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JOE CREPÚSCULO – EL CALDERO

JOE CREPÚSCULO - EL CALDERO

Los teclados elegidos por Tarantino para una de sus películas podrían ser los títulos de crédito de este disco. Joe Crepúsculo pone a punto los fogones para que El caldero se abra con La alimentación de los dignos, una canción oscura, explicativa, ¿en qué consiste el juego?; aquí tenemos la respuesta. Ritmos más cercanos a una persecución de coches los encontramos en La higuera, seriedad contrarrestada por la genial banalidad de la letra, que habla de higos, brevas, recolección de frutos y pañuelos en la frente de domingo de vendimia. Quien cae hoy, no cae mañana. Una higuera que también se desdibuja en la portada de este álbum de trece canciones, realizada, a petición de Crepúsculo, por Efrén Álvarez.

Un caldero: caldereta “Guisado que se hace cociendo el pescado fresco con sal, cebolla y pimiento, y echándole aceite y vinagre antes de apartarlo del fuego.”. Y aunque sea de cordero, el caldero hace referencia a ese popurrí sonoro que esboza el catalán. Amor de fuego es una genialidad rítmica, bailable; “y que me hagas girar como la máquina del kebab” es una de sus mejores frases, haciendo referencia a un hipotético grasiento y sucio amor.  Una razón para advertirnos de que también hay lugar para ese tema universal. De eso también trata Si tú te vas, una balada, tal vez el tema más meloso, aderezado con cajas de ritmos, las culpables de que no lo tomemos todo tan en serio. Joël Iriarte consigue en este trabajo limar su voz. Si desde Tarántula y los inicios en solitario – muchos opinan que hasta Nuevo Ritmo (ese disco a partir del que encontramos a un Crepúsculo menos sobrio, más sofisticado, más latino) -, podemos considerar que ha habido cambios, llegamos aquí al punto más álgido de ese proceso.

La fuerza de la vida nos llena la cabeza de pájaros, sonidos parecidos a la dulzura de una flauta escolar (bien integrada). De nuevo encontramos ritmos latinos, entendidos desde un punto de vista algo distinto al habitual, más cercano al Rei Momo de David Byrne o la investigación musical más que al salón de baile. Con esta canción llegamos a otra de letra sucia, de domingo desaprovechado, como es Una semana con los polis. Letra cotidiana, algo más turbia que las de tema amoroso. Cigarros y cervezas, sin salir de casa. Esta letra pseudohippie nos recuerda los orígenes de Crepúsculo, que en alguna ocasión ha asegurado sentirse mucho más cerca del punk que del indie. Un artista aparte, eso es lo que desde mi punto de vista caracteriza al cantante.

Tras esta incursión al piso compartido llega Quan tothom s´ha marxat, la canción en catalán del disco. Una balada de la que el cantante opina que el hecho de que esté en catalán (en plena fiebre Manel y Antònia Font triunfando a nivel nacional) “se trata de un efecto espontáneo, está bien que no haya esa distancia con el catalán”.

Enséñame a amar fue el adelanto del disco y, además, la canción que Joe ha elegido para presentar El caldero. Una canción para escuchar mientras se habla con la gente, tomando algo. También en la intimidad de una charla de las de romper el hielo con intenciones directas: “quiero estar siempre a tu lado”. Con La segrera nos adentramos, a mi modo de entender, en una declaración de intenciones, trasladando al que escucha eso de que Crepúsculo es un corredor de fondo en esto de la música. Canción doméstica también, por el barrio barcelonés al que hace referencia.

Con Avena loca de nuevo la aspereza de esa voz poco cuidada, denominador común de los orígenes y segundas partes de los discos del vocalista. Y si de orígenes va la cosa, también los clásicos y el rock progresivo (Joe cita a Led Zeppelin como grupo de referencia) tienen aquí un reflejo.

Con Yo voy por delante de nuevo encontramos esa atmósfera ya bosquejada en La segrera: el rumbo y la motivación hechos música en una de las mejores canciones del disco.

Cierran el disco Garras de metal y La catedral. La primera con una clara influencia hispana y un bum-bum de feria que, combinados, rozan la sutileza de “bancos de hierro en los coches de choque”, que diría Quique González, y una moraleja final: “no temas la verdad”. La catedral rebaña El caldero con ritmo de epitafio: tres minutos de ritmo latino que acaban con la frase “nos damos un beso por última vez”.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7/10

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