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DEATH CAB FOR CUTIE – KINTSUGI

Presentar  a una banda como Death Cab For Cutie a estas alturas de la vida es prácticamente menospreciar la sabiduría musical de cualquier persona. En mi caso, no podría decir exactamente cómo llegué a ellos, hace ya 10 años. Una serie de TV de origen norteamericano se encargó de hacer una escena con ellos dentro y, en ese momento, me enganché.

Banda proveniente de una pequeña ciudad del estado de Washington, supieron estar en el momento indicado en el lugar preciso. Llevan casi 20 años demostrando que son uno de los grupos que más respeto crean entre la crítica y el público en general, y aunque su trayectoria ha sido algo irregular, sobre todo en los últimos tiempos, parecen que han sabido rectificar a tiempo y hacer un Kintsugi de su propia historia.

En líneas generales, se parte de la base de que nunca jamás (y no me gusta hablar en términos absolutos) producirán algo similar a Transatlanticism, Plans o The Photo Album, no necesariamente en ese orden. Simplemente no se puede dar semejante conjunción de los astros ni son tan jóvenes para arrojar más luz en sus creaciones ni otra serie de factores que no les llevan a este camino.

Y el legado que arrastran es arduo y plomizo, a la par que gratificante. Death Cab For Cutie, sin un gran esfuerzo de promoción, consiguió crear un sonido propio, forjarse una identidad cuando la capacidad de poder descubrir música era mucho más inferior, allá en aquellos años. Y es muy complicado mantener el listón y nos consta de que en esta ocasión, ha habido sobre-esfuerzo.

Kintsugi es un disco agradable y no hay que equivocarse, está hecho para agradar. Hay bandas que se dedican a no perderse en el maremágnum de bandas y con tal de no caer en el olvido, sacan cualquier cosa. Kintsugi es otra historia.

Se compone por once pistas, de las cuales muchas han sido radiadas antes de su lanzamiento. Hay altos y bajos pero, en general, es completo e íntegro, diseñado para desgranar o para hacer escuchas completas.

Siempre he sentido una extraña fascinación por los nombres de las canciones de Death Cab For Cutie, ya que no son nombres normales. No tienen pronombre, verbo y predicado. A veces sí, pero en general son palabras sueltas que remiten a formas pasadas, objetos. Cuando abro un libreto de uno de sus discos, siento que estoy en una de esas casas atemporales diseñadas por Mies Van Der Rohe donde uno no sabe si se alzó en pie ayer o hace un siglo. Una sensación de permanencia extraña me invade. Y en este disco pasa exactamente lo mismo. Títulos que sólo ellos podrían usar con arte.

Al margen de mi extraña teoría acerca de los títulos de las canciones, el disco se abre con No Room In Frame. La huella de Ben y los suyos acecha fuertemente, los sonidos del fondo son totalmente reconocibles y nos invita a oír algo positivo y cálido. Un medio tiempo amable aunque el timbre de voz de Ben ha cambiado a otros colores con el paso del tiempo, aunque mantiene ese acento tan característico.

Black Sun salió como primer sencillo y quizás fue una decisión errónea, ya que es más oscuro de lo habitual y pudo llevar a error. Es más frío, como en general todos los sonidos del disco. Hubo una época en la que Death Cab For Cutie era verano, ahora es otoño tardío. No es la mejor canción del disco, aunque sí predomina frente a otras.

Para mí, la que se llevaría la mejor puntuación a nivel particular sería The Ghosts of Beverly Drive, muy animada y con cambios de ritmos. No es The Sound of Settling, pero sin duda es pegadiza, llena de ritmo y deja recuerdo.

Little Wanderer es una canción comodín. La típica que uno resopla en un concierto cuando dicen que la van a tocar. Se deja escuchar pero es algo cansina y decepcionante para el público habitual, pero habrá quién le guste porque no es algo pésimo, pero sí repetitivo. Nos pasa un poco igual con You’ve haunted all my life, aunque es más ligera y más innovadora, aunque prescindible.

Hold No Guns empieza con un grado de intimismo brutal, donde la voz de Ben Gibbard se pasea sola, como un árbol desnudo en pleno invierno, a corazón abierto. Recuerda, muy de largo, a I Follow You Into The Dark.

Everything’s A Ceiling es uno de temas un poco más innovadores que han producido en esta ocasión, más electrónico, más noventero pero con altos niveles de calidad. Puede sonar muy bien en directo y ofrece un sonido diferente, señal de una más que digna evolución.

Good Help (Is So Hard to Find) es otra canción maravillosa del disco, que la verdad ya saca a relucir la parte más bailable de Death Cab For Cutie, como siempre, de forma muy elegante. Creo que debería haber salido como single ya que tiene mucho más gancho que muchas otras.

Kintsugi alcanza su recta final con El Dorado pero no decae en ánimo. Las guitarras contundentes se funden con unas bases rítmicas muy acertadas y dan lugar a una buena canción. Tengo la impresión que este disco no cumple mi teoría de decrecimiento sino que la parte más tediosa se encuentra en medio.

Ingenue y Binary Sea son los dos últimos cortes que nos invitan a un cierre relajado, un bello ocaso entre tantos otros ritmos disfrutados, sobre todo el último, donde un piano dominante hace el resto. Buen broche…

En líneas generales, es un buen trabajo. Menos mediático, menos explosivo pero con cambios de ritmo que consiguen mantener la atención, buenísimas composiciones, nuevas creaciones. Lo dije al principio. Los Death Cab For Cutie de los años 2000 son irrecuperables, pero la evolución ha sido sabia y positiva y han sabido recuperarse de sus años de ocaso. Creo que han sabido muy bien gestionar su propia crisis como banda y aquí recogemos el resultado.

Escúchalo aquí:

 

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