Incubus – 8

¿Os acordáis de Incubus? Sí, esa banda de funk-metal que empezó a mediados de los 90 siendo una versión bastarda y ruidosa de Red Hot Chili Peppers y Faith No More para acabar desviando su sonido hacia un rock alternativo mucho menos agresivo pero con más rédito económico. Pues bien, han vuelto con su octavo disco, 6 años después del anterior If Not Now, When? y que también se lanzó tras otro largo paréntesis de la banda.

Pues bien, para todos aquellos que conocieron a la banda con su primera trilogía de discos, el poderoso SCIENCE, Make Yourself, que les puso en boca de todos los fans que iban más allá del funk alternativo y los acercó al rock alternativo más mainstream, y Morning View, con el que llegaron a ser una de las bandas más importantes de los primeros 2001, sobre todo cuando A Crow Left of the Murder los confirmó. Poco a poco, discos más irregulares fueron dejando a la banda en un discreto segundo plano hasta este retorno, en el que prometían una vuelta hacia un sonido más rock, más independiente.

Pero, ¿qué podemos encontrar en este 8? Pues buenas composiciones, buenos temas, pero sin alma, sin matices. Sí, hay más guitarras, Brandon Boyd ha ganado mucho como vocalista y, su nuevo rango vocal es muy interesante. Pero, salvando la canción que abre el disco, No Fun, o el single Nimble Bastard, poco más podemos encontrar en este retorno que podamos recordar más allá de la escucha. Como hemos dicho, pese a los buenos mimbres, pocos temas con alma vamos a encontrar. Este retorno parece un intento de volver a ese rock de estadio que encarnan en la actualidad gente como Foo Fighters, Muse, 30 Seconds to Mars o Imagine Dragons. Pero buscando todo lo accesorio y olvidándose de las canciones como algo que va más allá de ser una herramienta, olvidándose de que la música es un arte y no un producto de márketing. Algo que no les pasaba en los primeros trabajos, donde imagen y temazos se fueron modelando y configurando a la par, para ir abandonando el rastismo por el grunge chic, hasta llegar el cool rockstar-look, conforme las canciones iban ganando en estribillos épicos y perdiendo en guitarrazos y esas congas que fueron el signo de identidad de los primeros tiempos de la banda.

Skrillex ha sido el productor de este nuevo trabajo y podemos decir que su trabajo es muy bueno dotando a la banda de ese sonido bombástico, trabajado, épico, moderno y clásico, capaz de atrapar a fans de todos los estilos musicales. Pero de nuevo ese adocenamiento del sonido lo acaba dotando de una uniformidad que acaba matando los intentos de experimentación de temas como State of The Art, Loneliest o Make No Sound in The Digital Forest. Esa uniformidad de sonido está bien para temas con querencias más pop o directas como ese No Fun o Nimble Bastard, pero no resulta suficiente para llevar el disco hacia donde podría merecerse.

Así, 8 es un retorno agridulce, un quiero y no sé si puedo o igual no me atrevo a poder del todo, en el que los arreones iniciales acaban dejando paso a temas donde predominan los medios tiempos que acaban aletargando en demasía un álbum que, si bien no es malo, carece de chispa.

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