La memoria (póngase voz de Eduard Punset para más fácil asimilación del contenido) es una función del cerebro y, a la vez, un fenómeno de la mente que permite al organismo codificar, almacenar y recuperar información. Surge como resultado de las conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas, lo que crea redes neuronales (Wikipedia dixit).
La memoria es infiel. O muy puta. De una luz y una fuerza sorprendente. O de una oscuridad y un azul que puede generar ansiedad, si no es conducida con precaución. Deerhunter, formados por el genial Bradford Cox (Atlas Sound), Moses Archuleta, Josh Fauver, y Locket Pundt, titulan su último trabajo Halcyon Digest, que se podría traducir en algo así como una revista emocional y sonora de aquellos períodos que se guardan con nostalgia y envueltos con celofán en el tercer cajón de la mesilla.
El propio Bradford Cox ha hecho unas declaraciones sobre el título del disco, señalando que se basa en que todo recuerdo tiene una parte de real y otra de inventado o reescrito, como una versión resumida de lo que se quiere recordar. La sinopsis es la culpable de todo y es triste. Y así nos embarcamos en este Halcyon Digest, este compendio onírico, amniótico, crudo y neuronal; en esta búsqueda personal de aquellos momentos mágico/trágicos para los que se requiere una gran introspección, no siempre agradable ni de fácil asimilación. Pero en términos estrictamente musicales, el disco hace también su propio viaje por distintas décadas desde los 50-60, los 70-80, al art rock, o como la banda lo ha llamado, al ambient punk, con innumerables vetas de pop. Un disco en el que cabe la experimentación, las canciones con voz, guitarra y loops ambientales y las instrumentalizadas. En lo que supone un paso más hacia la canonización del lánguido y bracilargo (padece el síndrome de Marfan) Bradford Cox al unirse a los trabajos de Deerhunter la brillantez de los discos que ha parido bajo el nombre de Atlas Sound.
Halcyon Digest cuenta con 11 cortes que comienzan con unos golpes bruscos sobre un metal que se va convirtiendo en la base de la primera canción Earthquake, que termina creciendo abrasivamente en sus 5 minutos de duración.
Pero esta experimentación se abandona canciones como Don’t Cry o Revival, vestidas con guitarras y toques de brit-pop. Esta extraña felicidad les abandona en Sailing, en la que vuelve a experimentar con loops ambientales y guitarra en esta canción triste y azul.
Las dos siguientes canciones podrían suponer los hits de este trabajo, si no fuese tan complicado, pero la luz, la Velvet, los 60-70´s, la psicodelia de Memory Boy y la canción pop-rock perfecta que supone Desire Lines con tintes de Arcade Fire en la memoria temprana y final instrumental de 4 minutos les hace ser dos buenas candidatas.
Basement Scene y Helicopter suponen continuar el viaje en el limbo entre el sueño y la realidad, entre el recuerdo y el disfraz que me pongo hoy para ti de mi. Un viaje edulcorado, drogado, hipnótico y fascinante. Cabe señalar que las neuronas refieren que la melodía y el comienzo de Basement Scene recuerdan a la canción de los Everly Brothers, All I Have To Do Is Dream (http://www.youtube.com/watch?v=m24uUzJgfwQ), eso sí, llevado a los terrenos anteriormente mencionados. Helicopter, por su parte, se muestra feliz, intensa y clarividente.
Para finalizar, la clásica Fountain Stars y la trompetística y blusera Coronado (no confundir con el actor) preceden a la final He Would Have Laughed, que supone un homenaje al fallecido recientemente Jay Reatard, quien murió mientras dormía y supone una luz de muerte, una preciosista luz final.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 9/10.