A veces, la sorpresa que produce un lanzamiento musical repentino produce la confusión de no saber ante qué tipo de material nos encontramos. Y es que el cada día más utilizado método de no promo que artistas desde el indie al mainstream más comercial han prácticado, se cumplió el otro día con uno de los músicos más relevantes de los últimos años: Kendrick Lamar.
Si ya contábamos con algunas injerencias previas como las canciones sin título que tocó en un late night o en la gala de los Grammy, este lanzamiento se ha producido con apenas algunas insinuaciones, faroles tipo tengo mucho material en el estudio y con una vaga presentación, máxime ejemplo es el tracklist, vacío de referencias más que el orden de las canciones, y unas fechas, suponemos las de concepción de los temas.
¿Qué es pues untitled unmastered? Kendrick lo clarificó, demos de To Pimp a Butterfly. Sin acabar. Sin masterizar. Material que parece ir paralelo al proceso que construyó su último álbum, aunque no parece estar estrictamente extraído de las sesiones de grabación, es decir, no parece un disco de descartes sensu estricto. Es evidente el paralelismo del sonido general de este material y TPAB, parece pues que Lamar atraviesa un periodo creativo influenciado por los sonidos instrumentales y orgánicos, regusto soul, arreglos jazz, negritud en su esencia. La delicia que se esbozaba en good kid , y se desata en TPAB aquí se hace primaria. Podemos por tanto interpretar estas canciones como una ventana a las demos que formarían un protoalbum del genio de Compton.
Los leitmotivs parecen volver también. Su grito de guerra aparece ya en untitled 2. La onomatopeya pistolera, y un flow sublime construyen el que se desvela desde las primeras escuchas como un temón de rap puro. El estilo de Lamar recoge la herencia de la West Coast, una old school revisitada por sus compañeros de escuadra de la TDE, y su father-in-the-origins, Dr. Dre, el cual le acompañó en good kid, y del cual parece prescindir ahora sin echarlo de menos.
También podemos hablar de la sombra de influencia que se empieza a extender alrededor de este artista. Hito es el tema que al final encontró hueco en The Life of Pablo, su featuring con Kanye West, No More Parties in LA, y que a la escucha, resalta en medio del abigarrado musiquerío que ofrece West, en forma de un rap sincero cerca de los beats más puristas pero menos anquilosados. Esto podría ser un resumen vago de la idiosincrasia de Kendrick Lamar, al menos de lo que ha sido su evolución desde sus previos en Section 80. Una evolución hacia adelante, un punta de lanza que ha sabido agrupar a un buen puñado de músicos (primera pista, la presencia de Kamasi Washington, el cual ha ganado la reverencia de la crítica) e hilar un par de álbumes próximos a lo antológico.
Volviendo al disco, la sucesión de temas de beats lentos como untitled 3 y untitled 4, carga las atmósferas del disco, y probablemente hace de este momento el más directamente demo-de-estudio, y duramente, el más prescindible. Deliciosa transición al untitled 5 en forma de desatado jazz post-moderno, uno de los mejores temas del disco (¿de quién esa voz femenina del principio?), que combina distintos elementos atemporales de la música negra, desde los samples al featuring de Jay Rock. También nace de los cauces soul el untitled 6, otra vez vuelta a los desarrollos instrumentales más acomplejados de TPAB, tema que casi prescinde del rap de Lamar, y en el que por lo visto, canta Cee Lo Green.
El tramo final de este extraño conjunto parte de los 8 minutos de untitled 7, raro collage de distintos temas claramente distintos, una suerte de brainstorming, que vuelve a hacer referencia al propósito del disco. Otra vez, grandes ideas, una rapsodia de beats y flows envidiables, caleidoscópicos y grabaciones de prueba. El disco se cierra otra vez con el ruido simulado de disparos, y es que Lamar gusta de tratar conceptualmente estos temas, como ya apreciamos en sus previos. Untitled 8 vuelve mientras tanto a las vías soul, relajadamentes funkies, con coros y sintetizadores vistiendo el final de la recopilación.
Este disco hay que tomárselo como lo que es. Material de estudio. Cómo interpretar su publicación es cosa del oyente, pero su escucha y su forma hacen a estas canciones tomar posiciones más laxas a lo que sería un disco de estudio. Salen canciones absolutamente disfrutables y rescatables, afloran las ideas y el universo Lamar, imprescindible desde hace unos pocos años, y muy recuperable en los próximos. Pero también tenemos momentos de material tipo, extras a un disco edición coleccionista. Buenos o malos, pero difíciles de encajar con seriedad en un álbum de cuidada edición.
También es la publicación de Kendrick que más prescinde de los temas más raperos, que curiosamente se revelan como momentos brillantes dentro del disco. La música está claramente orientada a terrenos soul, visiblemente melódicos, desarrollando líneas musicales muy vivas y vistosas, pero a veces prescindibles, incluso monótonas. Es, a pesar de todo, un material celebrable, Lamar está a un nivel creativo muy dificil de encontrar, pero no por ello es su música más sobresaliente.
Esperemos pues a un lanzamiento más cuidado, mientras tanto, este verano le podremos ver en España.