MUSE – DRONES

A estas alturas de la carrera del grupo británico uno ya no sabe que pedirles. El que suscribe se vino abajo en el momento en el que las experimentaciones, más tímidas primero en The Resistance y más evidentes en The 2nd Law, comenzaron a abrirse paso en el sonido duro del grupo, deudor de los riffs pesados, la grandilocuencia megalómana y ese punto de rarunez conspiranoica que en realidad nunca se fue pero que ya resultaba manido. Y ahora que (por fin) Muse nos devuelven todo eso con este nuevo álbum, y sin dejar de ser un gran álbum, parece que algo no termina de funcionar. Lo que más descoloca es este paso atrás desde las experimentaciones de The 2nd Law, aunque es verdad que pese a la producción más orgánica que la de los últimos discos, en la medida de lo posible se intentan cuajar aquellas sonoridades con el sonido duro de los primeros Muse.

Drones es un disco lleno de temazos que por un lado van a satisfacer a los fans de los primeros álbumes y por otro va a sonar bien para el que apenas se había acercado a ellos, si bien se nota que es más un disco pensando en la etapa más vieja del grupo. En ese sentido todo bien, lo malo es que da la sensación de que en muchos casos lo que escuchamos merece la pena porque ya lo hemos escuchado anteriormente. Es el caso de canciones como Psycho y Mercy, auténticos temazos que no tienen ninguna pega salvo esa. En Psycho nos encontramos con el perfecto corte de los Muse clásicos más pesados, con un riff de rock duro imparable, una machacona base rítmica y la voz subiendo y bajando continuamente con distorsiones y efectos electrónicos incluídos, pero no hace falta remontarnos muy atrás para encontrarle precedente. Mercy por su parte representa la parte más melódica del grupo pero siempre sobre esa base rítmica pesada, con unos adornos de piano a los que tampoco cuesta buscarles precedente y una cadencia perfectamente medida que termina en uno de esos estribillos que revienta estadios.

En general el disco va a apostar por cortes más pesados, con más guitarra y menos electrónica que su predecesor. Entre estos temas están Reapers, The Handler o Defector. Reapers, más que el nuevo exponente del virtuosismo de Bellamy y los suyos, resulta casi el mejor ejemplo de a lo que es capaz de llegar el grupo en estos momentos. Si a los míticos falsetes de Bellamy, a esas sonoridades eléctronicas deudoras de The 2nd Law ahora sí perfectamente insertadas con la guitarra que llega a veces al metal y los cambios continuos de ritmo le añades ese final ascendente solo te queda quitarte el sombrero. Con la siguiente The Handler tampoco cambia mucho la cosa, con el falsete contrapuesto a la pesadez del riff de guitarra y la batería que se va retroalimentando poco a poco hasta que parece llegar a su lugar en el cronometrado solo de guitarra, tras el cual el grupo saca como mejor sabe su lado más melódico antes de volver al riff de inicio. Mientras, en Defector la grandilocuencia de los últimos álbumes del grupo, los coros dramáticos de la escuela de Queen y los cambios de ritmo junto a los caprichos de la omnipresente guitarra acaban siendo la nota personal del tema.

Como inicio de disco Dead Inside resulta el enlace más acertado con The 2nd Law, donde los sonidos electrónicos y esos riffs con más groove que ya exploraron en aquel disco conforman un tema en el que, a pesar de que el solo de guitarra lleno de fuzz robe el protagonismo, las melodías de la voz acaban primando, pero también en la justa medida para no caer en esa especie de éxito indie con tendencias post apocalípticas. La línea es muy fina en estos casos. Todo lo que está bien medido en Dead Inside sin embargo no lo está en Revolt, que pese a ese comienzo pronto deriva en un tema más blando de lo esperado, de un corte demasiado comercial que no termina de cuajar con el estilo del grupo ni del resto del disco. Un solo al más puro estilo David Gilmour abre Aftermath, que cubrirá la cuota de balada del disco de una forma fácilmente olvidable en la que el máximo interés radica, quizá una vez más, en los solos de guitarra. The Globalist por su parte sienta bien y mal a partes iguales. Evidentemente tiene las aspiraciones de obra mayor y no deja de ser un buen corte, pero cuando te vas a enfrentar a una canción de Muse de 10 minutos te esperas mucha más grandilocuencia (la que sobra en mi opinión en otros temas como Defector) y épica que con la que finalmente te encuentras. Y no porque de ella no esté servida ya desde ese comienzo tan de spaghetti western. Quizá lo que más le falle es la progresión que intenta marcar y que no termine de aportar como conjunto nada que no hubiese podido aportar como dos o tres canciones separadas. Finalmente, y cerrando el disco, Drones, aunque interesante, no resulta más que un experimento en favor del dramatismo de la historia que se cuenta en el álbum.

Como un disco conceptual más en la trayectoria del grupo, Drones resulta un álbum muy bien compuesto y cohesionado pero no se queda ahí. Si bien líricamente no refleja de los mejores momentos de los británicos, musicalmente resulta de una contundencia y coherencia que ya se echaba de menos en discos de los británicos, pese a que la primera parte resulte en este sentido claramente superior a la segunda, la cual parece que entre volantazo y volantazo se va perdiendo.

Concluyendo, Drones resulta un buen disco aunque no obstante debemos recordar lo que decíamos al principio: pese al gusto de que el grupo vuelva a un sonido más duro se echa en falta parte de los avances que ya habían logrado con las experimentaciones anteriores. No en vano, y a pesar de ser disfrutable, en las primeras escuchas a veces no deja de sonar a demasiado refrito de lo que Muse fueron en su día con lo que son ahora. Por otro lado si bien el disco como tal sí, su posición en la trayectoria del grupo no resulta del todo coherente, haciendo que algunos cortes del álbum suenen demasiado superfluos mientras que otros adquieren más importancia como resultado de ese intento de tender lazos entre el antiguo y el nuevo sonido del grupo, como ocurre en Reapers, The Handler o incluso Defector.

Como decíamos, a estas alturas ya no sabemos que pedirle a Muse, ya que es un grupo que no va a volver a ser el mismo pero a la vez no se decide por mirar hacia delante. Intentando mirar hacia delante nosotros mismos, si la incertidumbre y la sorpresa es un punto a favor desde luego este Drones es una obra perfecta que, además del disfrute momentáneo, nos deja con ganas de saber por donde saldrán los futuros Muse.

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