La compositora y cantante nacida en Colorado publicaba en 1999 su primer disco siendo este una pequeña obra intimista de voz y guitarra. Poco después, en 2005, un medio como The New York Times la seleccionaba como critic´s choice. Laura Veirs, inquieta ella, además, ha desarrollado una carrera en la que no han faltado colaboraciones ilustres: Bill Frisell en sus inicios, Colin Meloy, Jim James and Bela Fleck en su álbum con filias infantiles (Tumble Bee en 2011), Sufjan Stevens en su disco de 2015 Carrie and Lowell o en ese proyecto junto a KD Langa y Neko Case en 2016. Tras ese viaje, The Lookout nos muestra en su portada una versión formal de ella misma y viene de la mano del propio Sufjan Stevens y Jim James y su productor habitual, Tucker Martine con quién comparte proyecto vital además. Cocinado como siempre dentro de su discurso de delicadeza y honestidad sin artificios, este trabajo publicado por su propio sello Raven Marching Band Records hará las delicias de sus seguidores/as y de los/as recién llegados/as.
Sus letras personales sin una obligación cuasi forzosa a la confesionalidad y la belleza a la hora de elegir sus arreglos rodean todo el disco. De hecho, los primeros compases de Margaret Sands nos dan buena muestra de ello. Y es que en el paso a esa nueva etapa de madurez después de una juventud que parece no acabar nunca con su mirada tras sus sempiternas gafas sigue despierta, curiosa y ahora muestra las marcas del paso de los años justamente en las zonas donde se producen las sonrisas. Buen síntoma Laura, buen síntoma. Si bien sus letras se debatieron a la hora de atacar este disco a declararse en posiciones más duras con respecto a todo lo que está sucediendo a su/nuestro alrededor (2016, Trump), finalmente optó por un enfoque con mayor luz que en algún medio han tildado acertadamente de “manifiesto optimista”. No olvidemos que su faceta activista también ha tenido frutos este 2018 recogiendo las opiniones de otras mamás en un podcast que podréis buscar como Midnight Lightning, about the lives of musician parents. En su primera temporada, esta emisión, ha recogido las experiencias de hasta 14 madres que se dedican al ámbito artístico como Corin Tucker, Carol Kaye, Rosanne Cash, Rhiannon Giddens, Meshell Ndegeocello o Amanda Bergman entre otras. Mujer poliédrica. Everyvody needs you se arma de pequeñas cajas de ritmos y sintetizadores, para montar sobre un loop de acústica un bonito tema con ecos a la Anni Difranco más experimental de Dilate sin perder la dulzura de su expresividad para continuar con un tema más clásico, Seven Falls con slide guitar y aires country reflexivo.»Many moons I’ve roamed // Dusty trails of summer // And my heart consumed with snow // How can a child of the sun be so cold? // So cold // Like a caveman they found on the frozen flats // I’m old now // And I try to be kind but still sometimes // I’m as cold as that».
Mountains of the Moon nos lleva a la Laura más mágica y paisajística. La de los espacios crepusculares y reverbs y delays donde su voz en el final del tema brilla de una forma increíble como la narradora y cantante fantástica que es. Canciones de hoguera para un mundo en llamas necesitado de bomberos/as. Watch Fire suma arpegios pellizcados y una caja de ritmos para abrir la canción: «There’s no mistaking the wolf for the wind // He’s been here before and he’ll be here again». Maravilloso. Heavy Petals, una de esas canciones atemporales creadas con unos pocos acordes. Rabia, dualidad, como ella misma que en The Lookout la llevan a desesperarse frente a su entorno y valorar sus pequeñas victorias. A agradecer esa suma de pequeñas situaciones como estar en un viejo sofá.
Frente al piano desnudo, su voz saluda a la luna (elemento recurrente en el disco y a lo largo de su obra en general) en The meadow; «We went to the meadow // No fear, no confusion, just a sliver of a moon // Cheering us from out in the blue // No hate, just spring’s young light green leaves // Showing us what life can do // We went to the meadow» . Para, sin perder esa cartografía paisajística, crear un tema clásico más complejo como The Canyon asumiendo entre esas texturas de acordes menores y arreglos distorsionados con fuzz el paso implacable del tiempo y la consciencia del mismo en un final progresivo, atmosférico y de cielos estrellados. «I’m here now but my time will come // To be blowing through // I’m here now but my time will come // To be blowing through the canyon».
Lightning Rod puede ser uno de sus momentos más pop en The Lookout. Una pequeña obra post folk de capas y electrónica minimalista. De coros infantiles gritados y vaivén a modo de respirador. Un elegante vals ejecutado sin necesidad de grandes salones donde danzarlo. Se nos antoja mucho mejor ejecutarlo bajo el inmenso cielo abierto de la noche. When it grows darkest y Zozobra (palabra de la que me declaro fan absoluto) cierran su décima entrega y supongo que propuestas como Swell o Pinback hicieron mucho en su momento para crear nuevos acentos musicales a la hora de incorporar diferentes elementos y que todos fluyeran con naturalidad. Su poso en When it Grows darkest puede no ser intencionado, pero es reseñable y nunca está demás recuperar a ambas bandas. Zozobra se deja guiar por las guitarras eléctricas que en otros momentos han compartido protagonismo con las acústicas. Una canción de cotidianeidad a lo Bill Callahan (era post-smog) para despedirse hasta una nueva ocasión.
El universo de Laura Veirs en esta nueva entrega sigue creciendo sin necesidad de imposturas y cambios radicales. Parece regirse hoy día por una especie de deriva dentro de su propio estilo en un Nautilus en las profundidades de sus referentes lo cual, teniendo en cuenta el alcance de las personas con las que ha colaborado, es como para tener en cuenta. Además, su discurso se ha visto reforzado con la caída de muchas de las propuestas que comenzaron con ella y que hoy ya no se encuentran en activo, o al menos, no tan activas como ella. No podemos olvidar aquella explosión dentro del cine indie de ciertos hilos musicales y bandas como The Moldy Peaches. Así pues, esta corredora de fondo narradora de paisajes y emociones está tomando los visos de convertirse en superviviente, referente y voz autorizada muy a tener en cuenta para las futuras generaciones. Una vez hemos soplado la brújula para quitarle el polvo, en lugar del Norte, marca Laura Veirs.