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MARK LANEGAN – BLUES FUNERAL

Leyendo la lista de invitados a este Blues Funeral, alguno pensará que Mark Lanegan anda de retirada, acudiendo a viejas amistades para completar su primer disco en solitario en ocho años. El hecho de que el pasado curso editará también ese Live At Leeds, con el propio Lanegan revisando su repertorio en formato acústico, parecía apuntar también en esta dirección. Pero seamos justos. No son más que espejismos, fantasmas que se encarga de disipar el propio cantante con ese The Gravedigger’s Song que abre este Blues Funeral.

La acumulación de nombres en los créditos no debería sorprender al seguidor del cantante a estas alturas. Lanegan se ha acostumbrado a compartir plano, a pesar de que en este nuevo trabajo sea él el que marca la pauta. Su voz cavernosa, árida, mojada en los mejores whiskys, aúlla mejor que nunca entre tinieblas y guitarras saturadas. Hasta se permite el lujo de marcarse un tema como Ode To Sad Disco, pura carne de discoteca. Caprichos de madurez de un músico siempre a la caza del espíritu noctámbulo e iconoclasta que desprenden los discos de Tom Waits.

Y es que Blues Funeral es un disco que palpita entre beats y ritmos electrónicos, aunque sin perderle nunca la cara al rock. Y al blues, por supuesto, lugar por el que se desliza siempre que puede Lanegan. Títulos como Bleeding Muddy Water o Phantasmagoria Blues dan una vuelta de tuerca a ese género unido a la tradición musical de Estados Unidos. Al otro lado de la mezcla quedan los teclados de Harborview Hospital, que tantean a los Joy Division más new-wave. Los mismos derroteros que enfila Tiny Grain Of Truth, quizás demasiado insistente y repetitiva en sus ambientes espaciales.

Nada de esto logra hacer torcer el gesto al cantante. Si en Hawk (2010), su última referencia junto a Isobel Campbell, se dejaba engatusar por las bondades del folk y la americana, en esta nueva entrega el de Seattle bascula y saca músculo. John Homme, líder de Queens Of The Stone Age y viejo amigo de Lanegan, le ayuda en la tarea con esa guitarra rocosa en Riot In My House, y él le responde con ese estribillo pegadizo en Quive Syndrome.

En el lado de los peros, la única falta achacable a este Blues Funeral quizás sea su exceso de minutaje. Cortes como Deep Black Vanishing Train o incluso Phantasmagoria Blues bien podrían haber permanecido en la caja de descartes. También Leviathan, que sólo se salva por esos instantes finales en los que el autor echa mano de la guitarra de Chris Goss (UNKLE). Acostumbrados como estamos a ver al compositor llevando los niveles de la mesa de mezclas al rojo, su falta de garra en determinados momentos del LP no terminan de encajar con su voz profunda y curtida.

Lo que si está claro es que el norteamericano ha abierto un nuevo cajón en su armario de sonidos. En el pasado le vimos transitar ya por el grunge de los noventa (Mad Season), el stone-rock (Queens Of The Stone Age) y hasta salió airoso y con nota de las melodías country junto a la ex-Belle & Sebastian Isobel Campbell. Sin embargo, hasta la fecha, la electrónica era terreno virgen para el fundador de Screaming Trees. Apenas unos escarceos junto a Soulsavers figuraban en su currículum. Los suficientes, debió pensar, como para atreverse a componer un disco como Blues Funeral, marcado por el lado más orgánico y rítmico del veterano músico. A estas alturas, no hay nada que se le resista a Mark Lanegan.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8/10

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