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Everything Everything – A Fever Dream

En el Reino Unido no paran de caerles alabanzas a Everything Everything y recurren a menudo al tópico de que son los nuevos Radiohead, como si no existieran ya cientos de grupos con ese calificativo. Lo cierto es que la influencia de Thom Yorke y cía es indiscutible, empezando por el nombre (sí, es por Everything In Its Right Place) y A Fever Dream la acentúa todavía más. Aun así, parece que les está costando más que a otras formaciones crecer en festivales y oyentes, pese a que estos tengan seguramente más razones de peso musicalmente que la mayoría de ellas.

Pero bueno, vamos a lo importante. A Fever Dream es el cuarto LP del cuarteto; cuatro en 7 años, que se dice rápido. Un sonido que busca experimentar lo máximo posible y que en muchas ocasiones se oculta bajo estribillos pegadizos, algo que les hace etiquetarse más como una banda de pop que de rock. Dos años después del bailable y extenso Get To Heaven, han querido dar un giro más experimental en este nuevo álbum, de duración mucho más ligera, algo que se agradece.

El cambio no se da de primeras, van evolucionando según avanza el disco. De este modo, nos encontramos la versión más marchosa en las primeras piezas. La explosión de sintetizadores de Night Of The Long Knives con Jonathan Higgs medio rapeando, el dance épico de Can’t Do o el math rock de Desire. Todo siempre bajo el ritmo vertiginoso que le meten tanto Jeremy Pritchard al bajo, como Michael Spearman a la batería.

Después de la primera parte del álbum nos quedamos como si siguiéramos en el disco de hace dos años. Por ello, es en Big Game donde empieza el giro tomado en el disco. El comienzo sintético y ensoñador acaba en un éxtasis de guitarras y distorsión, pasando por unos riffs que pueden llegar a recordar a Johnny Greenwood, algo que sucede mucho durante el largo. Más melódica y envolvente es Good Shot, Good Soldier y en Run The Numbers nos vuelven a recordar la facilidad que tienen para romper a base de guitarras en la canción más redonda del disco.

Otra gran composición de este trabajo es Put Me Together. Una especie de folktronica que se va agrandando y recubriendo de capas de diferentes sonidos hasta acabar en un post-rock experimental que demuestra que están en plena madurez creativa; aparte de vislumbrar, hacia mitad de la canción, una capacidad de combinar elementos a la altura de pocas bandas.

Llegamos a la parte final del álbum con el tema que da nombre al LP, una delicada balada pianística cuya progresión la termina convirtiendo en un épico pop artístico con el detalle de la voz “robótica” para acrecentar el parecido a Radiohead. En Ivory Tower recuperan el ritmo endiablado y eléctrico llegando a un clímax de guitarras con Higgs, dejando a un lado su excéntrico falsete por un momento.

Tras el existencial amago de interludio New Deep, los excitantes riffs de White Whale cierran un disco muy completo de los de Manchester, que los sitúa cada vez más arriba del art rock global. Carne de Primavera Sound.

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