Goldfrapp se hacen mayores. Los ingleses cumplen dieciocho años de vida y aunque no se trate de una fecha redonda para celebrar gira de aniversario ni para lanzar disco recopilatorio, en este momento la frase de marras viene que ni pintada para describir el estado de una banda cuya carrera ha tenido cimas y valles a lo largo de los años, pero que ha seguido con paso firme un camino consolidado por una muy buena reputación, tanto a nivel discográfico como escénico.
Y es que, a pesar del buen cartel del que gozan actualmente, a nadie se le escapa que la carrera de estos chicos llegó a correr peligro de muerte debido a lo temprano de su éxito. La sobreexposición de la que gozaron a principios de siglo con singles sonando en anuncios de televisión, se convirtió en un trato más discreto por parte de los grandes medios. Por suerte, la constancia y el talento ayudan a poner las cosas en su sitio, por lo que en pleno 2017 podemos afirmar que sí, que dentro del pop electrónico internacional Goldfrapp no sólo es sinónimo de excelencia, sino que por fin se puede hablar de ellos como el espejo en el que se miran muchas bandas actuales.
En lo referente a su último trabajo, este Silver Eye (Mute, 2017) engaña de primeras, pues parece que va a volver por momentos a la senda de los primeros Goldfrapp, los que triunfaron en iPods y clubs de medio mundo. Podemos identificar los singles en el tramo inicial del álbum, con canciones como Systemagic, Anymore o Tigerman, que serán fácilmente reconocibles por el gran público y que parecen sacadas de sus trabajos más célebres.
Sin embargo, el disco avanza de manera más lenta, al cambiar el tono bailable por otros ritmos más cercanos al ambient y atmósferas más pesadas y oscuras, que aunque a primera escucha no estén en sintonía con las canciones que le preceden, aportan carácter al conjunto y acaban convirtiéndose en el punto fuerte del disco. Buenos ejemplos de este carácter más dramático y naturalista se pueden apreciar en canciones como Zodiac Black, Faux Suede Drifter o Beast that never was, temas tranquilos y ajenos a la pompa de los grandes éxitos del grupo, pero que llevan el peso de un álbum en el que una de las mejores cosas que se pueden reseñar es que no se aprecia caos alguno en su sonido, a pesar de la cantidad de gente que ha metido mano en su grabación.
En resumen, se trata de un álbum perfecto para revisionar lo que ha sido la carrera del dueto hasta la fecha. A algunos les decepcionará que no hayan dado una vuelta de tuerca aún más agresiva a su sonido, a otros les alegrará ver el buen estado de forma en que se encuentran, y a los que empiecen a conocer al grupo les vendrá de perlas para adentrarse en su discografía, pues Silver Eye conjuga a la perfección lo mejor de las dos caras de Goldfrapp, la rompepistas y la introspectiva.