Alguno lo calificará como la última travesura de los británicos, otros como la prueba de que el grupo ya no es lo que era. Ni falta que le hace.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7.5/10

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