Mac DeMarco, artista canadiense chalado y con una vida rocambolesca hasta su inmersión definitiva en la música, nos sorprendió en 2011 con Rock and Roll Night Club, un EP que más tarde se convertiría en largo y que sería continuado en 2012 por otro genialmente influido álbum; 2, que le colocó definitivamente en el mapa con un gran recibimiento por parte de la crítica que le llevó a girar por todo el mundo y a ganarse mucha fama. En este tercer álbum, precisamente se lanza a hablarnos principalmente de eso; de cómo ha cambiado su vida desde entonces, acompañando la explicación, cómo no, de geniales punteos y un ambiente desenfadado.
No hace falta mucho tiempo observando los pasos de DeMarco para ver su turbulento pasado y su relación día a día con las drogas (de las que habla en muchas canciones), que continúa actualmente. Pero, en este álbum, se evidencia un cambio de dirección provocado por dos razones; su novia, que le hace controlar ciertas cosas (dentro del descontrol que sufre su vida), y sobre todo a sentar la cabeza a sus 23 años, y esa fama que comienza a perseguirle allá donde va. Quizá por eso, en esta ocasión nos habla sobre la expresión de su amor y sus sentimientos, la madurez y la importancia que cobran ciertas cosas sobre otras, y la capacidad de encontrar cierto control dentro de una locura. ¿Encontrará el equilibrio?
Musicalmente, la primera mitad es una continuación total de 2, con canciones divertidas y del tipo que nos gustan de él, en las que habla sobre estar tirado (ya sea drogado o no) escuchando algo que te relaja y te da cierta sensación de calma y alegría controlada. Como clímax estilístico dentro de este disco estaría Goodbye Weekend, una canción sobre acostumbrarse a la rutina y la dejadez de comenzar la semana, con un punteo fantástico al igual que las estrofas principales.
A partir de la sexta canción, Let My Baby Stay, una oda a su pareja, la cosa cambia ligeramente. No hay movimientos en esta canción ni se sale de los 3 acordes de la guitarra, no hay juego ni dinámica, cosa que no sienta muy bien al oído. Después ya empiezan a pasar cosas inéditas hasta ahora en su música. En Passing Out Pieces, la canción la conduce el teclado, y tras un poco de normalidad aparece Chamber Of Reflection, en la que el teclado es el absoluto protagonista junto a la voz de DeMarco y una batería monótona. El final vuelve a ser tranquilo, correcto y esperado, con una canción instrumental para acabar y mucha calma. No se le puede pedir más, es un cierre muy acertado.
Otro disco notable de Mac DeMarco, y primera demostración de madurez y cierto (aunque en ocasiones no muy bien dirigido) hambre. Veremos por dónde le llevan los caminos que propone en este corto y muy recomendable álbum.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8/10
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