Tras siete años (obviando el seguramente innecesario Dobles Fatigas) una de las bandas más relevantes e influyentes para la música alternativa de nuestro país anunciaba su inestimable regreso. En medio de un panorama en el que el indie rock ha pasado a primera plana, alcanzando el número uno y copando la moda en las principales avenidas de nuestras ciudades (junto a la efervescente escena del hip hop) Zona Temporalmente Autónoma podría ser prescindible o tremendamente urgente. Los primeros singles -excelentes-, tampoco ayudaron a hacerse una idea de por dónde iban a ir los tiros, más allá de una concesión amable y jovial al flamenco.
Pero el disco abre con la “versión” de un tema de Yung Beef (Ready pa Morir). Islamabad es la muestra más clara del carácter transicional del álbum, que guiña con simpatía al pasado, presente y futuro de Granada. Transicional no a nivel técnico (que también lo es) sino a nivel histórico y cultural. El primer disco de Los Planetas en siete años es una suerte de necesidad política y social, en la que J y compañía beben con menos reparo que nunca tanto de lo contemporáneo -trap- como de lo clásico (flamenco, presente de forma más accesible que nunca en la discografía de los granadinos). Además, lo hacen de forma más explícita y llevándolo con más sencillez que en trabajos como La Leyenda del Espacio.
Zona Temporalmente Autónoma se asemeja -salvando muchísimas distancias, no saltemos alarmistas- a A Moon Shaped Pool de Radiohead ¿Por qué? Porque es un disco lanzado por una de las bandas más importantes de un panorama -si no la que más- después de coletazos con poco sentido. También es un disco en el que se recoge con más pausa y menos ruidismo, menos histeria, los frutos sembrados con su discografía a lo largo de los últimos 25 años. Y además lo hace tanto técnicamente (los arreglos son más trabajados que nunca) como líricamente, con la religión islámica y una re-reconquista, la caída de la cultura occidental, o la crisis del capitalismo en éxtasis ante una población sumida en la incertidumbre. Así, el álbum, en el que se entremezclan las referencias arábigas con unas guitarras limpias, ecos extensos y estructuras flamencas, parece que sonase desde un limbo aislado de la realidad. J nos habla desde una posición observadora, pocas veces incitando y más bien imaginando un escenario, comentando con aún más melancolía, nostalgia y presencia emocional si cabe (también ayuda que se le oiga mejor).
Esta pureza sonora que ha venido creciendo en trabajos previos pero que hasta ahora no se había consumado a tal nivel, acerca melodías dulces, memorables, además de facilitar la digestión del LP, que dura más de una hora. Como en casi todos sus trabajos, Los Planetas recurren al amor en sus cortes más accesibles, como La Sequiriya de los 107 Faunos, Espíritu Olímpico o la canción que da nombre al disco. Además, este sonido les acerca a influencias tremendamente finas y populares, como el dream pop o un soft pop sumamente agradable. Dentro de él se dan cita desde narraciones de un acusado por robo hasta la «Itjihad», de nuevo con referencias al amor, pero llevándolo por los derroteros de la guerra santa. Mención especial a La Gitana, que está basada en un poema del ocultista Aleister Crowley, con su necesaria ración de oscurantismo y un bajo hipnótico sobre armonías mucho más cercanas a la música de folclore granadina. En este Zona Temporalmente Autónoma la capacidad evocadora de Los Planetas parece intacta. Cuando no se trata de un tema de trazo sencillo pero complejo por lo que hay debajo, aparecen de nuevo las canciones de seis, siete minutos, repletas de capas con sonoridades densas e inabarcables que generan la disociación tan gozosa a la que nos ha acostumbrado la banda históricamente.
Otro ejemplo -ya mencionado- de la idílica aleación entre géneros y estilos es Espíritu Olímpico, que es una adaptación de un tema que tiene más de cien años, y que funciona a modo de hit. Permanece como uno de los momentos álgidos en la estructura del álbum, y da paso a la sección más sosegada y pausada; primero a un corte con un sonido que podría haber firmado Real Estate y más tarde acercándose hasta a baladas de guitarra acústica. Previo al soberbio cierre está Amanecer, con unos arreglos orquestales que mueven un crescendo emocional realmente intenso. Y así, emocionalmente expuesto, el oyente llega a Hay Una Estrella, esta especie de balada de césped universitario -guitarra en mano, sin base rítmica- o nana, tal vez excesivamente pomposa, y Guitarra Roja. El cierre parece equiparable a temas de la talla de La Copa de Europa o La Caja del Diablo. Sus casi diez minutos de recorrido con J evocando de forma ricamente poética la revolución, la anarquía, y la liberación humana consuman el álbum con una trascendencia de esas que roza la pretenciosidad . Lo hacen arrastrando y extendiendo la palabra, mientras alrededor los teclados se mezclan con guitarras, delays, una batería post punk y un aire épico y consumador. Lo hacen invocando, como haría El Niño de Elche, otro coetáneo para el que hay espacio de influencia retroactiva en este largo.
Cierran así Los Planetas Zona Temporalmente Autónoma, un disco que de forma orgánica se alimenta de su tiempo y circunstancias; que bebe de su cultura más antigua y se atreve a coquetear con la juvenil y flamante. Ésta podría simplemente ser la excusa de unos cuarentones para volver a salir de gira, pero sin embargo muestra la riqueza con la que la banda granadina ha sido capaz de comprender lo que les ha rodeado a lo largo de su andadura por el panorama musical. Sin firmar su mejor trabajo, una banda ya cansada y que nos ha ofrecido varios de los mejores momentos de nuestra historia musical reciente, deja el pabellón muy alto (una vez más). Bastante más arriba de lo que el grueso de nuestras bandas pueda alcanzar.