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BOURBON – FUENTE VIEJA

Los gaditanos Bourbon no son sólo una de las bandas más maravillosas e infravaloradas del rock español en lo que llevamos de década. También son una de las más indomables e imprevisibles, en el sentido más estimulante de la expresión. Recapitulemos: tanto su tarjeta de presentación de 2010, aquel ep llamado Dónde Te Escondes Hermano, como Fango, su primer larga duración, mostraban los colmillos de una formación tan impetuosa, y a menudo lúcida, en sus interpretaciones como fácilmente identificable y adscribible al metal y al rock sureño de raíces 70’s. Su lealtad a los cánones compositivos de aquellos estilos era notable; su vocación ortodoxa y de género, evidente. No obstante, una escucha atenta de aquellas dos primeras piezas, especialmente el lp, obra ya de mayor cuajo, revelaban una ocasional sinuosidad en la estructura de algunas de sus canciones poco habitual y muy gratificante. Ya por aquel entonces, ese filón de potencial personalidad parecía perfilarse como el sello distintivo de la formación, el secreto de su brillantez, su elemento diferenciador.

En 2015, y ya reducidos a trío, Raúl Guerrero, Álvaro Guerrero y Juan Manuel Gonzálvez confirmaron los presagios con Devastación, su segundo lp, un disco que mostró las virtudes de esta banda en absoluta plenitud. El estilo, tono y constantes que distinguieron sus dos primeras obras permanecían, pero el abanico de influencias parecía abrirse, los desarrollos de los temas asomaban cada vez más creativos e indetectables; una vocación de subversión y retorcimiento comenzaba a dominar el escenario. Existían, ya por aquel entonces, no sólo pocas bandas capaces de hacerles sombra, sino escasísimas cuyo siguiente paso discográfico se presentara más apetecible y excitante, más difícil de predecir. Tres años después, el recién publicado Fuente Vieja es el disco destinado a calmar la sed de novedades de sus fans y el encargado de despejar la incógnita. Y el resultado es indiscutible: Bourbon continúan consolidando su originalidad a golpe de eclecticismo y obsesiva exploración de nuevas sonoridades y atmósferas, de osadía, coherencia y honestidad con sus entrañas, de mantener su cruzada contra las convenciones. Bourbon continúan en estado de gracia.

Dicho lo cual, a este constructivo diagnóstico cuesta llegar con un acercamiento superficial al álbum. Los sanluqueños jamás han firmado hasta la fecha una obra tan oblicua y poliédrica, tan rebosante de capas y matices como la que nos ocupa. Mucho menos directo que sus anteriores entregas, las canciones que integran Fuente Vieja se van cociendo en las entretetelas del oyente a fuego lento. Como si quisieran desplegar un hilo invisible con su trayectoria anterior que sirviera de enlace y punto de apoyo, son sus dos primeras canciones las que guardan más conexiones con el repertorio tradicional de Bourbon. Si Veis La Luz, Corred, corte inicial, no hubiera desentonado formando binomio con Una Cuestión Personal, de Devastación. En ambas el aroma a la psicodelia 90’s de Seattle, la de Screaming Trees particularmente, es tan palpable como regocijante. Subyugante arranque que conecta con El Sendero, el tema seguramente más emparentado con Fango, además del más contundente de la colección, gobernado por un antológico riff, un virtuoso y fascinante juego de guitarras y una deliciosa línea de bajo. No es difícil establecer aquí un vínculo con los Soundgarden más viscerales y exuberantes. Tampoco sospechar que, en efecto, y tal y como ya insinuaron con cierta asiduidad en Devastación, Bourbon tienen cada vez el radar más orientado a la última, y bendita, década del siglo XX.

Los guiños al pasado, las ligeras concesiones a lo genérico y lo rastreable, empiezan a escasear con A Punto De Arder, uno de los puntos álgidos de Fuente Vieja, una canción de cadencia pausada y amenazante, de logradísima tensión sónica, de crispación emocional evidente. El aliento tortuoso y atmosférico comienza a adueñarse de la obra y se ratifica con la siguiente, el tema central y titular del álbum, una envolvente Fuente Vieja que podríamos considerar digna de unos Triana a flor de piel, con ese dinámico piano marcando el ritmo, aunque siempre pasada por el tamiz cada vez más personal e insobornable de los gaditanos. La Triste Realidad mantiene la vibración del rock progresivo andaluz que podíamos entresacar del corte anterior, y aunque quizá resulte menos llamativa a bote pronto, acaba traspasando la fibra por su requiebro en el tramo central, de claro y eficaz poso emotivo. Hacia El Sol, ya en la recta final, comienza a teñir de crepúsculo el disco con uno de los temas más narrativos y confesionales que jamás ha interpretado el menor de los Guerrero, un tema que incide aún más en la línea sombría dibujada por la anterior, una canción tan hermosa como triste, y cuyo espíritu, salvando las diferencias estilísticas, no anda muy alejado del Nacho Vegas más impúdico y expiatorio.

Fuente Vieja, sólo con estas seis canciones, ya se convertiría en una de las noticias discográficas más agradables de los últimos meses. Pero es entonces, en su cierre, en su remate final, cuando Bourbon deciden descolgarse con el tema más desequilibrante del álbum, aquél capacitado para marcar la diferencia y congelar el instante, ése que cada vez menos bandas son capaces de componer y que justifican la adquisición de un álbum y el juramento de amor eterno a una banda. Nos referimos a Destierro, una insólita virguería que linda los nueve minutos y cuya sensibilidad, imaginación y poder hipnótico tiene escasísimos precedentes en el rock español de los últimos años. De estructura circular, iniciada y apuntillada con una quejumbrosa y sutil línea de guitarra, Bourbon al completo ofrece una de las mayores exhibiciones de su carrera. Juan Manuel, seguramente el miembro que más presencia y brillantez ha adquirido con este disco, el que más reforzado sale del trance, está impecable cimentando la composición con su bajo.

Álvaro, por su parte, continúa destilando su precisión y elegancia características a la batería, tan alejado de ostentaciones innecesarias como al servicio de la canción, dándola vigor o aire, según toque. Y Raúl, que parece cantarla desde la distancia y la bruma, con una especie de reverberación vocal profundamente seductora, nos abre su corazón y lleva su apuesta por lo íntimo e introspectivo a su punto más alto y certero. Su tramo central, aderezado con un piano de corte más tradicional, es pura magia y delicadeza. Su letra, enigmática, de fuerte carga simbólica, luce envidiable el poder de sugerencia que esta banda comenzó a depurar en este apartado desde Devastación. Toda ella, por lo demás, está atravesada de una melancolía irresistible, algo que casi podríamos decir por extensión del disco, como siempre extraordinariamente producido por Curro Ureba. La explotación de la veta dramática de esta banda, en definitiva, jamás había sido más concienzuda y espléndida como ahora. Y más allá de gustos personales, Fuente Vieja es, además, el disco más inagotable e insondable de la carrera de Bourbon. Resulta imposible cansarse de él. En una era musical tan adocenada, previsible y alérgica al riesgo como la actual, resulta inevitable reivindicarles así.

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