Si es así, Gil Norton se ha pasado a la hora de domesticar el sonido durante la producción de Tough Love.
No es que hayan bajado el volumen o, peor aún, hayan tirado por la senda del pop-punk offspringuiniano, para entendernos. El tsunami sónico sigue golpeando los tímpanos y las neuronas sin piedad, tal como piden los cánones. Sí que han pulido la composición, han limado aristas y han mimado el producto, dando como resultado un disco de hardcore, post-hardcore o como se le quiera llamar realmente recio, poderoso… y aburrido.
Quien busque trallazos guitarreros no saldrá defraudado; de eso, hay a espuertas; no falta tampoco la rabia y la violencia, en las letras, en los ademanes de la banda y en los estertores vocales de Tom Hudson. Y, sin embargo, sobre Tough Love plana la sombra alargada de la monotonía. No tan sólo porque las canciones sean poco disímiles entre ellas, aunque también; porque haya poca variedad estilística, hecho muy palpable en este disco; ni porque la versatilidad no sea una de las virtudes de Hudson como cantante, que tampoco, a pesar de que haya tímidos cambios de registro o un intento de modulación aquí y allá. Todo ello es perdonable desde la perspectiva de un disco de potencia cruda, o con un discurso perfectamente definido, o bendecido por un talento (digámoslo claramente) pop (sí, sí, pop: de canciones que se agarren en la psique como el aceite hirviendo por los matacanes) que lo haga deslumbrar entre muchos otros.
Pero Tough Love no destaca por nada de eso: ni melodías tarareables, ni discurso destacable… ni crudeza de verdad. Algo se les ha quedado sobre la mesa de mezclas, me temo, y el resultado es más aparente (bonito, eso sí) que real.
Aún en el 2012, cuando en la frontera del post-hardcore parece que no queda mucho territorio virgen, Pulled Apart By Horses se quedan un poco más en este lado, en terreno seguro, en una ortodoxia plácida y gratificante, ciertamente, para los oídos. Riesgos se ven bien pocos: algún coqueteo con el crossover o el funk en Give Me a Reason, pinceladas de pop-punk en Night of the Living o Bromance Ain’t Dead, y algún bridge particularmente brillante (corto, esquelético y al grano, sin virguerías) que salpimientan un sonido hardcore que se desarrolla sin sobresaltos; variaciones de corto recorrido y escaso calado, en definitiva, y que incluso en su ejecución suenan milimétricas, calculadas, cuadriculadas, sin garra. El post-hardcore no es esto, sino todo lo contrario. Está traspasada esa frontera.
Cabe reconocer, por otra parte, la exuberancia de la producción. Puede haber amortiguado la rabia que habría hecho de Tough Love un disco mucho más destacable, pero la contrapartida es un sonido apabullante (y aséptico) de tan nítido, ideal para darle un impulso a esta joven banda e intentar, con este segundo disco, hacerse con un hueco (esperemos que duradero) más allá del panorama del post-hardcore.
Sería de agradecer, por ello, y por bien de su frescura, que en próximas entregas sepan saltarse el guion. Por muy contundente que sea la propuesta, más vale (y mejor resultado da) maltratar el arquetipo y sonar amateurs que no caer en el estereotipo, que es el terreno al que desembocan los guiones demasiado académicos, porque esas películas nos las sabemos ya de memoria.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 6/10