GROUPER – RUINS

Grouper es un proyecto de Elisabeth Harris, nacida en 1981 en California, cuyo debut llegó en forma de álbum homónimo hace ya 9 años, y que desde entonces nos ha traído un sonido bello y melancólico que a cada álbum expresa mayor soledad y abandono. De hecho, en el caso de este Ruins, estos sentimientos ya son sin duda extremos.
Ruins es un disco para escuchar en solitario, y para sentirse solo, para llorar solo, vivir solo y torturarse a uno mismo por los errores cometidos y las oportunidades perdidas. Suena a un entierro del corazón, de la carne, mientras el alma sigue viva y llora la pérdida del cuerpo. Suena a una cabaña perdida en la montaña y al último ser humano de la civilización. ¿Quién no lloraría presenciando toda su miseria a tal nivel? No podemos imaginar lo que ha sufrido Harris para llegar a componer esta obra, pero se convierte en uno de esos álbumes que tienen un objetivo y lo logran, en los que el músico no es capaz solamente de transmitirte sus sensaciones (de una forma de sentirse concreta), sino de hacerte revivir las tuyas como si volviesen a sucederte. Ese es el mayor reto del arte, y una de las pocas formas en la música de implicar al oyente (aparte de crear hits). Si en el resto de su discografía Grouper nos mostraba sus miedos, preocupaciones y fobias, en Ruins directamente nos muestra lo que ha quedado de ella, un personaje asocial escondido tras pianos con ecos, con miedo a salir por delante de los elementos de su música, esperando en la sombra y embelesándonos con su dulce voz, acogiéndonos en el frío otoño con unos radiadores en torno a un sillón, sin hablar mucho, simplemente acompañándonos en nuestro infierno personal, o dejando que estemos junto a ella durante 40 minutos en un álbum con una estructura extraña.
A pesar de su desarrollo lento, tranquilo y cuidado, el disco tiene solamente ocho canciones de las cuales dos no llegan a los 2 minutos, como interludios que individualmente se transforman en momentos concretos de la experiencia, y tiene otras dos canciones que tampoco alcanzan los 4 minutos. A destacar Holding y Made of Air, que duran 8 y 11 minutos, respectivamente, como la sección más sufrida y consciente. Mientras las primeras te abruman y te meten en el viaje, en ese lugar lejano y perdido, las últimas, más largas, te hacen consciente de cada instante, en toda su belleza, como cuando uno se fascina por el tacto, o mira un paisaje como nunca antes lo había hecho. El nivel de sensibilidad está ya a tal altura que se hacen cortas a pesar de durar 20 minutos, entendiendo que salir del mundo frenético y asfixiante en el que vivimos era estrictamente necesario, y que ahora hay que tratar de vivir de nuevo en él, volviendo de vez en cuando a nuestro estado de calma, al ritmo de la montaña, a la velocidad de la naturaleza, a la cual crecen los árboles y las cosas se fabrican a mano, rodeados de una vida sin necesidad de bienes ni aceptación social, sólo alimento y observación, puesto que podemos, que cada detalle importa, y que la velocidad y el paso del tiempo son distintos dentro de Ruins.
Made Of Air nos recuerda que el viaje ha acabado y que debemos volver a la realidad, son las luces de la ciudad a lo lejos, cada vez más cerca. Es la alarma de la mañana, el busca sonando y cada cosa que nos altera del mundo en el que vivimos, pero no es una pérdida de esperanza, es un reto, una llamada de atención, son nuestras ganas de vivir contra todo lo demás en una batalla no escrita y que cada día vuelve a empezar. Ruins es el mayor y mejor ejercicio de reflexión del año, tarda en fraguar y crecer dentro de nosotros, pero si lo miramos de manera consciente y como merece, resultará esencial para nuestra supervivencia puesto que nos exige mucho a nivel personal en todo momento, incluso después de haberlo escuchado.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8,5/10
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