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KASABIAN – 48:13

Hace poco, Kasabian lanzaban el primer single (Eez-eh) de su nuevo álbum, con el que el nivel de desconcierto de su nombre sÓlo se equiparaba al del sonido que mostraba el grupo. No es que el grupo británico no tenga una relación con la electrónica, sÓlo que en este caso no se trata de usar electrónica, sino de hacerla. Nunca le hemos prestado mucha atención a lo que decía el grupo inglés fuera de sus canciones (y menos aún si era sobre sus canciones), pero nada más empezar a escuchar 48:13 hay que darle buena cobertura a lo que Serge Pizzorno prometía del disco: «canalizar el espíritu de una rave en las Midlands interpretada por una banda de rock n roll de 1968″. General y objetivamente, el resultado, aunque conseguido, no termina de convencer.

Desde que comienza a sonar Bumblebeee queda claro lo que quería definir Pizzorno: influencias psicodélicas en un rock con espíritu de electrónica (o si se prefiere, electrónica con espíritu de rock), subidas, ímpetu de concierto y mucho aliento al público. Y la verdad es que no suena nada mal. Este primer tema (ignorando la introducción) muestra un cambio bien medido entre un disco y otro. En este momento, Kasabian te pueden convencer hasta de que esa era una evolución lógica (la menos probable, eso sí) entre varias posibles.

No obstante, el entusiasmo que muestra Bumblebeee se va diluyendo cada vez más, con momentos en los que se salva, a lo largo del disco. Podría pasar por el mero cambio de traje, pero lo malo es que en muchas ocasiones cuesta escuchar al mismo grupo detrás de todas esas capas, cayendo muchas veces en una especie de mezcla indie pop y dance punk de principios de siglo que se traduce en un paso atrás, sobre todo para un grupo que cogía con orgullo la bandera del avant garde. Todo suena o a falta de personalidad o a exageración de la propia.

A pesar de contar con cortes de calidad, la mayor parte del álbum transcurre con sensación de perdido y de tener algo incómodo ahí que no acaba de salir a la luz entre todas esas capas de electrónica que decíamos. Parece un fallo de cimientos. Esto ocurre por ejemplo en Treat, en la que los sonidos duros de las guitarras se entrelazan con los sonidos electrónicos, en una conjunción bastante lograda pero que sigue transmitiendo algo extraño. Irónicamente, Treat es una de las canciones más interesantes del álbum, una especie de metamorfosis musical de casi 7 minutos que pasa desde los restos de lo que era Kasabian hasta una especie de ambient.

La épica de los sonidos orquestales de Stevie o la vibración exótica e hipnótica de Glass (esta con intervalo rap incluído) conforman un grupo de canciones que parecen ser un conjunto de descartes de Velocirraptor! pasados por el filtro de la electrónica y el espíritu de los distintos experimentos que artistas como Muse o John Frusciante han llevado a cabo últimamente.

En estas todavía se puede escuchar a Kasabian ahí escondido y resultan interesantes, al igual que, más desvirtuada, Clouds. Sin embargo, esto no ocurre en canciones como Doomsday o Explodes, donde suena algo que parece que ya has escuchado pero te sigue dejando igual de inquieto, así como un tufillo pop que no termina de convencer. Mención aparte merece Eez-eh, ejemplo de cómo no tomar la electrónica. Bow se deja escuchar, aunque podría pertenecer a cualquier grupo dream pop, y S.P.S. termina dejándote una sensación agradable después de todo el apabullamiento, mientras que (Mortis) y (Levitation) sirven más como inteludios.

Que 48:13 sea bueno o no depende de las ganas con las que se escuche. Hay que dejar claro que no es un disco serio ni, salvo en algunos momentos más lúcidos, pretende serlo. Busca a las masas y el divertimento. En directo seguro que será una delicia para todo el que se acerque a su escenario en algún festival para pasar el rato. En los momentos en los que se busca algo más sí es de alabar el uso de la electrónica y la manera en la que se funde con el espíritu global de las canciones, con lógica y hasta a veces con esa personalidad única del grupo.

Igualmente, si hay canciones que sobresalen o todo es igualmente descartable dependerá del gusto (y la voluntad para escucharlo) de cada uno. Para un servidor, cuatro o cinco a lo sumo, y despedazando y dejando mucho a un lado. La fusión que prometía el grupo está conseguida y hasta es de admirar, pero que guste ya es otra cosa. Una victoria con sabor a derrota, pues Kasabian parece haber cogido definitivamente esa senda de perdición que ya han cogido otros grupos de su generación.

Sin ponernos tan dramáticos, la conclusión es la de (casi) siempre con grupos que cambian su estilo de forma más o menos notable: es un álbum con buenos momentos, pero no a lo que el grupo nos tiene acostumbrados. Se han hecho cosas peores, pero desde luego no en la discografía de un grupo como Kasabian.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 6/10

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