Si algo tienen de bueno los descansos de grandes grupos es que el ansia creativa de todo músico no deja a sus miembros en silencio tras la partida de sus compañeros en otras direcciones. Aún más, y mirando desde el lado positivo, el descanso indefinido en el que se encuentran The Walkmen, estos intervalos pueden servir para conocer otras facetas de esos artistas a los que hemos escuchado como uno solo durante tanto tiempo.
Hoy toca comprobar el primer disco en solitario de Hamilton Leithauser, que si bien no se reinventa del todo, trata de tomar una personalidad en solitario a partir de, a veces, una vista al pasado. Por esa parte, desde Black Hours parece mirarse a sus iconos como si de un museo de antigüedades se tratara, quedándose a veces como mero espectador y consiguiendo otras (por una cosa u otra, las menos) introducirse en esas esculturas y hacerlas mover. Siempre hablando desde la personalidad que le aporta Leithauser. Por la otra parte, la más presente, tenemos lo que ya nos suena, lo que podríamos haber escuchado en un nuevo disco de The Walkmen, y que por tanto no justifican que este álbum sea en solitario (quedándonos en el terreno puramente creativo, claro). En esta parte tenemos las guitarras de I Don’t Need Anyone o la vibración folk de Alexandra, que podría caer en una superficialidad pero resulta una de las canciones más coloridas del disco, haciendo recordar ya con nostalgia a The Walkmen. No obstante, también hay que admitir que el músico no se ha quedado ahí y hasta a eso que conocíamos ha intentado darle una vuelta, y mirarlo desde una perspectiva más amplia a la vez que personal. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en The Silent Orchestra, en la que la base de lo que podría haber sido una canción del grupo se reviste de una distinción típica de hombre frente a orquesta y toda una colección de sonoridades alrededor.
5 AM inaugura el lado más melancólico y orquestal, un tema fabuloso y acojonante a partes iguales, de los que ya hay pocos, con el piano y el tono perfecto de la voz de Leithauser como conductores y esa elegancia jazz con la que nos podríamos imaginar al músico viviendo eternamente en esa postal que sirve como portada del disco. En este lado también tenemos canciones como St Mary’s County, una balada intimista en la que la influencia y el fantasma de Sinatra que el mismo Leithauser reconocía se hacen aún más latentes, o The Smallest Sprinter, cerrando el disco, con la que el músico vuelve a hacer acopio de fuerzas para volver a introducirse en esa oscuridad que llega a sacar de ti mismo el jazz nocturno, a solas y en copa grande.
Por otro lado tenemos canciones más rápidas, como la mencionada Alexandra o 11 O’Clock Friday Night, que pese a ser una buena canción parece quedarse a medio camino de todo lo que da, por ejemplo, The Silent Orchestra por un lado y I Don’t Need Anyone por otro.
Self Pity se viste de sonoridades interesantes pero termina funcionando más por inercia, pues pasa desapercibida entre otras del disco, mientras que I Retired apela al lado más sureño con un impulso country y un sentimiento clásico junto a la dolida voz de Leithauser atronando como nunca.
Black Hours es un disco de altura, con todo lo bueno y lo malo que ello quiere decir. Es cierto que junto a unos momentos muy buenos tiene otros aceptables sin más, pero todo el álbum transmite una sensación de gratitud por la escucha y Leithauser suena a cantautor aturdido por las circunstancias y en búsqueda de su otro yo, haciendo que merezca la pena, no solo escucharlo sino recordarlo. Aquí el músico parece salir de su antigua casa en llamas y buscar un nuevo hogar, refugiándose muchas veces en los recuerdos y dejándose llevar por esa nostalgia de bar pero también caminando con el optimismo que pueden aportar el encuentro con unos amigos, que en este caso son sus compañeros de The Walkmen, representando una continuación de su sonido. Quizás el punto más negativo es que no logra olvidar esa trayectoria con The Walkmen, pero como eso es imposible y hay que ser justos, basta decir que Black Hours se podría calificar como una obra prometedora de un artista honesto y con la sensibilidad actual de los más clásicos entre los clásicos.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8,5/10
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