El grupo de San Francisco debutó con B.R.M.C., que realmente fue lanzado en 1999 aunque después Virgin Records lo relanzó en 2001. En aquel álbum, aquella mágica fusión de psicodelia densa y los Jesus & Mary Chain de la época Automatic (1989) y posteriores, les valió todo tipo de alabanzas y admiraciones, y a mí personalmente es un disco que siempre me ha parecido mejor que el Is This It O cualquier otro álbum del “garage rock revival”, pero al final somos ahora pocos los que esperamos con ganas un nuevo disco de Black Rebel Motorcycle Club frente a los millones de personas expectantes ante cada nuevo disco de Casablancas y los suyos. ¿Es que la carrera posterior al año 2001 de Black Rebel Motorcycle Club ha sido peor que la de los Strokes? Lo dudo, porque si bien es cierto que ninguna de las dos bandas ha conseguido volver a llegar al nivel de su debut, también es cierto que BRMC al menos supieron reinventarse con aquella joyita llamada Howl (2005), mientras que los de Nueva York no han conseguido evolucionar mucho respecto al sonido de su debut. Entonces, ¿por qué la gente ha perdido interés en BRMC? Quien sabe. Pero lo que sí es cierto, es que en este 2010 nos han vuelto a entregar un nuevo trabajo después de aquel extraño álbum instrumental que fue The Effects of 333, y se llama Beat The Devil’s Tattoo.
En este disco, ya con Leah Shapiro asentada como batería oficial del grupo en sustitución de Nick Jago, podríamos decir que el grupo hace una recopilación de todos los sonidos que abarca su discografía, ya que en el conjunto de estas canciones encontramos un cóctel de folk, góspel, blues, psicodelia, rock y distorsión; con en el que pierden la capacidad de sorprender al oyente pero con el que sí consiguen hacer un disco con muy buenas canciones.
El disco arranca con la canción que da título al álbum, en la que como ya hicieran en su disco Baby 81 (2007), mezclan las guitarras acústicas con las eléctricas para fabricar un gran tema folk-rock que gana con cada escucha. También destacan en piezas como el rock garajero con toques country de Conscience Killer, o en Mama Taught Me Better, donde nos encontramos su sonido más clásico. También tenemos las baladas acústicas Sweet Feeling y The Toll, que encajarían perfectamente en Howl o la vuelta a la psicodelia de su primer álbum en Evol. Pero las joyas de este álbum están al final de este disco; por una parte está Shadow’s Keeper en la que tocan sus instrumentos como nunca para crear un tema marca de la casa que en los últimos minutos va entrando en esa atmósfera de distorsión y psicodelia que tan bien saben recrear, y cerrando el disco está Half-State, un tema de diez minutos donde brillan llevando la psicodelia más lejos de lo que nunca antes lo habían hecho.
En resumen, es un buen álbum que, si bien no ofrece nada nuevo, hará disfrutar a aquellos que les gustaron los anteriores álbumes del grupo. Así que, si no te gustaron los anteriores, no esperes que éste te vaya a cambiar la opinión, tendrás que esperar al menos a que saquen su próximo disco.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7.5 / 10