Like a Waterfall in Slow Motion. No se me ocurre un modo mejor de empezar la crítica de este niño prodigio. Ante todo, mucha clase, y eso es lo que mejor define este trabajo. Porque mas allá de apuntar influencias o trazas estilísticas, es importante remarcar que lo que transpira este disco es elegancia. Los temas que nos ocupan son aristocráticos en lo que a instinto se refiere. Es lo primero que nos sale de las entrañas al escucharlo, incluso antes de entenderlo. Elegancia y emotividad.
Tengo que reconocer que pertenezco a esa parte de la humanidad no iluminada que nunca ha acabado de entender el Dubstep. Ya lo he dicho, públicamente, a riesgo de ser linchado por los amantes del Drum and Bass y sus derivados. Los ritmos sincopados y esa extraña y constante sensación de doble velocidad me ponen nervioso y consiguen que al cabo de cinco minutos tenga ganas de cambiar de género y casi de habitación. Dicho todo esto, de pronto empiezan a llegar noticias de lanzamientos de varios EP’s de un chico muy joven, incluido en la lista de nuevos valores de la BBC. Incluso hay quien asegura que este joven con voz de soulman y nombre de tenista tiene todos los ingredientes para cautivar a un público mucho más amplio de lo que su mezcla de géneros ha conseguido hasta la fecha. Claro, todo esto genera mucha curiosidad. Y llega la agradable sorpresa.
A pesar de la corta edad de James Blake, cabe remarcar que ya se apreciaba una notable evolución musical en sus anteriores publicaciones. Evolución que culmina en este LP. Desde aquel primer Sencillo Air and Lack Thereof hasta el más reciente Klavierwerke, Blake sacrificó en parte la aspereza del dubstep para enseñarnos una cara más amable, sacándole jugo a su voz, muy cercana a la calidez del Soul y con ligeros toques de R&B. Este camino ha seguido su curso en este primer álbum y parece que el post-adolescente londinense ha dado con el sonido que, si no me equivoco, va a darle grandes alegrías.
Hay algunos aspectos a tener muy en cuenta en el sonido de los diferentes temas. El primero es esa impresión constante de que cada canción tiene dos ramas que no se llegan a juntar del todo. Por un lado, la voz de Blake llena de emotividad y reforzada por coros y otros efectos que le dan profundidad y ese teclado que a menudo acaba siendo el conductor real de la canción. Por otro lado la electrónica, sincopada, llena de sub-bajos y pequeñas arritmias musicales que tienen algo de molesto y atrayente a la vez. Y la suma de estos dos aspectos consigue que, aunque a priori pretendieras poner el disco como música de fondo, no puedas desviar tu atención. Efectivamente, la superposición de acústica y electrónica consigue un extraño efecto magnético.
A otro nivel las canciones transpiran emoción. El ejemplo es muy claro en el single del álbum Limit for your love, esa flamante versión del tema de Feist que pide una escucha en formato bucle durante un buen rato para poder digerir tanta emotividad. Es algo casi espiritual, y las claves son dos, la voz y la gestión de los silencios. Hay alguna cosa en el modo de cantar y elegir cuando poner un silencio que es puramente intuitivo y convierte un buen tema en un tema emocionante. En este aspecto recuerda (salvando las distancias) a otros grupos que consiguieron ese clima como The XX o incluso Moby.
En definitiva, nos hallamos ante un trabajo redondo, de aquellos que dejan huella, y lo vuelvo a remarcar, emoción y elegancia a raudales. Si James Blake supone la dulcificación del dubstep y por tanto (como apuntan algunos puristas del género) su decadencia. Me permito el lujo de decir sin tapujos. Larga vida a James Blake y a la decadencia del dubstep.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8.5/10