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FOALS – WHAT WENT DOWN

Finalmente, tenemos con nosotros la oportunidad de escuchar el resultado de “mucha inspiración y muchas botellas de vino”, o lo que es lo mismo; el cuarto álbum de estudio de Yannis Philippakis y los suyos, y que llega tan sólo dos años después del genial Holy Fire (uno de los discos del año 2013 para nuestra redacción). Foals son una banda a la vieja usanza, muy bien hecha, con un directo potentísimo, una capacidad de composición estupenda, y que definitivamente tienen unas tablas que vienen incluidas en el pack de estar una década juntos.
No estoy seguro de si mucha gente habría apostado por ellos después de Antidotes. A pesar de sus hits, los británicos parecían un fruto del hype con sus más y sus menos, una buena intención, y muchas cosas ya de cara. Pero estos dos o tres grandes temas se convirtieron en 6 ó 7 después de Total Life Forever, y el quinteto ya estaba encabezando algunos festivales internacionales, siempre con la promesa de un gran espectáculo en concierto. El resto os lo sabéis, Holy Fire triunfa, aunque resulta su disco más impersonal en algunos aspectos, y más pronto que tarde llega a nuestras manos What Went Down, para tal vez elevar a la banda al estatus de llena-estadios con su potente sonido y su aspiración cada vez más épica pero igualmente accesible.
Definitivamente, aquí queda poco de Antidotes salvo la guitarra de Philippakis, pero al mismo tiempo y tras tres álbumes –que ha tardado en llegar- aparece cierta sensación de repetición de fórmula. A los de Oxford no parece haberles dado tiempo a evolucionar, o a pensar su siguiente movimiento, y han acabado recolectando (de forma muy acertada, todo hay que decirlo) el sonido de sus dos últimos largos. Repasando el trabajo tema por tema, abre con la canción que da nombre al álbum, que como single fue muy esperanzador, e imita la sección más guitarrera y agresiva de la banda, que bien habíamos visto en Providence, aunque en este nuevo caso repite tres secciones, creando cierta sensación de crescendo pero dando poco espacio a la imaginación y sin culminar de forma convincente. Como segundo plato tenemos Mountain At My Gates, que rompe con el ambiente anterior, uno de los principales hits del álbum, y que recuerda descaradamente al sonido de canciones como Miami o Total Life Forever, pero aun así convence, caso similar el de la ulterior canción, Birch Tree, que además de divertida es más tranquila, recordando este toque bailable y de funk rock que Foals parecían haber perdido en la densidad de Holy Fire.
En Give It All podemos observar un atisbo de evolución que se pierde en la guitarras que escriben la melodía junto a la voz de Philippakis y que nos llevan derechos a las baladas en plan Milk & Black Spiders o Late Night. El cambio que comentaba lo podemos ver en Albatross, en la que se percibe cierta diferencia, pero que no parece llegar a ningún lado, convirtiéndose directamente en una de las que antes olvidaremos, y en otra que curiosamente parece inconclusa, al igual que la inicial. Después de esta tranquila pausa llega Snake Oil, también con madera de hit y las mismas guitarras que Inhaler, que terminan igual de descontroladas en otra de las grandes canciones del álbum. Le sigue el hit inesperado, Night Swimmers, con su ambiente (valga la redundancia) nocturno y su ritmo pegadizo que podría casi confundirse con el de una cumbia, oculto tras el agudo punteo de la guitarra, y personalmente uno de los temas favoritos en el álbum del que aquí escribe. Esta sensación se ve incrementada con la emocional London Thunder, que no va muy lejos en composición, resultando en la segunda balada del álbum, muy bonita, más que escuchable y disfrutable, pero mera repetición de lo hasta ahora realizado. Poco que decir de Lonely Hunter, que parece escapada del disco de un grupo pop en plan Klaxons, pero mucho sin embargo de A Knife In The Ocean, una de las mejores canciones que han firmado Foals a pesar de no ser más que una repetición lineal, en la que el riff es ideal y tiene el toque emocional necesario para conformar un cierre no demasiado tristón ni parado.
Siento si os he mareado con tantas comparaciones entre los nuevos temas y los antiguos, pero lo he visto necesario para hacer entender que Foals están de dulce en composición melódica. Se han marcado su álbum más escuchable, divertido y accesible, haciendo canciones de 5 minutos, sin renunciar a su sonido y teniendo ya tres trabajos en el mercado, pero huele a lo mismo. Ahora que nos han demostrado el talento inagotable que tienen es el momento de dar el paso y girar artísticamente para seguir creando algo que les haga más memorables y menos escuchables, que les deé nombre fuera de su sonido y de su país, de un grupo de seguidores enorme pero con una exigencia no tan grande. Y todo esto se lo pedimos a Foals porque sabemos que son perfectamente capaces de lograrlo. Mientras seguiremos disfrutando de su- indudablemente- buena música
 
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