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GROUPER – GRID OF POINTS

Vivimos una época de desesperanza y desengaño, de desencanto con la posmodernidad. La música ha pasado finalmente de ser plástico sin emociones ultraproducida a ceniza. Es sorprendente que ante el pop y la música con grandes montajes hecha para grandes estadios haya propuestas como la de Liz Harris que existan. Que existan, y que nos lleguen. En 2008 pitchfork la relacionaba con las grabaciones etéreas del sello 4AD, Cocteau Twins o His Name is Alive por ejemplo, pero la de Astoria venía de lejos ya que ella misma autoeditó su primer trabajo en un cd-r en 2005.

Después de varias grabaciones llegó su enorme Ruines en 2014 que dejaba un socavón tras su paso hasta una incierta nueva entrega, aunque ésta, prometía llegar muy alto visto de lo que era capaz. Han sido cuatro años de espera eternos hasta Grid of Points para su legión de seguidores/as, que los/as tiene y saben perfectamente qué esperan de su proyecto Grouper. Las redes comenzaron a arder semanas antes de su publicación con sendos adelantos en diferentes medios especializados. Comenzaban a leerse esas muestras de gratitud poco habituales. La música y su elemento sanador. Pese a lo intrigante de los primeros compases que pude escuchar, preferí escuchar la obra completa llegado el momento. Hablamos de un disco editado en vinilo y que cuelga el sold out en su bandcamp un mes después de salir. Su primer tema The Races es únicamente una breve intro, un saludo, para eso sí, en Parking Lot tumbarnos de golpe en el suelo a base de piano y voz con ese timbre que resuena en el interior de la piedra.

En una fotografía de doble exposición Liz alza su respiración hecha música, algo que en el tercer corte, Grid Points también sucede. La sensibilidad en sus manos son paseos tranquilos sobre sencillas líneas de piano sin sobresaltos. Un álbum concebido como algo pequeño, resulta en conjunto, inmenso. Ella se autodefine como música experimental relacionada con el horror y el pop, con los sueños y lo onírico, pero sin duda pese a su pesadumbre, la belleza es sublime, sin paliativos, sin remordimientos y además, editada en su propio sello. Sólo hay que ver la respuesta de su nuevo disco en estas semanas para darnos cuenta de qué está sucediendo. En Thanksgiving Song las reverbs casi infinitas se solapan entre frase y frase logrando una suerte de drone coral celestial. En este caso, la voz ejerce de elemento principal y el piano se limita a fraseos en segundo plano invirtiendo los elementos hasta que las voces se apartan dejando que toda la resonancia de la interpretación acapare nuestra atención hasta desaparecer y apagarse durante unos segundos de silencio.

Birthday Song se abre tras ese cambio de cara con una nueva pieza en la que las voces flotan y cierto jazz pretende emerger. Estamos antes sus momentos más oscuros hasta el momento. Muy propio de la de Astoria. Blouse nos devuelve al sosiego, al paisaje, a una voz que respira más que canta, que sirve de instrumento de viento entre el salmo y la letanía. Breathing cierra esta nueva entrega de Grouper, delicadeza y sonido en espacios de piedra, gelidez frente a un piano desangelado. Carácter. Sonidos nos alejan de ese lugar despertándonos quizá, interrumpiendo ese sueño que es entrar en el mundo de esta compositora de Oregón.

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