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Darwin Deez – Songs for imaginative people

Durante muchos años te pasas la vida queriendo ser igual que la mayoría. Integrarte y ser uno más. Esos días se acaban cuando descubres que aquello que anhela todo el mundo es ser diferente y que por ello te van a valorar. El talento va siempre muy unido a ver las cosas desde otro prisma. Y algo así le debió pasar a ese niño que un buen día se convirtió en Darwin Deez, tipo raro donde los haya pero que nunca se deja arrastrar por la corriente y apuesta por dejar su sello personal allá adonde va.

 

 

 

Los talentos extraños pueden llegar a ser irritantes por lo inesperados que son. No suelen gustar a esa masa aborregada que busca consumir lo mismo con diferentes tintes de peluquería de barrio. Les cuesta percatarse de esas cosas. Darwin Deez muestra una sensualidad y una sensibilidad que contrastan con los gustos musicales imperantes. Es como si Prince hubiera viajado en el tiempo y hubiera renacido sin tanta pompa en pleno siglo XXI. Songs for imaginative people no es un título pretencioso con el que llamar la atención. Cumple su premisa desde el primer corte.

 

 

 

800 HUMAN marca la pauta de lo que vas a escuchar durante diez cortes hipnóticos. Sintetizadores escupiendo lo mejor de los 80 más refinados, pop sensual, voz sugerente y sutil y una melodía desestructurada. Un caos armónico que se refleja en You can’t be my girl. Una nostalgia vocal adornada por una guitarra entrecortada, que parece que no arranca pero que no cesa. Olvídate del progresivo habitual. Darwin Dezz rompe los ritmos, los estanca, los acelera y los desacelera a su antojo mientras lo único que puedes hacer es desear que continúe la siguiente canción. Moonlit y No love podrían empaquetarse juntas. Ambas comparten una sensibilidad muy rock, con unos adornos y una producción impecable que te hacen plantearte qué haces viviendo en el cacareado siglo XXI en lugar de posar en fotos Polaroid con un buen cardado. La diferencia entre los dos temas es que No love es más ruda, más descarnada.

 

 

 

Good to lose es una oda al indie más elegante, de satén. Adornado cuan pieza de Art Decó pero con un nivel de distorsión sutil que se eleva de forma muy fina por encima del disco. Por su parte, Alice es una balada rockabilly sintetizada. Parece imposible pero hay alguien capaz de hacer guiños a dos décadas antagónicas en una única canción. Los ochenta y los cincuenta sobrevuelan esta delicia sonora de inmensa creatividad.

 

 

 

Si buscas intimidad, nada mejor que Redshift, que sin renunciar al peculiar sello de Darwin, impone un pop vanguardista de interior. Mientras que Free – The editorial me – eleva el estruendo sonoro hasta límites insospechados dentro del estilo del álbum. Lejos de desentonar, su distorsión la convierte en la rareza entre rarezas, en la canción que no olvidarás tan fácilmente. Y para que nadie dude de su fidelidad infiel al indie, dos ejemplos que sirven para cerrar la cuadratura del brillante círculo que supone Songs for imaginative people: All the wrist, un tema indie reposado y maduro con reminiscencias de post-punk, y Chelsea Hotel, una balada pop al uso. Aunque ni en estas dos excepciones hay concesiones. El estilo no se negocia.

 

 

 

Que saludable es encontrarse con especímenes extraños que señalan su propio camino y lo recorren sin complejos gritando sin cesar ¡Aquí estoy! ¿A quién coño le importa? Un desmarque de lo que hace la mayoría con elegancia. Dulce venganza de todos esos etiquetadores de tendencias y personas que no dejan volar libre el talento humano. Este disco es un incunable que deberá dormir en tu mesita de noche durante años hasta que consigamos apreciar que en la diferencia de lo vulgar está la genialidad y ésta es la antesala de la divinidad. La sensibilidad algún día volverá a gobernar el mundo y que mejor forma que empezar la conquista con Songs for imaginative people.

 

 

 

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8/10

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