InicioDiscos – ArchivoJulio de la Rosa - Pequeños trastornos sin importancia

Julio de la Rosa – Pequeños trastornos sin importancia

En esto del amor, después de La herida universal llega la cicatrización y cada uno supera ese período como puede. Al jerezano Julio de la Rosa le ha llevado tres años y el resultado es esta colección de Pequeños trastornos sin importancia. De las 20 canciones que componían su última referencia (en su edición especial), en esta última se han reducido a la mitad. No hace falta más para desahogarse.

¿Si hay machismo en el indie? No lo sé. Hay desamor, como en todas partes, como todos hemos sufrido alguna vez. Y, como tal, aquí se acabó aquel susurrante «¿Qué me diste? Házmelo quitar» o el Déjame hacerte feliz (Aunque sea un rato). Lo de Julio de la Rosa es una descarnada montaña rusa de emociones que gritan su dolor, su rabia, su ira… Una montaña rusa que parece recorrer el final de una tormentosa relación etapa por etapa. Y además ha sabido rodearse de amigos para pasar el «mal trago».

El disco arranca desde el minuto 1 con la promesa de que este viaje será «como río cruel que amenaza inundación» y no encuentro una descripción más acertada. Empiezan los últimatums y los reproches de «tú me quieres a medias» (Colecciono sabotajes) para acabar culpando a los demás por amenazar tu amor (Gigante). Luego llega el momento de protegerte del otro, levantar tu coraza y alimentar el ego: «Tú sólo tienes que adorarme y aplaudir».  Pero ya se sabe que en el amor un día estás arriba y al siguiente… reconociendo que lo que te queda es Un corazón lleno de escombros al que Miren Iza (Tulsa) le hace los coros.

Y aparecen las dudas por no saber de qué va el juego, el miedo y empieza a aflorar La fiera dentro. Ocho minutos en los que luchas por domesticar a tu animal interior, mientras Enrique Bunbury te anima a seguir adelante. Borrón y cuenta nueva es la fase de negación, que viene después con sus «No pasó. No es posible que haya idiotas como yo». Mientes y las voces de Ainara LeGardon y Dani Llamas te lo echan en cara. Y cuando ya parece que vas remontando, que has reconocido el amor como un trastorno más, «¡qué más me da!», y te repites ese «sin ti soy alguien», entonces…

¿Sabéis ese momento en el que, tras una ruptura, estás con otra persona y te encuentras con tu ex? Sacamos pecho y sonreímos para que vea lo bien que estamos, que lo suyo ya lo tenemos superado. Pues si musicalizamos esto, nos queda algo como Maldiciones Comunes, cantando alegremente «Que lo sufras, que ya es hora. Y si escuece, que te jodan». Claro que luego te das cuenta de que es un juego de doble filo y que no estás tan bien como quieres aparentar. Glorieta de trampas. Tú las pones y tú mismo eres el que cae en ellas.

Total, que al final acabas concluyendo que el amor es lo que tiene y que en el fondo no es tan malo como parece. «El amor saludable hay que practicar». Aprendes, o eso crees, y estás listo para empezar de nuevo… O no. «Amor chiflado, no vengas más». Pero lo cierto es que, cuando lo canta Julio de la Rosa, esto del desamor toma otra perspectiva. Con sus subidas, sus bajadas, su odio, su cariño. Con sus guitarras y medios tiempos, silbidos y rimas. Con Anni B Sweet y Xoel López, con Ainara LeGardon y Dani Llamas, Bunbury, Miren Iza, Miguel Rivera (Maga). Así da gusto desenamorarse, aunque sea una locura. Un constante estado de ciclotimia llamado Pequeños trastornos sin importancia. 

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 9/10

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