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MANOS DE TOPO – CAMINITOS DEL DESEO

Manos de Topo, quizá uno de los grupos más mimados por el indiefandom barcelonés (a pesar de su característico sonido capaz de crispar a los más talibanes), se encuentra en una interesante encrucijada: tras el monumental Escapar con el anticiclón (Sones, 2011) han decidido pasarse a la autoedición y, como dicen, “seguir cantándole al amor […] para seguir haciendo canciones a nuestra manera”. Bueno, seguir cantándole a un amor entendido de manera cruda, con mucho de melodrama, desengaño y, en muchas ocasiones, crueldad.

Quizá la crudeza sea una de las señales de tráfico que indican el camino que transitan las doce canciones que forman Caminitos del deseo (Collar de Macarrones, 2014). De todos los caminos posibles, ese, el de la crudeza, los conduce a una zona no excesivamente cartografiada con anterioridad por el grupo. Decididos a evitar el camino fácil, el escogido queda perfectamente simbolizado por la cubierta: abrir nuevas sendas, experimentar fuera del terreno abonado atravesando esos insulsos parterres con el que la autoridad municipal decora abusos inmobiliarios megalómanos en pos de una modernidad uniformizadora. Necesidad de evolucionar, de demostrar que el sonido Manos de Topo es mucho más heterodoxo aún de lo que parecía ya al principio, y de que el civismo es una invención para sumirnos en el aburrimiento.

Matemos el aburrimiento, pues.

Caminitos del deseo se abre con un sonido casi vodevilesco, Fantasmas de tus agujeros, de instrumentación densa y estructura en tres actos. Quizá sea esta la canción más compleja y más satisfactoria firmada por los Topos hasta el momento. Su complejidad no resta un ápice al atractivo sonoro, y añade una dimensión adicional a la narración de (una nueva) historia de fracaso (e impotencia e incompetencia) sentimental.

Junto con Fantasmas de tus agujeros, Islas de luz, Collar de macarrones y Virgen consagrada son algunos de los cortes que tienen en el violín de Sara Fontán la perfecta correa de transmisión entre todos los elementos del grupo, un magnifico eje vertebrador y cohesionador que, aparte de proporcionar gozo y alegría a nuestros oídos, otorga al conjunto un empaque formal y rotundo, una manera de demostrar, sin necesidad de aspavientos, que la banda no juega en ligas inferiores; que la ironía que destila las letras se puede revestir con elegancia, pues es una herramienta tan seria (o más incluso) como la épica o la seriedad de aquellas canciones que acabamos catalogando como “transcendentales”. Pues ¿acaso no hemos llorado cuando nos han roto el corazón? ¿No nos parece entonces lo más importante del mundo mundial?

El violín no deja de ser la guinda del pastel, el más bonito aderezo que han conseguido los Topos a la hora de componer, pues Caminitos del deseo es otro paso en la evolución musical del grupo. No, no se trata de una frase vacía ni de una obviedad dada por tres años más de experiencia: es algo más cercano al espíritu que a la técnica, algo que se hace evidente cuando se escucha Tus bombas del liceo o Virgen consagrada: un inicio desnudo con un timbal oneroso, un crescendo contenido, una explosión eléctrica, vuelta al susurro y a la percusión.

La ambición: otra de esas señales ocultas que abren nuevas sendas.

A la mayor presencia del violín, del piano y de otros instrumentos más clásicos hay que sumarle, como ya sucedió con el disco predecesor, un mayor comedimiento a la hora de usar el xilofón (protagonista comedido en Tus bombas del Liceo y la antinana de Democracias y desgracias) y, en general, a hacer de la ironía parodia. Pues volvemos a lo que afirmamos hace un momento: no hay nada más serio que el dolor del corazón, y una cosa usar la ironía como vehículo para cauterizar las cicatrices y otra muy distinta echar sal con la parodia.

Pero… Ah, llegamos al pero. Si bien Caminitos del deseo no llega a caer en la parodia, hay momentos en que, vaya usted a saber por qué, la exquisita mesura da paso al histrionismo: sirvan como ejemplo algunos pasajes de Democracias y desgracias o el final un punto demasiado desopilante en comparación con el drama inicial de Un último esfuerzo. También hay recodos de estos caminitos en que la imaginería de los Topos cae del nivel exquisito a la hora de sublimar el desengaño a unas imágenes rayanas en el chabacanerismo, rara avis tras cuatro discos en su haber. Son notas discordantes, que caen aquí y allá, que sugieren que el encaje entre la letra y la música ha sido complicado y que han quedado flecos sueltos. Gajes de transitar por caminos poco hollados; normal acabar con los pies salpicados de barro. Pero no hay que maldecir el camino por cuatro baches si el trayecto merece la pena, y el de Caminitos del deseo lo es: si en algún punto se pasa de melodramático, todas las letras brillan con esas imágenes marca de la casa, tropos llenos de chispa, imaginación y amargura no aptos para escuchar después de una ruptura. O sí, ¡qué demonios!, el mundo sigue girando y con él siguen sonando bellas canciones de amor y desamor.

Atrévanse, salgan de su rutina y labren su caminito del deseo. Los Topos los esperan con los brazos abiertos para cantar en sintonía.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7,5/10

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