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BILL CALLAHAN – DREAM RIVER

BILL CALLAHAN - DREAM RIVER

Oh I have learned when things are beautiful, just keep on”. Con este verso cierra Bill Callahan su último disco Dream River, el cuarto del genio del alt-folk desde que dejara de firmar canciones como Smog. La frase como conclusión puede resultar engañosa. La última canción, Winter Road, es serena, transparente, casi optimista, de un Callahan que parece haber reflexionado y aprendido sobre errores pasados. Sin embargo, el trayecto de Dream River es bastante más enrevesado y complejo, aunque esté lleno, eso sí, de paisajes fascinantes.

Podemos dividir Dream River en dos partes muy diferentes. Por un lado, las tres primeras canciones, más Winter Road, siguen la senda del extraordinario lirismo de Sometimes I Wish We Were An Eagle, probablemente la obra maestra del músico nacido en Maryland. Con mucha calma arranca The Sing, calentando motores, sin prisas, slide de fondo y Callahan apoyado en la barra: en todo el día sólo ha dicho “cerveza” y “gracias”. El violín estilo Andrew Bird subraya la voz única de Callahan, ésa sobre la que el músico ha construido con paciencia su mito. Es una voz grave, solemne, sacada de una profundidad desconocida, quizá inalcanzable, y que arroja versos como si fueran verdades. En Javelin Unlanding, Callahan y su voz se dejan llevar por la guitarra de Matt Kinsey, excelente durante todo el disco. La culminación de esta cara más o menos apacible de Dream River es  una maravilla llamada Small Plane, una tierna canción sobre la seguridad y la confianza cuando estás enamorado. “Sometimes you sleep while I take us home, that’s when I know we really have a home”, canta Callahan antes de confesar feliz: “I really am a lucky man”.

Pero, de repente, las cosas se tuercen. Algo turbio domina la segunda parte, como fantasmas escondidos que Callahan dibuja con estructuras circulares, instrumentaciones espesas y ritmos repetitivos. Con Spring y su sinuosa flauta vienen a la mente las obsesiones y la música de Marvin Gaye: “All I want to do is make love to you… with a careless mind”. El estadounidense sigue retratando sus historias a través de la naturaleza: montañas, ríos, bosques y animales componen su imaginario. Aparecen en Ride my Arrow y, sobre todo, en la onírica e intrigante Seagull, donde un Callahan personificado en gaviota baila entra la realidad y el sueño (“How far have I got in circling and circling and circling?”). A Summer Painter resume las esencias del lado más perverso del músico, convertido en pintor de barcos. Sólo el ruido final, como un huracán golpeando la costa, consigue cerrar parcialmente las heridas y despejar por el momento las dudas.

Por todo ello, cuando llega la última frase de Winter Road hay que recordar el camino recorrido por Dream River: las hermosas aguas calmadas, pero también sus tramos más turbulentos. Si algo hemos aprendido de Callahan es que su obra no es sencilla sino imaginativa, sugerente y llena de recovecos. Justamente ahí es donde se sitúa por derecho propio Dream River, un hito más para un artista que encadena discos asombrosos con una insultante facilidad.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8/10

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