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IMAGINE DRAGONS – ORIGINS

Apenas un año han tardado Imagine Dragons en publicar un nuevo LP y, pese a lo que cabía esperar, no contiene caras B, ni demos ni descartes del anterior, o eso dicen. A la vista de los resultados parece que se propusieron componer una canción definitiva por mes pues solo entre 2017 y 2018 han lanzado casi una treintena de temas que ellos consideran definitivos.

Origins es el cuarto álbum de estudio de esta banda de Nevada y ya se demuestra que la fórmula les empieza a fallar. Ya en los años ’70, Queen se dio cuenta de que si abres un disco con himnos de la talla de “We Will Rock You” o “We Are The Champions” has de controlar muy bien el orden de pistas para mantener correctamente las emociones del oyente. En este caso, Imagine Dragons parece que ha querido publicar una consecución de sencillos que escuchados del tirón revuelven las tripas de cualquiera. La vorágine de subidas y bajadas de ritmo, tono e intensidad es digna de admiración, aunque no recomendable como referente.

De nuevo se aprecia que la banda de Dan Reynolds quería conseguir otro bombazo de exitazos que ya de por sí suenan con la magnificencia propia de un estadio olímpico. La manera de conseguirlo ha sido sobrecomprimir todo el tracklist sumergiendo al espectador de su obra en una atmósfera incansable. Bajo una intención de mostrar el grandioso mundo en el que vivimos y con un aire cinematográfico se desliza la voz de Reynolds. Triunfaron en su día por revitalizar lo “comercial” si un sonido definido, ni con la potencia de unas guitarras eléctricas ni la aparente simplicidad del pop. Combinaron ambas y es por ello que en Origins el cantante revela de manera demasiado evidente sus referentes vocales. Entre las quince pistas se escucha la dulzura y el brillo de Chris Martin intercalada con la fuerza desgarradora de Dave Grohl.

Arranca con uno de los singles, Natural, un tema al más puro estilo Imagine Dragons. Comienza suave y reverberado hasta que el drop concluye en un estribillo en el que prima la percusión y la voz forzada del vocalista. La rebeldía del primer tema se difumina y da paso a Boomerang, el tema Coldplay por excelencia. Apenas cinco minutos de disco y ya se hace notar otra fórmula compositiva que destacará en todo el, la repetición constante de frases. El género musical de la banda nunca ha estado muy claro, pero parece que han querido meter a presión la capacidad memorable que da el pop. Si este estilo se caracteriza por meterse en tu cabeza cual earworm, los Dragons lo llevan al extremo con el fin de que te quedes con, mínimo, una frase por tema que puedas cantar de principio a fin.

Machine es arriesgada y cuenta con una premisa brillante, la intención de hacer un éxito de pop-rock-alternativo con apenas un acorde. El resultado suena industrial, no se aleja del título, y parece querer crear un ambiente de revolución agresiva, sucia y coral. Cual fábrica proletaria manifestándose, vaya. Su estribillo por el contrario recuerda demasiado al I Love Rock and Roll de Joan Jett, producido de la manera más contemporánea y recargada posible eso sí. Parecía que venía una balada, pero los corillos y las reverberaciones de Cool Out no dan tregua. Y mucho menos su ritmo juguetón. Parece que la banda intenta formar parte de cualquier lista musical existente ya incluya pop, indie, R&B, electrónica, rock o, incluso, folk.

West Coast es un experimento más que sorprende con un comienzo a voz y guitarra acústica y mandolina. Tiene el rollito country de Avicii y transmite gracias al mensaje directo y poco apenas metafórico que Reynolds ha escogido para el álbum. Por desgracia, en vez de un buen subidón de electrónica o un estribillo memorable, se queda con un “I’ll be, I’ll be, I’ll be” que no lleva a ninguna parte.

Mitad del largo y entra Zero, el tema que formará parte de la banda sonora de “Ralph rompe Internet” y en el que el cantante parece querer demostrar su habilidad para cantar más rápido aún que su Whatever It Takes. Un estribillo que recuerda a Price Tag de Jessie J y la pócima está servida para ser vendida como promo de la película, una especie de “All Star” de Smash Mouth pero casi dos décadas más tarde.

Bullet In A Gun quiere sumergirse de pleno en un área oscuro y reflotar mostrando una realidad, pero es tan “popera” que no consigue transmitir esa seriedad y crueldad de temas como el suicidio o el dolor interno de las personas. Llegas a la pista novena y una guitarra acústica te recibe otra vez. Ok, la fórmula de “balada” para este trabajo puede ir por ahí, como en West Coast. Pues no. Rompen unos sintetizadores rollo dubsteb, drum n bass… y quedas alucinado hasta que en el estribillo hacen algo como etéreo en el que la ruleta de compresión se les fue de las manos y lo que iba a hacer de bajo ahora es lo protagonista. Tal pomposidad molesta, estropea por completo el tema, como si estuvieras escuchándolo al lado de un reactor de avión o se te hubieran rajado los conos del altavoz. A saber qué quisieron conseguir con esa saturación. Only parece un tema sacado del Violence de Editors o, en su verso, una canción inspirada en el Another Day in Paradise de Phil Collins. La caja es casi una protagonista pero no tiene ese sonido ochentero caracterizado por sus puertas de ruido ni un brillo particularmente agradabe. En conjunto es un tema que podría definirse como “correcto”.

Llegando ya al último tercio aún “faltaba” algo rollo hip-hop o trap con un melodine bastante notable. Stuck juega con eso de que la primera frase del tema sea la fundamental del estribillo. Ya desde el primer segundo Reynolds nos vuelve a colar sus letras. Lo único es que esta fórmula viene ya desde el Love In An Elevator de Aerosmith, o antes incluso. Eso sí, leyendo la lista de temas está claro que éste tenía que ser la balada de arrepentimiento. Si la cabeza del tema era la más potente, ésta última se relaja completamente sin perder la grandiosidad de la banda. Cualquiera de las cuatro últimas (Love, Birds, Burn Out, Real Life) parecen estar sacadas de un mix entre Coldplay y Walk Of The Earth.

En definitiva, “el que mucho abarca poco aprieta” y, ojalá no sea así, pero parece que la fórmula empieza a fallar y se notas los glitchs. La experimentación nuca es mala mas estando ordenada puede quedar muy coherente en el resultado final y quien haya diseñado este paseo musical tenía sus mejores dotes como arquitecto de montañas rusas. Origins se deja querer en muchos momentos y hay matices admirables y disfrutables, aunque no consigue rematar y queda inconexo. Tiene lo que cabría esperar de la banda: sus coros, ambientes reverberados y repetición, lo cual no lo hacen aburrido. Peca, por el contrario, de ser lo que es: un álbum publicado apenas un año después de su anterior y promocionado como definitivo sin haberle dado una última lectura (o un par) antes de lanzarlo al mercado

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