Por quinta vez tenemos el placer de escuchar un álbum de Beach House, una de las pocas bandas de nuestro siglo que ha sido capaz de mantener el nivel y evolucionar de forma lógica y correcta sin ningún tropiezo. El dúo de Baltimore, formado por Victoria Legrand y Alex Scally, lanzó su debut hace ya 9 años, que se dice pronto, y desde entonces fue creciendo magistralmente hasta su acto de 2012, Bloom, su obra más limpia y accesible, en la que sin embargo no perdían un ápice de su esencia. Tras una trilogía cerrada, la llegada al mainstream y una acogida entusiasta siempre por parte de la crítica en sus dos últimos discos, el lógico movimiento de la banda, como artistas inquietos que son, es una vuelta al origen, a lo que les convirtió en lo que son, volver a perder parte de la accesibilidad en el sonido y recurrir de nuevo a los teclados más lo-fi, pero seguir con esos bellísimos riffs y la preciosa voz de Legrand. Básicamente mantener una esencia, y no sólo una progresión con su carrera, sino respecto al propio Bloom, del que hay muchas más cosas presentes de las que se pretenden mostrar.
Este Depression Cherry es otra oda melancólica al amor y a la vida de la que uno nunca termina de salir y a la que no termina de entrar del todo, descubriendo detalles nuevos en la minimalista composición de Beach House cada vez que se sumerge. A falta de novedad, la inspiración y la sensibilidad siguen muy presentes en este quinto trabajo, que con nuevas capas de suciedad que no toman excesivo protagonismo se excusa en el shoegaze para recurrir a ese deprimente toque de una belleza dolorosa. A diferencia de otros lanzamientos, en esta ocasión Depression Cherry sale al final del verano, como una funesta despedida de todos los sentimientos e imágenes que se nos pueden haber quedado grabadas en estos días de libertad, sexualidad y sentimientos más a flor de piel. Así es como la vuelta a la rutina resultará mucho más deprimente pero contendrá sonrisas eufóricas, ojos vidriosos y pelos de punta por lo acontecido, por el tiempo que no nos será devuelto.
Legrand y Scally utilizan de nuevo la fecha como un arma para contagiar al oyente del estado de ánimo de su largo. En esta ocasión, con uno de los sentimientos más jodidos que podían escoger, y que desde luego no deja indiferente a (casi) nadie. Dentro del propio protagonismo individual de cada una de las canciones, a diferencia de Bloom, la homogeneidad es mayor, como en el resto de álbumes, y no es tan fácil destacar una Irene, Wild o Lazuli. Incluso así, Levitation, la primera canción –como en todos sus predecesores- es una de las más envolventes y mete al oyente de lleno en el lugar en el que quieren que estemos. Space Song nos recuerda a cualquiera de sus mejores momentos (no digamos mejores o peores, porque no hay por donde pillarles en un renuncio) y Days of Candy es el cierre más melodramático que cabía esperar, con los coros celestiales sacando todos nuestros tormentos a flor de piel, no a modo de despedida como siempre han hecho, sino con un poso a final enorme, a funeral, a final de una vida o de una etapa prolongada, y sobre todo a un no saber qué vendrá después, una terrible incertidumbre sobre qué habrá cuando se termine nuestro viaje con ellos, y es que, ¿quién sustituirá a estos tíos?
A pesar de todo lo comentado, hay que decir que comienza a notarse cierta falta de frescura en las composiciones de los de Maryland, que no están en cuesta abajo en absoluto, pero que empiezan a perder la fuerza de sus veintitantos, sin resultar monótonos, pero con muestras de cansancio. Depression Cherry sigue siendo, con todo, un álbum notable y de lo mejor del pop que podremos escuchar este año, pues Beach House siguen (y seguirán) un paso por delante de los demás.
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